El turismo cultural impulsa las economías locales y fortalece la identidad boliviana 

By Aldo Juan Peralta Lemus

La exploración cultural a través del turismo representa una oportunidad estratégica para Bolivia.

El turismo cultural es una de las formas más enriquecedoras de conocer y valorar un país. No se trata únicamente de visitar monumentos o museos, sino de comprender el alma de un pueblo a través de sus costumbres, su patrimonio y sus expresiones vivas. En el caso de Bolivia, esta modalidad turística representa una oportunidad única para mostrar al mundo su enorme diversidad cultural y, al mismo tiempo, fortalecer la identidad nacional.

Gianmarco Fiori, director de la carrera de Administración de Hotelería y Turismo de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, destaca que el país posee una riqueza excepcional, desde sus patrimonios arquitectónicos y sitios arqueológicos hasta sus expresiones culturales y tradiciones vivas que se mantienen vigentes a lo largo de los años.

“El turismo cultural es la práctica de conocer y valorar ciertas manifestaciones históricas, culturales y patrimoniales que tiene Bolivia. Es clave por la diversidad que tiene para mostrar al mundo todo el tema de la cultura”, explica el académico.

De acuerdo con la Organización Mundial del Turismo (OMT), cerca del 40% del turismo en el mundo corresponde al turismo cultural. Este tipo de turismo aporta importantes beneficios económicos, ya que atrae a viajeros interesados en conocer museos, festivales, sitios históricos y manifestaciones culturales que reflejan la identidad de cada lugar.

Bolivia: Un mosaico de culturas vivas

En Bolivia, algunos de los ejemplos más representativos se encuentran las ciudades de Sucre y Potosí, ambas declaradas Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Su legado histórico y arquitectónico constituye un testimonio vivo del pasado colonial y de la influencia que ejercieron estos centros en la formación del país.

Asimismo, lugares como Tiwanaku y el Fuerte de Samaipata reflejan la profundidad de las civilizaciones precolombinas que habitaron el territorio boliviano y que hoy atraen a visitantes de todo el mundo.

Esta experiencia es aquel viaje motivado por el deseo de aprender, descubrir, experimentar y consumir los productos culturales de un destino, que incluye patrimonio tangible (sitios históricos, museos) e intangible (festivales, gastronomía, tradiciones locales).

Pero el turismo cultural no se limita a los monumentos y las ruinas. También abarca las manifestaciones vivas del pueblo boliviano. Como señala Fiori, “podríamos hablar de la famosa entrada folclórica de Oruro, que ha sido declarada como patrimonio inmaterial de la humanidad. Tenemos también culturas vivas como las Alasitas en La Paz y un tema gastronómico que está creciendo bastante en cada departamento”.

Estas expresiones son ejemplos del dinamismo cultural que caracteriza a Bolivia y que ofrece una experiencia auténtica a los visitantes.

Motor de desarrollo y orgullo nacional

Además del valor simbólico, el turismo cultural tiene un impacto directo en el desarrollo económico local. Fiori destaca que “esto nos va a generar ingresos a ciertas comunidades locales que van a poder mostrar sus tradiciones y costumbres”. Este aspecto resulta fundamental, ya que permite a las comunidades ser protagonistas del proceso turístico, compartir su patrimonio de forma sostenible y mejorar su calidad de vida sin perder su identidad.

La gastronomía, por ejemplo, se ha convertido en un elemento clave dentro del turismo cultural boliviano. Cada región ofrece sabores únicos que reflejan la diversidad geográfica y étnica del país. Desde el chairo paceño hasta el majadito cruceño, cada plato cuenta una historia y refuerza la conexión entre la cultura y la identidad.

Sin embargo, para que este potencial se traduzca en un desarrollo sostenido, es necesario invertir en formación y planificación. En este punto, se resalta la importancia de la preparación profesional y la especialización.

“Bolivia tiene un gran potencial para generar turismo cultural, pero debemos ir preparándonos. Es fundamental capacitar a guías especializados con temas culturales para atender a un público que viene a conocer lo nuestro” explica el académico. Este esfuerzo permitirá consolidar un nicho de mercado sólido, competitivo y respetuoso con las comunidades anfitrionas.

De esta manera no solo se fomenta la economía y el intercambio cultural, sino también fortalece el sentido de pertenencia. Al revalorizar el patrimonio tangible e intangible, se impulsa el orgullo por lo propio y se promueve la preservación de tradiciones que, sin el interés turístico, podrían perderse con el tiempo.

Esta exploración cultural representa una oportunidad estratégica para Bolivia. Es una herramienta de educación, desarrollo y reconocimiento internacional. Más que un simple desplazamiento, es una experiencia de aprendizaje mutuo que permite al visitante descubrir la esencia de un país diverso y al anfitrión reafirmar su identidad. Como afirma Fiori, el reto está en “mostrar al mundo lo nuestro, nuestra cultura, nuestras tradiciones y costumbres”, consolidando así un turismo que no solo genera ingresos, sino también orgullo y pertenencia.

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