Por Fernando García
Ximena Gutiérrez tiene 22 años. A los 14 le diagnosticaron osteosarcoma, un tipo de cáncer que afecta las células que forman los huesos, una enfermedad que le costó la amputación de su pierna derecha.
Aunque su deporte favorito es la natación, quienes la conocen aseguran que su “determinación inquebrantable” le sirvió para escalar montañas, ascender hacia la esperanza de saberse frágil, pero decidida a superar la enfermedad.
“Estoy agradecida con el cáncer porque me ha cerrado muchas puertas, pero me ha abierto otras, por las que conocí gente maravillosa”, afirma ante la mirada atenta de un auditorio repleto de personas ávidas por escuchar la historia de sanación de un grupo de sobrevivientes de cáncer llegados de México y Francia, quienes honran la lucha contra esa enfermedad, con la ascensión a algunas de las montañas más desafiantes del planeta.
A la conquista del Huayna Potosí
Fundación Nuestra Esperanza opera en la ciudad de La Paz desde hace 12 años, en los que ofrece ayuda a niños y jóvenes con cáncer, además de sus familias. En su función altruista tomó contacto con la Fundación Cimas de la Esperanza, una organización franco-mexicana que reúne a sobrevivientes de la enfermedad, que de forma periódica alcanzan las cumbres más icónicas del mundo.
Con el apoyo de Fundación Unifranz, los escaladores que sortearon la muerte y se impusieron al cáncer llegaron a Bolivia para continuar con su travesía, esta vez con el ascenso al Huayna Potosí, un macizo de 6.088 metros ubicado al norte de la sede de gobierno.
“Subiremos cuatro sobrevivientes de cáncer mexicanos, dos de ellos sólo tienen una pierna, otro perdió un ojo y tenemos otra integrante que superó el cáncer de mama. Nos acompañan, además, seis guías mexicanos, uno francés, otro peruano y el staff, con el que completamos un equipo de 17 personas para la expedición”, precisó Mateo Dornier, fundador de la Fundación Cimas de la Esperanza.
El grupo de expedicionarios llegó al país con la meta de conquistar la cúspide del Huayna Potosí, pero, en las horas previas al ascenso, protagonizaron el conversatorio “Nuevos caminos”, a través del cual narraron sus experiencias de lucha contra la enfermedad, una actividad a la que se unieron las voces de supervivientes bolivianos, que compartieron sus vivencias con la comunidad.
“El cáncer es una enfermedad que te desgasta emocional y mentalmente, eso no sólo afecta a los que la padecen, también a sus familias”. “En la calle, cuando estás sin cabello por el tratamiento, la gente te mira raro”. “Cuando era niño escuchaba que había papás que les decían a sus hijos que no se me acerquen, porque podía tener algo contagioso”. “El cáncer es una enfermedad de largo tratamiento, que te enseña, puede ser lo mejor que te pase en la vida, si logras sanar y volver a empezar”, fueron algunos de los testimonios de los sobrevivientes.
Organizaciones que transmiten esperanza
“Para nosotros es importante no sólo mostrar la parte dura del cáncer, sino mostrar también que el cáncer se puede vencer. Los tratamientos pueden durar tres, cinco años, y como fundación ayudamos a los papás de los enfermos a alojarse, para alentarlos a que no dejen el tratamiento de sus hijos y no se dejen vencer, que sigan en la lucha”, sostuvo Mónica Méndez, presidenta de la Fundación Nuestra Esperanza.
En Bolivia, sólo cuatro de los nueve departamentos tienen médicos oncólogos y centros especializados para ofrecer ese tipo de atención.
El cáncer infantil es uno de los peores flagelos que atraviesa la sociedad desprovista de un seguro médico con atención especializada. Por eso, los papás con hijos con esta enfermedad de las otras cinco regiones sin especialistas tienen que migrar para buscar tratamiento.
Es entonces que llegan hasta la que se conoce como la Casita Esperanza, donde reciben alimentación y cobijo, mientras acompañan a sus niños en el tratamiento oncológico.
Un ascenso de cuatro días
El grupo de escaladores sobrevivientes del cáncer ya conquistó las cimas del Iztaccíhuatl, un volcán inactivo de 5.230 metros ubicado al centro de la geografía mexicana; el Pico de Orizaba, que se erige a 5.636 metros y es considerada la montaña de mayor altura de ese territorio de Norteamérica. En Europa, treparon los Alpes Peninos, donde se levanta la Pirámide Vincent, cuya cumbre se sitúa a 4.215 metros.
Esos hitos nutrieron de experiencia a los montañistas, quienes trazaron el objetivo de extender sus fronteras y alcanzar el punto más alto del Huayna Potosí, un ascenso que demandará cuatro días de sacrificio.
“Queríamos llevar este proyecto un poco más alto, hasta los 6.000 metros, por eso elegimos a Bolivia, por la presencia de las fundaciones y la belleza de sus montañas. Luego de este objetivo buscaremos el Aconcagua, siempre con la idea de ser un testimonio de que hay vida después del cáncer”, sostuvo Mateo.
La ascensión comenzará al amanecer del jueves 23 de mayo y se dividirá en cuatro fases: la primera de salida hasta el refugio de Zongo, ubicado a 4.750 metros sobre el nivel del mar (msnm). La segunda etapa incluye la subida hasta Campo Alto, a 5.270 msnm. El tercer tramo llegará hasta el Glaciar Cumbre (6.094 msnm) y la cuarta fase cerrará con la conquista de la cima y el descenso.
“Queremos conocer las montañas de Bolivia y luego armar un programa de entrenamiento con guías locales, para que después estén preparados para ascender con nosotros en Francia o en México. La idea es dar inicio a una gran aventura entre los tres países”, añadió el fundador de la Fundación Cimas de la Esperanza.
La vida después del cáncer
Como parte de su programa de responsabilidad social universitaria, el 2 de agosto de 2012, la Universidad Franz Tamayo creó la Fundación Unifranz, desde la que impulsa la educación basada en valores con proyectos de ayuda social y fomento del talento humano.
Es así que al menos siete sobrevivientes —algunos de ellos disertantes del conversatorio “Nuevos caminos”— son estudiantes o profesionales que recibieron becas de la universidad para continuar con sus vidas después de superar la enfermedad. En consecuencia, sumaron su aliento a la causa de “Ascensión a la esperanza”.
“Hemos vivido un momento muy emotivo al transmitir un mensaje de resiliencia a través de experiencias de vida que se resumen, finalmente, en la conquista del Huayna Potosí. Como Fundación Unifranz armamos una especie de cápsula del tiempo, un aguayo en el que guardamos unas grullas con las banderas de Francia, México y Bolivia, junto con hojas de coca y los mensajes escritos por las personas que escucharon el conversatorio”, detalló María del Pilar Hidalgo Araoz, directora de la institución universitaria.
Esa chuspa (bolsa de tejidos tradicionales) que atesora los buenos augurios, los colores de las naciones y las manualidades de quienes crean consciencia sobre la importancia de la medicina preventiva frente a la enfermedad, llegará hasta la cima del majestuoso Huayna Potosí, que se convertirá en una nueva cima conquistada por la esperanza de luchar y superar el cáncer.