Cuidados de la salud mental para quienes estudian lejos de casa

By Leny Chuquimia

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Cada año, miles de jóvenes toman la decisión de dejar su ciudad o su país para continuar su formación académica. La movilidad estudiantil, tanto interna como internacional, es vista como una oportunidad de crecimiento personal y profesional. Sin embargo, detrás del entusiasmo inicial existe un desafío poco visibilizado, la salud mental.

“La salud mental debe ser atendida así como la salud física. Los cambios no pueden ser tan notorios, puede existir nostalgia y pena por la familia, por la ciudad de origen. También puede presentarse mucha ansiedad para dar la talla”, explica Liudmila Loayza, directora de la carrera de Psicología en la Universidad Privada Franz Tamayo, (Unifranz).

Indica que los estudiantes suelen prepararse para cambios de clima, altura o alimentación, pero no siempre para los impactos emocionales del desarraigo.

Nostalgia, ansiedad y depresión

“Lo más difícil es acostumbrarse a estar lejos de la familia. Es difícil darte cuenta que no vas a estar siempre con ellos. Uno está acostumbrado a llegar a casa donde vas a  recibir abrazos, pero ya no hay eso y a veces toca estar solo”, cuenta Karina Rosero, estudiante de intercambio que llegó a Bolivia desde Colombia.

Y es que dejar el hogar implica rupturas afectivas que no siempre son evidentes al inicio. A esto se suma la presión por cumplir expectativas académicas y sociales, pero debe entenderse que estos sentimientos no son aislados. 

De acuerdo con datos de la UNESCO y su Instituto Internacional para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC), cerca del 50% de los estudiantes universitarios a nivel mundial presenta algún tipo de malestar psicológico, y uno de cada cinco manifiesta síntomas de depresión. La movilidad estudiantil incrementa estos riesgos al combinar exigencias académicas con procesos de adaptación social y cultural.

Pero eso no quiere decir que este proceso no sea bueno para el desarrollo personal, sino que debe haber un acompañamiento y atención adecuada.

Movilidad interna: un reto subestimado

Aunque suele asociarse el impacto emocional con los intercambios internacionales, los estudiantes que se trasladan dentro de su propio país enfrentan desafíos similares. Jóvenes que migran de ciudades pequeñas a grandes centros urbanos para estudiar deben adaptarse a nuevos ritmos de vida, grupos sociales desconocidos y, en muchos casos, a la vida independiente por primera vez.

Para Loayza, el cambio de entorno es un factor clave: “En la salud mental los cambios no siempre pueden ser tan notorios”, advierte, lo que dificulta que estudiantes y familias identifiquen cuándo es necesario buscar ayuda profesional. Frente a este escenario, las instituciones educativas cumplen un papel fundamental. 

“Hoy en día, en las universidades se ofrece el servicio de primeros auxilios psicológicos”, explica y destaca que estos espacios permiten una primera contención emocional en momentos de crisis.

Sin embargo, diversos estudios académicos señalan que, aunque los servicios existen, una parte importante del estudiantado no los utiliza, ya sea por estigma, desconocimiento o falta de continuidad en la atención. Esta brecha es aún mayor entre estudiantes en movilidad internacional, quienes enfrentan barreras culturales y lingüísticas adicionales.

La tecnología como aliada emocional

El contexto actual ofrece herramientas que antes no estaban disponibles. Hoy en día hay una facilidad de comunicación que no había antes, a través de los medios digitales. Mantener el contacto con familiares y amigos mediante videollamadas permite compartir preocupaciones, recibir apoyo emocional y reducir la sensación de aislamiento.

Este acompañamiento, aunque no sustituye la atención profesional, puede ser un factor protector clave durante los primeros meses de adaptación.

Una decisión sin momento perfecto

Uno de los mensajes centrales de Loayza apunta a desmitificar la idea de estar “listos” para dar el paso. “Nunca hay un momento exacto para dar un paso así”, afirma. Para ella, las grandes decisiones siempre vienen acompañadas de incertidumbre: “Si algún día pensamos que va a llegar el día en que yo esté suficientemente listo para viajar, ese día no existe”.

Desde esta perspectiva, la movilidad estudiantil es también una oportunidad de autodescubrimiento. “Ahí nos vamos a enfrentar con quienes somos realmente y vamos a tener la grata sorpresa de descubrir lo que somos capaces de hacer”, concluye.

Especialistas coinciden en que la movilidad estudiantil debe ser abordada desde un enfoque integral que incluya políticas de bienestar emocional, prevención y acompañamiento continuo. La experiencia de estudiar lejos de casa puede ser profundamente enriquecedora, pero solo si se reconoce que el éxito académico también depende del equilibrio emocional.

Como resume Loayza, se trata de asumir el desafío no sólo como un traslado geográfico, sino como “una experiencia en la que vamos a poder desarrollar lo mejor de nosotros y disfrutar de un ambiente nuevo, lleno de oportunidades de aprendizaje y de experiencias renovadoras”.

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