La desigualdad entre mujeres y hombres todavía es “el pan de cada día” en el país. Su erradicación no deja de ser un desafío. Los hombres y las mujeres son diferentes y ése no es el problema. El problema surge cuando se generan desigualdades sociales a partir de las diferencias biológicas.
Ya en 2014, la UNESCO demandaba una educación con enfoque de género y definía la igualdad de género, como “la igualdad de derechos, responsabilidades y oportunidades de las mujeres y los hombres, y las niñas y los niños. La igualdad no significa que las mujeres y los hombres sean lo mismo, sino que los derechos, las responsabilidades y las oportunidades no dependen del sexo con el que nacieron”.
El enfoque de género brinda, pues, herramientas para analizar críticamente la realidad y promover estrategias para generar cambios que impulsen sociedades más justas e igualitarias, rompiendo estereotipos que han llevado a considerar a las niñas como personas de menor capacidad. La escuela es un espacio de socialización de normas, saberes y conocimientos que se replican a lo largo de la vida.
“Se espera de nosotras en función de nuestro sexo que seamos dulces, maternales, delicadas y a los varones se les exige que sean fuertes, que no lloren, que sean autosuficientes”, indica Tania Sánchez, directora Ejecutiva de la Coordinadora de la Mujer.
Sánchez reflexiona respecto a la enorme carga de tiempo que las mujeres destinan a tareas de limpieza, la compra y preparación de alimentos, el apoyo escolar, el cuidado de personas mayores, entre otras. Esta desigual distribución de tareas afecta particularmente a las mujeres, ya que restringe su capacidad de realizar otro tipo de actividades como participar en espacios políticos, sociales, tener tiempo libre o tiempo para el ocio, entre otros.
“Desde mi punto de vista, el enfoque de género en la educación implica reconocer que ellas y ellos tienen las mismas capacidades y oportunidades en el aula, debemos empezar a deshacernos de estereotipos (…)”, observa por su parte Eva Foronda, decana académica de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Ambas apuestan a que este tema no debe dejar de discutirse. A diario se escuchan casos de violencia intrafamiliar, feminicidios o acoso sexual o laboral debido a la poca discusión en sociedad respecto a esta problemática, situación que se arrastra desde hace décadas.
Enfoque de género más allá de la currícula educativa
La educación no solo busca la transmisión de conocimientos, ahora más que nunca, pretende lograr integralidad; es decir, aportar conocimiento actualizado centrado en experiencias reales.
Ariel Villarroel, de la Jefatura de Enseñanza y Aprendizaje (JEA) de Unifranz, asegura que “la educación debe realizarse en función al entorno de la persona (…) y, sobre todo, debe ayudar a desarrollar competencias intrapersonales comúnmente denominados softskills (habilidades blandas), dentro de un marco de desarrollo sostenible integral con una mirada de dónde venimos y hacia dónde queremos llegar como sociedad”.
El enfoque de género en la educación demanda que se propicien mejores condiciones para las niñas y adolescentes, brindándoles los recursos para que no sean víctimas de violencia, para que hagan respetar sus derechos y eviten situaciones que las releguen dentro de la sociedad, tales como el embarazo precoz.
“Dentro de la currícula se deben incorporar actividades que fomenten el desarrollo de estos elementos intrapersonales para que empaticen con el entorno que los rodea para que a partir de esto el individuo plantee soluciones que mejoren su calidad de vida y de los que lo rodean”, afirma el experto.
Los cambios culturales no ocurren de la noche a la mañana. La promoción de temas vinculados al enfoque de género coadyuva a desnaturalizar prácticas y saberes que reproducen distintas formas de vulneración de derechos. La escuela es ese ámbito ideal para estimular una mirada crítica al respecto e iniciar la erradicación de patrones socioculturales que reproducen las desigualdades de género.