Por Guiomara Calle
La necesidad de dejar atrás viejas creencias y métodos tradicionales de enseñanza y aprendizaje es más urgente que nunca, especialmente en un entorno virtual que exige adaptabilidad y creatividad. Eso es lo que precisamente aborda el “desaprender”, un nuevo término referido a la acción de olvidar algo que se ha aprendido para mejorar. Se trata de una habilidad clave que ayudará a preparar a las nuevas generaciones para los desafíos del futuro.
En el siglo XXI, memorizar información dejó de ser el eje central de la educación. Ante ello, el desaprendizaje no solo es una estrategia de adaptación, sino una necesidad urgente. Según Clara Solorzano, jefa de Enseñanza y Aprendizaje (JEA) de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, con el acceso a la información disponible en internet y el avance de las tecnologías, como la inteligencia artificial, el enfoque en la memorización se volvió obsoleta.
“El verdadero aprendizaje debe centrarse en aplicar conocimientos teóricos a situaciones prácticas y desafiantes”, enfatiza a tiempo de detallar que esto significa que los estudiantes deben aprender a resolver problemas, estudiar casos de éxito y utilizar simuladores, un enfoque que les permitirá enfrentar desafíos reales en su vida profesional.
Solorzano, define el desaprendizaje como la capacidad de soltar ideas preconcebidas para abrirse a nuevas perspectivas. “En un mundo hiperconectado, dejar atrás ópticas aprendidas para buscar soluciones innovadoras es una habilidad invaluable”, afirma.
Por su parte, Sara Yoshiro, psicopedagoga y también jefa de JEA en la misma universidad, destaca la importancia de redefinir la educación. “La información y el conocimiento se actualizan de forma exponencial. Lo que aprendimos el año pasado puede ser irrelevante hoy. Por eso, es fundamental desaprender y aprender de nuevo”.
Para ella, este proceso de deconstrucción no puede ser individual porque requiere la guía y orientación de los educadores. Asegura que la enseñanza tradicional, centrada en la acumulación de datos, necesita un cambio radical hacia experiencias prácticas que integren el conocimiento teórico en la vida cotidiana.
Las clases magistrales bajo la lupa
Es así que los educadores enfrentan retos enormes. Uno de los más significativos es dejar atrás la estrategia de clases magistrales, asegura Yoshiro. “Los docentes deben desaprender su papel tradicional y convertirse en guías de un aprendizaje activo, donde los estudiantes vivan y apliquen lo aprendido en contextos reales”.
Este cambio no solo fomenta la participación, sino que también ayuda a los estudiantes a reflexionar sobre su propio proceso de aprendizaje, identificando qué saben y cómo pueden aplicar ese conocimiento en situaciones concretas.
Solorzano añade que los educadores deben estar dispuestos a aprender junto a sus estudiantes, considerando que la colaboración entre ambos es clave para construir un ambiente de aprendizaje donde puedan crecer y evolucionar. “Estamos en una era en la que los estudiantes pueden ser nativos digitales, y los educadores deben adaptarse a sus nuevas formas de aprender. Esto significa que también debemos ser aprendices en este proceso”, sostiene.
No obstante, Yoshiro advierte que el uso de tecnología no se trata sólo de incorporar herramientas digitales, sino de hacerlo con un sentido pedagógico que incluya la implementación de videos, podcasts y artículos científicos que complementen el aprendizaje y ofrezcan diversas perspectivas sobre un mismo tema. “Es vital que los educadores utilicen la tecnología para enriquecer la experiencia de aprendizaje, no sólo como un recurso adicional”.
Los padres y madres también deben adaptarse
La resistencia al cambio por parte de padres y madres también se convierte en un desafío. Muchos padres, formados en un sistema educativo tradicional centrado en la memorización, a menudo insisten en que sus hijos deben repetir información tal como aparece en los libros de texto.
“Es esencial que los educadores trabajen con las familias para explicarles la importancia de un enfoque educativo que priorice la comprensión y aplicación del conocimiento”, argumenta Yoshiro.
El desaprendizaje se presenta no sólo como un desafío, sino como una oportunidad para reinventar la educación en Bolivia. A medida que el país avanza hacia un futuro incierto, la colaboración entre educadores, estudiantes y familias será clave para construir un sistema educativo más eficaz.
“Cada joven es un potencial agente de cambio. Su capacidad para adaptarse y adquirir nuevas habilidades será crucial para aprovechar las oportunidades laborales que se presenten”, sostiene Solorzano.
Este enfoque transformador en la educación se alinea con las tendencias globales, donde la capacidad de desaprender y reaprender se convierte en la norma. La educación no solo debe preparar a los estudiantes para el presente, sino también para un futuro en constante evolución.