El sarampión amenaza con volver: cómo prevenir un rebrote y cuidarnos si enfermamos

Imagen Unifranz

Fiebre, tos, congestión nasal, conjuntivitis, sarpullido y, en casos más graves, neumonía, encefalitis, diarrea o incluso ceguera. Aunque parezca una enfermedad del pasado, el sarampión —considerado erradicado en gran parte del mundo— está resurgiendo con fuerza. En los primeros meses de 2025, se han reportado brotes en regiones previamente inmunizadas, reabriendo un debate urgente sobre la salud pública y la prevención. 

“El sarampión es una enfermedad viral altamente contagiosa que afecta principalmente a los niños. Las razones más importantes por las cuales es crucial prevenir un brote son: el riesgo de complicaciones graves, las cuales pueden poner en riesgo la vida de los infectados, y la transmisión rápida de esta enfermedad”, explica Gabriel Mendoza, docente de Medicina en la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

Según la Organización Mundial de la Salud, en 2022 más de 136.000 personas murieron a causa de esta enfermedad, la mayoría menores de cinco años sin vacunación completa.

Bolivia, que había logrado eliminar el sarampión, enfrenta actualmente una situación compleja. En abril de 2025 se confirmó un caso importado en Santa Cruz: un niño de apenas un año y dos meses que había viajado a Brasil sin haber recibido ninguna dosis de la vacuna contra el sarampión, rubéola y paperas (SRP). Este episodio encendió las alertas sanitarias a nivel nacional, con bloqueos vacunales inmediatos y una intensificación de la vigilancia epidemiológica.

A ello se sumaron dos nuevos casos confirmados. El último, un niño de ocho años en Santa Cruz de la Sierra. Debido a esta situación, el Servicio Departamental de Salud (Sedes) declaró alerta roja. Las autoridades sanitarias ampliaron la alerta a otros departamentos, destacando la importancia de la vigilancia activa, la detección oportuna y la vacunación como medidas fundamentales para contener la propagación del virus.

La vacunación es el arma más poderosa en esta lucha. Gracias a la inmunización masiva, el sarampión dejó de ser una amenaza mortal en muchos países desde los años ochenta. Sin embargo, Mendoza advierte que la cobertura actual aún no garantiza una inmunidad colectiva.

“La vacuna es gratuita, segura, accesible y proporciona una inmunidad efectiva. También es crucial combatir la desinformación sobre las vacunas mediante educación pública basada en evidencia científica, para proteger a las poblaciones vulnerables”, puntualiza.

El rebrote actual responde a múltiples factores, como la disminución preocupante de la cobertura vacunal —exacerbada por la pandemia del COVID-19—, desinformación creciente, movilidad internacional y limitaciones en el acceso a servicios de salud. 

En regiones vulnerables o con comunidades aisladas, el seguimiento de los esquemas vacunales es más difícil, lo que genera focos de personas no inmunizadas que permiten la reintroducción del virus. 

La OMS advierte que la vacuna es el mejor antídoto contra este tipo de enfermedades virales y que, solo entre 2000 y 2022, se evitó aproximadamente 57 millones de muertes gracias a programas de inmunización. Sin embargo, estos logros están en riesgo si no se revierte la tendencia a la baja en la inoculación.

¿Cómo prevenir el sarampión y qué hacer si enfermamos?

La prevención del sarampión empieza con una vacunación oportuna. El esquema tradicional incluye dos dosis: la primera a los 12 meses y la segunda a los 23 meses de edad. En el contexto actual, estas dosis pueden administrarse en un lapso de solo un mes para garantizar una protección más rápida. Esta medida es vital especialmente para niños, adolescentes y adultos jóvenes que no completaron su esquema vacunal.

Para quienes estuvieron expuestos recientemente al virus, existe la posibilidad de aplicar Inmunoglobulina Humana Normal (HNIG) en las primeras 72 horas. Este tratamiento ofrece una protección inmediata pero de corta duración, y está especialmente indicado para bebés menores de seis meses y mujeres embarazadas no vacunadas.

En caso de enfermedad, los especialistas recomiendan medidas de cuidado domiciliario que ayuden a aliviar los síntomas y evitar complicaciones. Entre ellas destacan:

  • Hidratación continua: para prevenir la deshidratación causada por la fiebre.
  • Reposo y aislamiento: reducir el contacto social evita nuevos contagios, especialmente durante los cuatro días antes y después del sarpullido.
  • Control de fiebre: mediante compresas frías y medicamentos antipiréticos indicados por un profesional.
  • Alivio de la picazón: baños con avena coloidal o lociones de calamina.
  • Suplementación con vitamina A: puede reducir la severidad de la enfermedad, bajo indicación médica.

La rápida propagación del virus también requiere acciones comunitarias. Mendoza insiste en la importancia de la inmunidad colectiva. “La inmunidad personal es incompleta. Se requiere una amplia cobertura de vacunación en la población para prevenir brotes”.

En Bolivia, el Ministerio de Salud ha desplegado jornadas de capacitación junto a la OPS, fortaleciendo las capacidades regionales de respuesta, implementando visitas de campo para detectar casos sospechosos y ampliando el Monitoreo Rápido de Vacunación (MRV) en los 339 municipios. Si bien el país reporta una cobertura del 95% en la vacunación infantil, aún hay brechas en zonas rurales y periurbanas.

El resurgimiento del sarampión es un llamado de atención. La única vía para detenerlo es a través de la inmunización sostenida, una vigilancia epidemiológica activa y la erradicación de mitos en torno a las vacunas. No basta con haber eliminado la enfermedad en el pasado; mantenerla fuera requiere un compromiso constante de la sociedad y de los sistemas de salud.

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Manuel Joao Filomeno Nuñez

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