Dieta de las princesas: un camino peligroso hacia los trastornos alimenticios 

By Lily Zurita Zelada

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A los 13 años, Valeria (nombre ficticio para resguardar su identidad) pasó días enteros frente al espejo imaginando cómo sería tener la cintura diminuta y la piel perfecta de sus princesas favoritas de Disney. Una tarde, navegando en redes sociales, encontró lo que parecía la fórmula mágica: la llamada “dieta de las princesas”. Prometía perder hasta 10 kilos en dos semanas, a costa de un régimen que apenas permitía comer unas cuantas frutas o, en ocasiones, nada en absoluto. Lo que empezó como un juego pronto se convirtió en una trampa peligrosa para su salud física y emocional.

Este fenómeno, que circula en plataformas digitales bajo la apariencia de un reto “inofensivo”, es en realidad una amenaza directa para niñas y adolescentes. La dieta de las princesas establece un consumo extremo de apenas 500 a 800 calorías al día —menos de la mitad de lo que un cuerpo en crecimiento necesita— y vincula cada jornada a un personaje de Disney. Así, el “día de Blancanieves” implica comer solo ocho manzanas, el “día de la Sirenita” exige ayuno total y el “día de Anna” (Frozen) limita la ingesta a 30 fresas en todo el día.

Paulette Etienne, docente de la carrera de Medicina de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz), advierte que esta práctica no puede considerarse una dieta real, sino una forma encubierta de trastorno de la conducta alimentaria (TCA). 

“Las dietas de las princesas están enfocadas en un público infantil y adolescente. La realización de las mismas conlleva varios riesgos nutricionales que pueden provocar déficits, evolucionando de una desnutrición aguda a una crónica, con efectos irreversibles a largo plazo”, explica la académica.

Dietas extremas tienen consecuencias graves en la salud

El impacto de este tipo de retos no es menor. Según la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental, uno de cada veinte adolescentes padece un TCA, con una edad promedio de inicio de apenas 12 años. La anorexia y la bulimia se encuentran entre las consecuencias más graves, acompañadas por ansiedad, depresión y sentimientos de frustración.

Tatiana Montoya, psicóloga y miembro de la Jefatura de Enseñanza y Aprendizaje (JEA) de Unifranz, señala que el problema radica en la etapa de mayor vulnerabilidad. 

“Es importante entender que estas alteraciones en la ingesta alimentaria son graves. Hay distintos tipos de trastornos de alimentación, y los más severos, como la anorexia y la bulimia, pueden generar complicaciones cuando están en una etapa restrictiva”, sostiene.

El cuerpo adolescente requiere nutrientes esenciales para el desarrollo cerebral, óseo y muscular. Someterse a una restricción calórica tan extrema provoca déficit nutricional, mareos, desmayos, debilitamiento del sistema inmunológico y, en casos prolongados, daños irreversibles en órganos vitales. 

“Cada alimento está conformado por varios nutrientes que son vitales para los procesos metabólicos que requiere nuestro organismo, y que permiten desempeñar funciones mentales y físicas, como la atención, la concentración, la memoria y, principalmente, sostener la etapa de crecimiento”, enfatiza Etienne.

Más allá de los riesgos físicos, la dieta alimenta un círculo de inseguridad y baja autoestima. Basada en la autoexigencia extrema y en la búsqueda de un “cuerpo ideal” marcado por estereotipos irreales, expone a niñas y adolescentes a la presión social, al acoso escolar y a la frustración de no poder alcanzar un estándar imposible. En internet, comunidades digitales incluso promueven esta práctica como si se tratara de un estilo de vida aspiracional, reforzando un mensaje dañino disfrazado de bienestar.

Educación alimentaria

Frente a esta realidad, especialistas coinciden en que la prevención debe ser integral, con educación alimentaria en la familia y en las escuelas, acompañamiento psicológico y una mayor regulación del contenido que circula en plataformas digitales. 

“Es fundamental brindar información sobre la importancia del consumo de alimentos necesarios y adecuados para cada edad, a fin de satisfacer los requerimientos y necesidades personales. Finalmente, es vital romper el miedo a los alimentos, especialmente en etapas de crecimiento, donde una nutrición adecuada permite alcanzar un desarrollo óptimo y satisfactorio”, concluye Etienne.

Proteger la salud de niñas y adolescentes exige escuchar sus preocupaciones, validar sus emociones y ofrecerles herramientas reales para construir una autoestima sólida, libre de presiones estéticas. 

No se trata solo de evitar dietas peligrosas como la de las princesas, sino de promover una relación sana con el cuerpo, basada en la aceptación, el autocuidado y el respeto. Detrás de cada reto viral puede esconderse una amenaza silenciosa que compromete vidas enteras.

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