Aprender haciendo: el verdadero desafío del debut profesional

By Aldo Juan Peralta Lemus

El aprendizaje práctico permite a los estudiantes vivir el conocimiento, ponerlo en acción y, sobre todo, entender su propósito.

El camino hacia el desarrollo profesional tiene uno de sus momentos más decisivos, y a menudo más desafiantes, en el debut en el mundo laboral. Es ahí donde los jóvenes se enfrentan cara a cara con la realidad de su profesión y descubren que, más allá de los libros, los exámenes y las teorías, lo que verdaderamente enseña es la experiencia directa. En este contexto, el enfoque de “aprender haciendo” se vuelve no sólo valioso, sino esencial en los estudiantes.

Erick Gustavo Montaño, vicerrector Académico Nacional de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, afirma que los estudiantes asumen un rol protagónico en su proceso de aprendizaje. Según el académico, ya no se trata únicamente de adquirir conocimientos teóricos, sino de desarrollar competencias que les permitan comprender, analizar y aportar soluciones a problemas reales y actuales del entorno laboral.

“Aprender haciendo es esencial, porque permite que los estudiantes desarrollen competencias reales. Esto les permite graduarse con una mentalidad resolutiva, habilidades técnicas consolidadas y, sobre todo, con experiencias que los preparan para integrarse con éxito al mundo laboral”, sostiene la autoridad.

En este sentido, la formación debe estar orientada a conectar lo aprendido en el aula con las demandas concretas del mercado, promoviendo una educación activa, participativa y con un fuerte compromiso con la transformación social y profesional.

Para Pablo Ardaya, experto en Gestión del Talento Humano por Competencias y director nacional de Capital Humano Unifranz, la acumulación de experiencia práctica es importante. “Cuando un estudiante aprende haciendo, realiza prácticas, se enrola en situaciones diferentes, ya sea por hobby o por aprendizaje, cuando en la universidad ha pertenecido a diferentes grupos, sociedades científicas, o ha participado en diferentes ferias, está generando experiencia”, explica.

La integración de experiencias prácticas en el currículo educativo permite que el estudiante experimente, se equivoque, aprenda y resuelva problemas reales. Esto no solo fortalece su aprendizaje, sino que lo conecta con los desafíos del entorno, haciéndolo más competente, seguro y preparado para aportar soluciones a los problemas que se le presenten en la práctica laboral.

«Aprender haciendo» significa incorporar el conocimiento a través de la práctica, de la resolución de problemas reales, del trabajo en equipo, y del ensayo y error. A diferencia del aprendizaje puramente teórico, centrado en la acumulación de información, el aprendizaje práctico permite a los estudiantes vivir el conocimiento, ponerlo en acción y, sobre todo, entender su propósito. Este enfoque se basa en una pedagogía activa, donde el estudiante es protagonista y no solo receptor pasivo de contenidos.

El debut profesional

El verdadero desafío del debut profesional es adaptarse a un entorno que no se rige por guías ni respuestas preestablecidas. 

A menudo, los recién egresados se sienten desorientados, porque el paso del aula a la oficina, del taller al campo o del laboratorio al hospital implica una transición abrupta entre lo que se estudió y lo que se vive. Es ahí donde cobra sentido haber aprendido a resolver conflictos, comunicar ideas, gestionar el tiempo, improvisar con criterio y tomar decisiones bajo presión.

Un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), sobre la transición hacia el mercado laboral, destaca que los programas de formación con componentes prácticos, como pasantías, proyectos reales, entre otros, reducen significativamente el tiempo de adaptación de los graduados al entorno laboral. En promedio, según el informe, los egresados con experiencia práctica encontraron empleo un 30 % más rápido que aquellos que no contaban con experiencia previa.

La educación que forma desde la experiencia, a través de pasantías, prácticas profesionales, proyectos colaborativos, simulaciones, talleres o emprendimientos, ofrece a los jóvenes un entrenamiento real para la vida laboral. “La mejor forma de aprender es vivir lo que se estudia”, enfatiza Montaño.

Este tipo de formación no solo desarrolla competencias técnicas, sino también habilidades blandas como la empatía, la resiliencia, la responsabilidad y la iniciativa. Son estas habilidades, muchas veces invisibles en los currículos académicos, las que marcan la diferencia en el mundo profesional.

Los beneficios concretos que se obtienen con este modelo de aprendizaje incluyen el desarrollo de habilidades prácticas, la mejora en la resolución de problemas mediante pensamiento crítico y mayores oportunidades de empleabilidad, ya que las empresas valoran especialmente la experiencia práctica. Todo esto eleva la confianza a la hora de afrontar el desafío laboral.

Además, el aprendizaje práctico genera un sentido de pertenencia y propósito. Cuando una persona ve que su trabajo tiene impacto, que puede aportar a una solución concreta y que sus ideas son escuchadas, se fortalece su motivación y su compromiso con el camino que ha elegido. Esto contribuye a formar profesionales más seguros, más humanos y más conscientes de su rol en la sociedad.

“Estamos convencidos y creemos plenamente que todos los esfuerzos educativos van a permitir que los estudiantes se formen, pero que a partir de su formación se desarrollen, y desde ese desarrollo puedan realmente ser los agentes de cambio que nuestro país necesita”, concluye el académico.

El aprendizaje práctico transforma el debut profesional en una etapa de descubrimiento y crecimiento, no de frustración. «Aprender haciendo» es prepararse de verdad, con los pies en la tierra y la mente abierta. Porque, en el mundo real, no gana quien más sabe, sino quien mejor sabe actuar.

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