FOMO digital: el fenómeno que dispara la ansiedad y la desconexión emocional

By Manuel Joao Filomeno Nuñez

Jorge López

Basta con un gesto o deslizar el dedo sobre la pantalla, en segundos aparecen fotos de amigos en fiestas, viajes soñados o logros profesionales. La sensación de que otros viven más y mejor se instala, como un vacío en el pecho. Es el FOMO (Fear of Missing Out), el miedo a quedarse afuera, que se ha vuelto uno de los síntomas más claros de la vida digital.

“Este fenómeno no es solo una moda pasajera ni un invento de la cultura digital; es una señal de angustia que se expresa de manera silenciosa pero constante en muchas personas. Afecta la autoestima, la capacidad de valorar lo propio y hasta las relaciones más cercanas. Cuando alguien se obsesiona con lo que otros comparten, renuncia a nutrirse de su propia experiencia y a disfrutar del presente que está viviendo”, explica Liudmila Loayza, directora de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

Este fenómeno no se limita a la comparación ocasional, la exposición continua a las redes transforma lo cotidiano en un espacio de evaluación, donde la vida se mide en función de lo que se muestra en pantalla. Esa dinámica convierte al FOMO en un problema de salud mental que, aunque invisible, se extiende rápidamente en la sociedad.

“La exposición repetida a contenidos que muestran estilos de vida irreales o excesivamente idealizados puede generar sentimientos de insuficiencia, aislamiento social y baja satisfacción personal. En particular, los adolescentes y jóvenes son más vulnerables a internalizar estas comparaciones y desarrollar cuadros de ansiedad o depresión que pueden tener efectos a largo plazo en su bienestar”, alerta la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La presión no es menor, lo que antes quedaba en recuerdos compartidos entre amigos, hoy se multiplica en historias y publicaciones permanentes. Esa visibilidad amplifica la sensación de estar quedando fuera. Quien no aparece en las fotos o videos, siente que su vida no cuenta, lo que abre la puerta a problemas más profundos.

“Es imposible mantener el ritmo de todo lo que sucede en línea; la velocidad de los contenidos nos sobrepasa y genera la sensación de que todo se pierde si no se está conectado en tiempo real. Esa percepción refuerza la ansiedad y desgasta la autoestima, porque siempre parece que los demás están un paso adelante y uno queda relegado en su propia vida”, añade la directora de carrera.

En los adolescentes y jóvenes, la situación es aún más delicada. La necesidad de pertenencia y de aceptación se convierte en terreno fértil para el FOMO. Esa ansiedad de quedar fuera impulsa a revisar compulsivamente el teléfono, dificultando la concentración, el descanso y el contacto genuino con la realidad.

“El uso de redes sociales por más de tres horas al día está asociado con un aumento considerable de problemas de salud mental, el FOMO es uno de los factores que intensifican la dependencia, ya que la persona siente que desconectarse equivale a perder oportunidades sociales, lo cual genera un estado de alerta permanente y deteriora la calidad de vida”, explica la American Psychological Association, APA.

El desafío frente a este fenómeno no implica renunciar por completo a las redes sociales, sino aprender a relacionarse con ellas de manera más consciente. Se trata de establecer un vínculo equilibrado con el mundo digital, donde la tecnología no sea una fuente constante de ansiedad. Acciones como definir horarios de uso, seleccionar con cuidado el contenido que se consume y dedicar tiempo a experiencias fuera de la pantalla permiten recuperar la calma y fortalecer el bienestar emocional.

“Existen herramientas que permiten transformar la relación con las redes. Practicar la gratitud por lo que se tiene, establecer momentos de desconexión y enfocarse en actividades que nutran la identidad personal son formas efectivas de disminuir el FOMO. Al reconocer que lo que se comparte en línea no refleja toda la realidad, se reduce la presión de compararse y se recupera la capacidad de valorar la propia vida”, afirma Loayza.

Alternativa saludable

El concepto de JOMO (Joy of Missing Out), es decir, la alegría de perderse algo, se ha posicionado como la alternativa más saludable. No estar en todos los eventos ni participar en todas las conversaciones digitales no tiene por qué ser una pérdida; puede ser una oportunidad para vivir con más calma y redescubrir el valor del presente.

“No se trata de rechazar las redes, sino de recordar que la vida no necesita validación digital para tener valor. La verdadera riqueza está en vivir las experiencias con plenitud, incluso aquellas que parecen pequeñas, porque son las que construyen nuestra identidad y nuestro bienestar emocional”, concluye la directora de la carrera de Psicología de Unifranz.

El desafío está planteado. El FOMO seguirá existiendo mientras haya comparación, pero es posible aprender a mirar con distancia. Revalorizar los espacios propios, aceptar la desconexión como un derecho y disfrutar lo cotidiano son pasos necesarios para que el miedo deje de gobernar nuestra manera de vivir. Al final, lo que más tememos perdernos no está en la pantalla, sino en la vida real que transcurre frente a nosotros.

Deixe um comentário

O seu endereço de e-mail não será publicado. Campos obrigatórios são marcados com *