Identifica las señales a tiempo antes de una crisis familiar

By Aldo Juan Peralta Lemus

Reconocer las señales que muestran, que una familia necesita apoyo terapéutico es fundamental para prevenir conflictos mayores

En toda familia hay diferencias y momentos difíciles. Es normal discutir, tener puntos de vista opuestos o atravesar etapas de tensión. Pero cuando los conflictos se vuelven constantes, el diálogo se rompe o la convivencia se vuelve pesada, puede ser momento de pedir ayuda profesional. La terapia familiar no es solo para “familias con problemas graves”, sino para cualquier grupo que quiera mejorar su comunicación y fortalecer sus lazos.

Liudmila Loayza, Directora de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz), sostiene que existen momentos difíciles dentro del núcleo de la familia donde la participación de los individuos que la conforman resulta fundamental para mantener el equilibrio emocional y la comunicación. 

“Cuando el sistema familiar está en una desestructuración, por ejemplo: que los roles, que actualmente o cotidianamente se viven, estén alterados. Tal vez los hijos, que tendrían que estar estudiando o jugando, tengan que cumplir roles de cuidadores o de proveer a la familia, En realidad todo lo que altera una dinámica funcional se puede denominar una crisis, y es un periodo de tiempo específico, es un periodo de tiempo corto, largo pero que muestra que la familia no puede superar este problema”, sostiene la académica.

Reconocer las señales que muestran que una familia necesita apoyo terapéutico es fundamental para prevenir conflictos mayores y fortalecer los vínculos entre sus integrantes. Muchas veces, los problemas de comunicación, las discusiones constantes o el distanciamiento emocional se normalizan, y se piensa que “todas las familias son así”. Sin embargo, ignorar esas señales puede profundizar el malestar y generar dinámicas poco saludables que afectan la convivencia, la autoestima y el bienestar emocional de todos.

Un estudio reciente (2024) publicado en The Lancet Psychiatry, que abarcó 42 países y más de 28.000 familias, reveló que participar en ocho sesiones de terapia familiar puede reducir en un 63 % el riesgo de divorcio. Los investigadores destacaron que este tipo de intervención no solo mejora la comunicación y el entendimiento entre los miembros del hogar, sino que también representa una alternativa más económica y constructiva frente a los procesos legales de separación.

Señales

1. Cuando la comunicación se apaga. La primera señal suele ser la dificultad para hablar y escucharse. A veces los miembros de la familia evitan ciertas conversaciones por miedo a discutir; otras veces, los diálogos se transforman en gritos o reproches

2. Conflictos que nunca terminan. Es normal discutir, pero si los mismos temas generan peleas una y otra vez, por ejemplo, la crianza de los hijos, el reparto de tareas o los gastos del hogar, probablemente haya algo más profundo que no se está abordando. 

3. Cambios que alteran la dinámica. Las familias cambian con el tiempo. Un divorcio, una mudanza, la llegada de un bebé o la pérdida de un ser querido pueden sacudir la estabilidad emocional del grupo. 

4. Problemas de conducta en los hijos. Los niños y adolescentes suelen expresar el malestar familiar a través de su comportamiento. Si aparecen señales como rebeldía, aislamiento, bajo rendimiento escolar o irritabilidad, es importante mirar más allá del síntoma. 

5. Falta de límites o roles confusos. En muchas familias, los límites no están claros. Padres que compiten entre sí por la autoridad, hijos que asumen responsabilidades de adultos o parientes que se involucran demasiado pueden generar desequilibrio.

6. Distancia emocional. Otra señal de alerta es la sensación de desconexión. Cuando ya no hay interés por compartir tiempo juntos, cuando predomina la indiferencia o el afecto parece haberse apagado, la relación necesita atención. 

7. Estrés externo que afecta la convivencia. Los problemas laborales, las dificultades económicas o las enfermedades prolongadas pueden generar una tensión constante en el hogar. 

En estas situaciones, el apoyo mutuo, la empatía y la capacidad de escuchar sin juzgar se convierten en herramientas esenciales para resolver conflictos y fortalecer los lazos afectivos, promoviendo así un ambiente saludable y resiliente dentro del hogar.

Identificar a tiempo los cambios en la comunicación, los comportamientos o las relaciones familiares permite buscar ayuda antes de que los conflictos se vuelvan crónicos. La terapia familiar ofrece un espacio seguro donde cada miembro puede expresar sus emociones, comprender las de los demás y aprender estrategias para resolver diferencias de manera respetuosa. Este proceso no solo ayuda a resolver los problemas presentes, sino que también enseña herramientas para manejar futuras dificultades con mayor empatía y equilibrio.

“Se recomienda acudir a terapia familiar cuando existen situaciones en la familia que no las podemos superar, que no se intentado talvez por muchos medios para arreglarlas, que con una simple conversación puede funcionar. Para poder pedir un consejo y si, aun así, los problemas permanecen, entonces es oportuno acudir a un terapeuta familiar”, destaca Loayza.

Ir a terapia familiar no significa que algo esté “mal”, sino que la familia desea estar mejor. Reconocer que se necesita ayuda es un acto de responsabilidad y amor. Con el acompañamiento adecuado, las familias pueden aprender a comunicarse de forma más efectiva, resolver conflictos con respeto y fortalecer sus vínculos. La terapia no elimina los problemas, pero brinda herramientas para enfrentarlos con comprensión y unión. Al final, se trata de recuperar lo más valioso: el bienestar y la conexión emocional que hacen de la familia un verdadero refugio.

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