Dime cómo usas la IA y te diré de qué generación eres

Imagen Unifranz

Javier comienza cada mañana con un resumen de noticias hecho a su medida, una agenda afinada por inteligencia artificial (IA) y un asistente virtual que ya encendió la cafetera. Sofía dedica horas a crear contenido digital, utilizando prompts que ajusta con precisión quirúrgica para diseñar piezas visuales impactantes. Ricardo, en cambio, recurre a la IA como a una biblioteca inagotable, capaz de responder en segundos sus dudas sobre historia, ciencia o salud. Tres generaciones, tres maneras de relacionarse con una tecnología que ya no es del futuro: la inteligencia artificial forma parte esencial de nuestro presente.

“Hoy en día, usamos inteligencia artificial incluso sin darnos cuenta. Desde las respuestas rápidas en nuestras aplicaciones de mensajería hasta los algoritmos que filtran el contenido que vemos en redes sociales, la IA está diseñada para integrarse de manera natural en nuestras actividades diarias, pero cada grupo la usa de manera ligeramente diferente”, explica José Francisco Araníbar, docente de la carrera de Ingeniería de Sistemas de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

La inteligencia artificial no solo ha cambiado las reglas del juego; ha reescrito el tablero. Asistentes virtuales como Alexa o Siri aprenden rutinas, controlan electrodomésticos y programan recordatorios con una precisión que hace apenas una década parecía ciencia ficción. Plataformas como Netflix o Spotify diseñan experiencias hiperpersonalizadas a partir de nuestros hábitos. Y en el ámbito laboral, softwares inteligentes analizan datos, automatizan tareas y permiten que los humanos nos enfoquemos en decisiones más estratégicas.

Para Araníbar, el impacto va más allá de la comodidad. “Los asistentes virtuales están diseñados para evolucionar con el usuario. Pueden aprender tus hábitos diarios, como la hora en que despiertas, y ajustarse para recordarte reuniones o encender las luces automáticamente. Esto demuestra el impacto de la IA en la personalización y la comodidad de nuestras vidas”.

Pero no todos la usan igual. La edad del usuario es una variable clave que determina cómo se relaciona con la inteligencia artificial. Según Sam Altman, CEO de OpenAI, “un joven de 20 años puede usar ChatGPT como un sistema operativo, mientras que alguien de 35 lo ve como un asesor de vida y una persona mayor lo emplea como un motor de búsqueda avanzado”.

Javier, 35 años, representa a la generación millennial. Es analista de datos y descubrió que la IA es su mejor aliada profesional. Configura modelos predictivos, integra archivos, y usa prompts complejos para optimizar estrategias de negocio. Pero también recurre a asistentes virtuales para manejar su agenda y hasta encender la calefacción antes de llegar a casa. En su generación, la IA no es un lujo, es un socio estratégico.

Sofía, 25, en cambio, pertenece a la generación Z. Diseñadora gráfica, utiliza la IA como un sistema operativo creativo. La combina con archivos, recopila prompts desde foros y redes, y la emplea tanto para edición de video como para diseño y animación. La IA es parte esencial de su flujo de trabajo y hasta influye en sus decisiones personales. Su generación, con una adopción del 74% según Statista (2024), lidera en integración avanzada de la IA en la vida cotidiana.

Ricardo, 56, es un lector incansable que al principio dudó de esta tecnología. Hoy, ha convertido a la IA en su aliada para aprender sin pausa. No escribe código ni diseña prompts complejos, pero sabe cómo consultar y recibir respuestas fiables. Utiliza ChatGPT para entender corrientes filosóficas, resolver dudas médicas o revisar historia contemporánea. También se apoya en asistentes de voz para controlar luces o pedir recetas. Como muchos baby boomers (solo un 26% de adopción), ha encontrado un uso práctico y funcional.

“Cada vez que ves una serie recomendada o escuchas una playlist en Spotify, estás interactuando con un sistema de IA que analiza tus gustos para mejorar tu experiencia. Esto no solo incrementa la satisfacción del usuario, sino también el tiempo que pasa en la plataforma”, explica Araníbar. Pero esa personalización también tiene un lado menos visible: ¿quién está tomando realmente las decisiones?

La Fundación Mozilla ha alertado sobre el poder que tienen los algoritmos para moldear nuestros hábitos sin que lo notemos. Recomienda cuestionar las sugerencias automáticas, controlar notificaciones, revisar configuraciones de privacidad y, sobre todo, aprender cómo funcionan los algoritmos que nos rodean.

En la oficina, por ejemplo, la IA ayuda a priorizar correos, identificar oportunidades y automatizar tareas repetitivas. “La IA en la automatización no solo mejora la eficiencia, sino que también permite a las personas enfocarse en tareas más creativas o estratégicas”, comenta el docente de Unifranz. Y esta versatilidad es lo que ha permitido que cada generación la adopte de forma distinta, según sus necesidades y habilidades.

La generación X, con una tasa de adopción del 45%, se posiciona entre dos mundos: el de la transformación digital y el de la tradición analógica. Muchos de ellos usan la IA para productividad y automatización, sin buscar necesariamente una inmersión profunda. Priorizan resultados prácticos, con menos pasos y más orden.

Pero la gran lección de esta evolución tecnológica no radica sólo en cómo usamos la IA, sino en cómo elegimos convivir con ella. Araníbar asegura que “la inteligencia artificial está aquí para quedarse, pero es fundamental utilizarla de manera responsable. La sociedad debe trabajar en conjunto con los desarrolladores para garantizar que su uso sea ético y beneficioso para todos”.

A medida que la tecnología avanza, su presencia será aún más integral: desde diagnósticos médicos hasta vehículos autónomos, la IA seguirá transformando nuestras rutinas, decisiones y relaciones. No se trata de si la usas o no, sino de cómo la usas. Y en esa respuesta, puede esconderse tu generación.

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Manuel Joao Filomeno Nuñez

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