Por César del Castillo Linares
Big data es uno de los términos en boga en pleno siglo XXI. Implica el uso de grandes volúmenes de datos, de información que constantemente proporcionamos los usuarios de internet y redes sociales en cada momento en el que interactuamos, investigamos sobre algún tema en específico, buscamos información o simplemente navegamos.
La utilización de esos grandes volúmenes de información ha causado cambios profundos en la medicina con la aceleración del trabajo científico en búsqueda de remedios a enfermedades como el cáncer, por ejemplo; también ha revolucionado el mundo de marketing, porque el análisis de datos permite segmentar mercados, ajustar productos o medir los resultados de la competencia. En el ámbito económico, el carácter predictivo de la minería de datos también permite anticipar todo tipo de escenarios a niveles nacionales, regionales o globales.
Incluso en política el big data tuvo y tendrá gran impacto. De hecho, uno de los ejemplos pioneros fue la campaña proselitista de Barack Obama, en 2004, cuando sus asesores utilizaron grandes volúmenes de datos para ajustar los mensajes del candidato de acuerdo a niveles socioeconómicos, tendencias regionales o estatales o las preferencias políticas de los internautas.
Otro ejemplo interesante y llamativo es la reinvención del New York Times cuando vio caer estrepitosamente sus ingresos por venta de espacios publicitarios y entendió oportunamente que había pasado la época en que el lector necesitaba ir a adquirir el impreso y comenzó el tiempo en que los medios tenían que salir a buscar sus audiencias y replantear su modelo de negocio.
En ese contexto, vale la pena plantear algunas reflexiones sobre el impacto del big data en la educación superior. En principio, es pertinente plantear que la educación superior online es el primer producto de esta nueva revolución del conocimiento. Ahora, es posible seguir una carrera de pre o postgrado a miles de kilómetros de distancia, de forma asincrónica, con tutorías personalizadas y con una gran cantidad de recursos que facilitan el proceso de construcción del conocimiento.
La formación profesional a distancia es fruto de una apuesta planificada y cuidadosamente ejecutada por las mejores universidades del mundo cuyos expertos analizaron grandes volúmenes de datos para determinar las características, formatos y contenidos de miles de carreras que están, literalmente, al alcance de un click.
La experiencia demuestra que su uso tiene un impacto sustancial en la calidad educativa y el rendimiento académico. Su aplicación puede influir en la renovación de la educación superior ya que mejora la experiencia de aprendizaje de los estudiantes, contribuye en la elaboración de una programación académica más eficaz y ayuda en la toma de decisiones.
La educación superior en Bolivia podría tener cambios significativos si las universidades públicas o privadas comenzaran a trabajar con expertos en datos para, por ejemplo, orientar el proceso formativo con base en la experiencia del usuario (estudiante), si los datos se utilizaran para ajustar los objetivos de aprendizaje o para generar nuevos entornos de aprendizaje. De hecho, en países como México, estas nuevas tendencias permitieron disminuir la deserción e incrementar el número de titulaciones.
Lamentablemente, en nuestro país, el pasado se resiste a convivir con la tecnología y la ciencia de datos y el sistema institucional pareciera estar diseñado para avanzar en reversa.
De ahí la urgencia de lograr un cambio de mentalidad en cada uno de los niveles para poner a Bolivia en sintonía con las grandes tendencias de la educación superior, un desafío que debe ser encarado por los actores públicos y privados vinculados con esta problemática. Y no es necesario mirar a Europa, Asia o Norteamérica, basta ver lo que ocurre en países vecinos para entender que en éste como en muchos ámbitos, el país no puede estar anclado en el pasado.