Aprender, desaprender y reaprender: la clave para seguir creciendo en un mundo cambiante

En una era marcada por la velocidad del cambio, la tecnología disruptiva y una constante transformación del conocimiento, la habilidad de seguir aprendiendo se ha convertido en una de las competencias más importantes del siglo XXI. Ya no basta con adquirir un título o una certificación; el aprendizaje debe ser permanente, adaptable y dinámico. Esta mentalidad de crecimiento continuo no solo garantiza la competitividad profesional, sino que también es clave para la adaptación, la innovación y el desarrollo humano.
“En lugar de limitarse a la educación formal, como en la escuela o la universidad, este tipo de aprendizaje ocurre en diversos entornos, incluyendo el lugar de trabajo, cursos en línea, lectura independiente, y la experiencia práctica”, afirma Ariel Villarroel, docente de Unifranz y responsable de la Jefatura de Enseñanza y Aprendizaje (JEA).
El concepto de aprendizaje continuo, también conocido como lifelong learning, ha ganado relevancia a medida que las industrias evolucionan, las tecnologías se reinventan y las habilidades requeridas en el ámbito laboral cambian aceleradamente. En este contexto, el desafío ya no es solo aprender, sino también desaprender y reaprender. Estos dos últimos procesos, aunque menos intuitivos, son esenciales para mantener la vigencia del conocimiento en un entorno donde la información tiene fecha de caducidad.
El futurista Alvin Toffler anticipó esta realidad en su obra El shock del futuro, donde sostuvo que los analfabetos del siglo XXI no serían quienes no sepan leer y escribir, sino quienes no sepan aprender, desaprender y reaprender. Hoy sus palabras cobran un nuevo significado.
Según los especialistas, desaprender no implica olvidar, sino tener la capacidad de cuestionar lo aprendido, reformular ideas y adaptarlas a nuevos contextos. Reaprender, por su parte, es el proceso que permite reconstruir ese conocimiento desde nuevas perspectivas, más alineadas con las demandas actuales.
“El cerebro humano, gracias a su plasticidad, es capaz de crear nuevas conexiones neuronales y adaptarse a nuevas circunstancias, pero esto exige esfuerzo, intención y apertura”, señala Villarroel. Además, destaca cinco beneficios fundamentales del aprendizaje constante: la adaptación al cambio, el desarrollo profesional, el crecimiento personal, la creatividad y la motivación.
Para Jorge Blandó Martínez, presidente de la Red de Educación Continua de Latinoamérica y Europa (RECLA), las universidades deben asumir un nuevo rol frente al aprendizaje permanente. “Tenemos que aprender a lo largo de toda la vida, adaptarnos a los cambios que se presentan y las universidades tienen que colaborar en ese aspecto. Esa es la importancia de ayudar a la sociedad: que nadie se quede atrás y que todos tengan oportunidad”, sostiene.
Blandó advierte que los conocimientos cambian más rápido de lo que los sistemas educativos pueden reaccionar, por lo que urge la implementación de programas más flexibles, cortos y adaptables, que puedan brindar respuestas inmediatas a las necesidades del mercado laboral. En lugar de esperar años para modificar una malla curricular, propone el diseño de microcredenciales y cursos acelerados que respondan a competencias específicas.
Además, hace un llamado a transformar el enfoque institucional del aprendizaje continuo. “El problema que tenemos ahora es que las universidades lo ven como una extensión, como algo que si te da tiempo lo haces, o hasta lo ven como una forma de generar ingresos. Cuando en realidad deberían verlo como algo misional”, sentencia.
Según estudios recientes, el 55% de los conocimientos requeridos en las empresas cambiará en los próximos años. Frente a esto, se necesita una respuesta coordinada entre empresas, universidades y el Estado.
Claves para desarrollar una mentalidad de aprendizaje continuo
El aprendizaje permanente no ocurre de forma automática. Requiere de ciertas prácticas y hábitos que fomenten la exploración, la curiosidad y la adaptación. Según Villarroel, estos son algunos consejos clave para integrar el aprendizaje continuo en la vida cotidiana:
- Establecer metas claras de aprendizaje, con objetivos medibles.
- Aprovechar recursos digitales como cursos en línea, tutoriales y podcasts especializados.
- Leer regularmente e informarse con criterio.
- Buscar mentores y redes de apoyo que fomenten el intercambio de experiencias.
- Practicar lo aprendido, aplicando los conocimientos en la vida laboral o personal.
- Reflexionar sobre el proceso de aprendizaje y adaptarlo a las necesidades cambiantes.
- Integrar tiempos de estudio en la rutina diaria.
- Llevar un registro o diario de aprendizaje, que ayude a consolidar lo aprendido.
Además, se recomienda valorar el error como fuente de conocimiento, priorizar el proceso por sobre el resultado y mantenerse abierto a experimentar, incluso si eso implica cuestionar creencias firmemente arraigadas.
“Aprender toda la vida es más que una estrategia laboral. Es una filosofía de crecimiento personal”, concluye Villarroel. Y en un mundo donde las verdades de hoy pueden ser obsoletas mañana, esa capacidad de evolucionar se transforma en el mayor valor del ser humano moderno.