Cómo identificar los primeros signos del Parkinson antes de que avance

Imagen Unifranz

Julieta Morón recuerda con claridad el día que notó algo extraño en su padre. “Movía las manos sin darse cuenta”, relata. Al principio eran gestos esporádicos, imperceptibles para la mayoría. Pero con el tiempo, esos movimientos se volvieron más frecuentes, y comenzaron a venir acompañados de dificultades para concentrarse y una lentitud generalizada en sus acciones. Cuando llegó el diagnóstico de Parkinson, los síntomas ya eran parte de su cotidianidad. 

“No sabíamos desde cuándo había empezado, pero cuando lo entendimos, ya había avanzado”, cuenta Julieta, hija de un paciente con esta enfermedad neurológica.

El caso del papá de Julieta es común en Bolivia y en muchos otros países. El Parkinson es una enfermedad crónica y progresiva del sistema nervioso que afecta a millones de personas en el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), afecta a dos de cada 100 personas mayores de 60 años y se estima que en Bolivia más de 30.000 personas viven con esta enfermedad, aunque muchos casos podrían no estar diagnosticados. Lo preocupante es que el diagnóstico suele realizarse cuando ya hay un avance del 80% en los daños neurológicos, lo que hace urgente conocer sus señales tempranas.

“El Parkinson es una enfermedad neurológica degenerativa provocada por la disminución de dopamina, un neurotransmisor clave para controlar los movimientos del cuerpo. Su falla altera tanto las respuestas motoras como las emociones y funciones mentales”, explica Gabriel Mendoza, docente de la carrera de Medicina en la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

Aunque el Parkinson no tiene cura, su detección precoz puede mejorar de forma significativa la calidad de vida del paciente. Por eso, reconocer los síntomas iniciales puede marcar una gran diferencia.

Síntomas que no hay que ignorar

Los primeros síntomas del Parkinson no siempre son evidentes y, muchas veces, se confunden con signos normales del envejecimiento. Entre los más comunes están:

  • Temblores leves, generalmente en una mano o pierna, que aparecen en reposo.
  • Pérdida del olfato (anosmia), que puede presentarse años antes de los síntomas motores.
  • Cambios en la escritura, como escribir más pequeño de lo habitual.
  • Alteraciones en la postura o la forma de caminar, con rigidez y lentitud de movimientos.
  • Problemas de sueño y movimientos involuntarios al dormir.
  • Cambios en la voz, que se vuelve más débil o monótona.
  • Estreñimiento persistente y síntomas de ansiedad o depresión.

De hecho, la ciencia ha comenzado a explorar incluso cambios en el olor corporal como posible marcador temprano, tras el caso de Joy Milne, una mujer con hiperosmia que detectó el Parkinson en su esposo antes del diagnóstico médico, por el cambio en su aroma natural. Este hallazgo abre nuevas puertas hacia métodos menos invasivos y más precisos de detección.

Entendiendo el Parkinson: fases y progresión

El Parkinson se clasifica médicamente en siete fases según la escala Hoehn y Yahr, que permite evaluar su progresión desde los primeros signos hasta las etapas más avanzadas:

  • Etapa 1: síntomas muy leves, como temblores en un solo lado del cuerpo.
  • Etapa 1.5 y 2: progresión hacia el tronco y aparición de rigidez en ambos lados.
  • Etapa 2.5: comienzan los problemas de equilibrio.
  • Etapa 3: pérdida del equilibrio más evidente, con riesgos de caídas.
  • Etapa 4: se requiere ayuda para actividades diarias.
  • Etapa 5: dependencia total y deterioro cognitivo posible.

“El rostro sin expresión, el habla suave o incomprensible, y la falta de movimiento en los brazos al caminar, pueden aparecer desde fases muy iniciales y, con el tiempo, los síntomas se agravan si no se interviene a tiempo”, aclara el doctor Mendoza.

Tratamientos disponibles

Aunque no existe cura definitiva, hay múltiples opciones terapéuticas para aliviar los síntomas y mejorar la autonomía del paciente.

Medicamentos como la Carbidopa-Levodopa aumentan la dopamina en el cerebro y pueden controlar temblores y rigidez. Agonistas de dopamina e inhibidores de enzimas también son comunes en el tratamiento.

En casos avanzados, se puede optar por estimulación cerebral profunda (DBS), una cirugía que implanta electrodos en el cerebro para enviar impulsos eléctricos que alivien síntomas. Aunque eficaz, este procedimiento implica riesgos como infecciones o accidentes cerebrovasculares.

Otra técnica emergente es la ecografía focalizada guiada por resonancia magnética, que permite destruir, sin cirugía abierta, las zonas cerebrales que provocan temblores.

“El tratamiento debe personalizarse. No todos los pacientes responden igual, por eso es vital un seguimiento médico regular”, enfatiza Mendoza.

Una vida con esperanza

A pesar de su complejidad, vivir con Parkinson no significa resignarse al deterioro. El acompañamiento médico, los avances en terapias y, sobre todo, la detección temprana, permiten mantener una buena calidad de vida por muchos años.

Julieta lo confirma. Su padre ahora sigue un tratamiento que le ha devuelto cierta independencia. “No fue fácil, pero entender la enfermedad nos dio herramientas para apoyarlo mejor. Aprendimos a vivir el presente y no dar por sentado nada”, cuenta.

Además del apoyo médico, la contención emocional y la participación en grupos de apoyo son clave. La depresión y la ansiedad suelen acompañar al Parkinson, por lo que buscar ayuda psicológica no es un lujo, sino una necesidad.

“Lo más importante es no ignorar las señales del cuerpo. Ante cualquier sospecha, acudir al neurólogo puede marcar la diferencia entre una vida limitada y una vida gestionada con dignidad y conocimiento”, concluye Mendoza.

Hoy, el Parkinson sigue siendo una enfermedad desafiante. Pero también es una oportunidad para aprender a escuchar el cuerpo, fortalecer los vínculos familiares y descubrir que el conocimiento y la acción temprana pueden devolver calidad de vida a miles de personas.

INFOGRAFIA BLOG PARKINSON
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Manuel Joao Filomeno Nuñez

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