El poder curativo de la música: una medicina para el alma y el cuerpo

By Manuel Joao Filomeno Nuñez

Jorge López

La música no solo acompaña la vida cotidiana; actúa sobre el cuerpo y la mente de formas profundas. Escuchar, tocar o componer melodías puede reducir la ansiedad, aliviar dolores, mejorar la concentración y fortalecer la memoria. Cada nota que se reproduce tiene la capacidad de generar emociones, despertar recuerdos y transformar el estado de ánimo de quienes la reciben, convirtiéndose en un recurso terapéutico único.

«La música se considera un lenguaje universal porque existe en todas las culturas y se utiliza para manifestar emociones, ya sea en un festejo, en un duelo o en cualquier momento de la vida. Tiene que ver con el ritmo y los tempos que acompañan nuestra respiración y el latido del corazón, lo que convierte a las melodías en un medio natural para expresar sentimientos y conectar con lo más profundo del ser humano», explica Liudmila Loayza, directora de la carrera de Psicología, en la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

Diversos estudios muestran que la música puede liberar dopamina, hormona asociada al bienestar, y disminuir la percepción de dolor. Escuchar melodías agradables ayuda a disminuir la tensión emocional y favorece estados de relajación que impactan directamente en el cuerpo, reduciendo la frecuencia cardíaca y la presión arterial. La música se convierte así en una herramienta para mejorar la calidad de vida en diversos contextos.

«Las intervenciones musicales han demostrado ser efectivas para reducir la intensidad del dolor y mejorar la calidad de vida de personas con condiciones crónicas, incluyendo aquellos que enfrentan enfermedades graves, dolor persistente o situaciones de estrés intenso, ofreciendo un enfoque complementario que puede integrarse junto con tratamientos médicos tradicionales para generar efectos positivos sobre la salud mental y física», indica el National Center for Complementary and Integrative Health, NCCIH.

Estimula la memoria y las habilidades cognitivas
Personas mayores que participan en coros o tocan instrumentos reportan mejoras en la memoria, la atención y la coordinación. Asimismo, la música se utiliza en terapias para pacientes con Alzheimer o Parkinson, favoreciendo la lucidez mental y la movilidad, mientras que en contextos de rehabilitación física ayuda a recuperar funciones motoras y mejora la motivación durante los ejercicios.

«La música tiene múltiples beneficios, tanto en la salud mental como en la salud física. Dependiendo del tipo de melodías, como la clásica o instrumental con violines y pianos, puede transmitir serenidad y reducir la ansiedad. A lo largo de la vida, cada persona asocia canciones con recuerdos específicos, por lo que escuchar música puede evocar estados emocionales, tristes o felices, y convertirse en un apoyo para el bienestar emocional”, añade Loayza.

Participar en actividades musicales grupales fortalece el sentido de comunidad y la interacción social. La cooperación y la sincronía en coros o talleres de instrumentos generan una conexión entre participantes que potencia la comunicación, la memoria y el bienestar emocional, creando espacios de aprendizaje y disfrute compartido. Así, la música cumple también una función social y educativa, más allá de la salud individual.

«La integración de la música en programas educativos y terapéuticos destinados a la infancia contribuye a que los niños desarrollen habilidades sociales, expresen emociones de manera segura y positiva, mejoren la atención y la memoria, y fortalezcan su bienestar emocional, siendo la música un recurso versátil que se adapta a diferentes contextos educativos y terapéuticos para promover la salud integral y la resiliencia», declara la experta consultada.

Su impacto en la salud física
La música también actúa sobre la salud física. Escuchar melodías adecuadas disminuye el estrés, relaja la respiración y regula la presión arterial. Además, cantar o tocar instrumentos puede estimular la coordinación motora y generar beneficios en pacientes en recuperación de cirugías o enfermedades crónicas. La música se convierte así en un aliado natural para la regulación del cuerpo y el equilibrio emocional.

«Recordar una canción del pasado influye en la salud emocional por un proceso de condicionamiento. Si en la infancia se escuchaba cierta música en momentos felices, al oírla de adultos revive esa alegría y mejora el ánimo. Incluso con un tinte de nostalgia, tiene un efecto positivo. En cambio, la música ligada a experiencias dolorosas puede evocar tristeza, por lo que conviene evitarla en procesos de recuperación emocional», indica la académica de Unifranz.

Los beneficios de la música se extienden a todos los grupos etarios. Desde niños que desarrollan habilidades socioemocionales hasta adultos mayores que mejoran la memoria y reducen la ansiedad, la música actúa como un puente entre la mente, el cuerpo y las emociones, demostrando su capacidad de transformación y bienestar integral en distintos contextos, ya sea en el hogar, la escuela o entornos clínicos.

«La música debería ser parte de los tratamientos médicos y programas de salud pública porque se ha demostrado su efecto terapéutico en distintos ámbitos. Desde la salud mental hasta la terapia ocupacional y la gestión del talento humano, incorporar música que sea del agrado de las personas impacta positivamente en su ánimo. Es un recurso accesible que contribuye al bienestar integral en diferentes etapas de la vida”, concluye Loayza.

Incorporar la música a la vida diaria, ya sea escuchando canciones, tocando un instrumento o participando en talleres grupales, se convierte en un recurso accesible y poderoso para mejorar la calidad de vida, la concentración, la memoria y el estado emocional, mostrando que cada nota puede ser un estímulo curativo, capaz de generar bienestar y transformar la experiencia de vivir.

Deixe um comentário

O seu endereço de e-mail não será publicado. Campos obrigatórios são marcados com *