“Vivo con VIH desde hace cinco años. Me transmití por relaciones sexuales sin protección. Cuando me dieron mi diagnóstico, fue como si me estuvieran dando una segunda oportunidad de vida”, dice Christopher, un activista de la comunidad LGBT que trabaja en temas de prevención de VIH desde hace más de una década.
El activista indica que, a sus 42 años, la enfermedad le cambió “radicalmente la vida” porque si no toma “sagradamente” sus retrovirales, en poco tiempo sus defensas podrían bajar y comprometer severamente su salud.
El VIH (virus de la inmunodeficiencia humana) es un virus que ataca el sistema inmunitario del cuerpo. En la actualidad, no hay una cura eficaz contra esta enfermedad por lo que una vez que se contrae, se tiene de por vida. Sin embargo, con la atención médica adecuada, se puede controlar.
Carla Wendy Vásquez, especialista en salud familiar y docente de la carrera de Medicina de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, indica que las personas con VIH tienen tasas altas de afecciones médicas subyacentes ya que el virus debilita su sistema inmunitario y puede llevar a que esa persona se vuelva inmunodeprimida.
“El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) ataca el sistema inmunitario y debilita los sistemas de defensa contra las infecciones y contra determinados tipos de cáncer. A medida que el virus destruye las células inmunitarias e impide el normal funcionamiento de la inmunidad, la persona infectada va cayendo gradualmente en una situación de inmunodeficiencia”, dice la médico.
Los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) son alarmantes. El VIH sigue siendo uno de los mayores problemas para la salud pública mundial, con más de 40 millones de decesos en todo el planeta, desde que se detectaron los primeros casos.
Se calcula que a finales de 2022 había 39 millones de personas que vivían con VIH y que sólo en ese año fallecieron 630.000 personas por causas relacionadas con el VIH y 1,3 millones contrajeron el virus.
“La vida no sigue igual”, dice Christopher al referirse al proceso que atravesó luego que lo diagnosticaron. Como sucede con cualquier otra enfermedad, tuvo que poner más atención en su cuidado, comer mejor, descansar más tiempo, no estresarse y llevar una vida más tranquila.
“He tenido que cambiar muchas percepciones que tenía de mí mismo, asumir con responsabilidad este diagnóstico, tratar de cuidarme, cuidar a los que están a mi alrededor y tratar de difundir la información a más personas para que estas transmisiones se vean frenadas y no haya más personas viviendo con el VIH”, puntualiza el activista.
¿Cómo se detecta el VIH?
La Fundación Huésped sostiene que el VIH no tiene síntomas. Por lo tanto, la única manera de saber si alguien contrajo el mal es a través de un test que consiste en un análisis de sangre que detecta la presencia de anticuerpos.
“Existen dos tipos de test: el llamado ELISA que es una extracción de sangre y se realiza en un laboratorio, y el test rápido, para el que se depositan unas gotas de sangre de la yema de un dedo sobre una tira reactiva y cuyo resultado se obtiene veinte minutos después. En ambos casos, si el resultado es positivo, debe ser confirmado con una prueba de laboratorio denominada Western Blot”, indica la Fundación. El análisis de VIH es voluntario y confidencial.
Tratamiento
El tratamiento para el VIH (terapia antirretroviral, TARV o ART) implica tomar medicamentos según las indicaciones del profesional médico. Este tratamiento reduce la cantidad de VIH en el cuerpo y ayuda a que se mantenga sano.
En Bolivia el tratamiento es gratuito y lo proporciona el Estado, a través del Programa Nacional de ITS/VIH/SIDA del Ministerio de Salud.
Christopher indica que el tratamiento consiste en tres medicamentos encapsulados en una sola pastilla que se toman todos los días.
“Puede ser que alguno de los componentes químicos no esté funcionando bien en el organismo y la carga viral sube, y los médicos te cambian de esquema. Un segundo esquema tiene otros medicamentos, pero si la carga viral sigue subiendo se vuelve a cambiar el esquema (…). Si alguno de los componentes no está funcionando bien, se te puede complicar la vida”, señala.
Los retrovirales, como cualquier medicamento a largo plazo, pueden tener efectos adversos, tales como la descalcificación, el aumento de peso, daño estomacal o afectación a la vista.
“Con los resfríos, también tengo que cuidarme bastante, porque un resfrío en una persona que vive con VIH, se puede agravar, todo depende del organismo, no en todos los casos es igual”, agrega.
En tanto, Vásquez asegura que el tratamiento eficaz del VIH depende del acatamiento de los medicamentos, como los recetaron, conocido como cumplimiento terapéutico.
La especialista señala que hay que desmitificar algunas creencias que se han instalado en el imaginario colectivo, tales como que el virus podría transmitirse por picaduras de mosquitos o de algún otro insecto o por estrechar las manos o abrazar a una persona que vive con el virus.
“Es más, muchas personas con VIH han logrado tener hijos sin ser portadores del virus. Actualmente, existen estrategias que permiten a las personas que viven con VIH tener hijos sin el riesgo de transmitirles la enfermedad”. dice.
Factores de riesgo
La OMS asegura que hay comportamientos y afecciones que aumentan el riesgo de contraer el VIH, tales como:
- Tener relaciones sexuales, anales o vaginales, sin preservativo;
- Padecer otras infecciones de transmisión sexual (ITS), como sífilis, herpes, clamidiasis, gonorrea o vaginosis bacteriana;
- Hacer un consumo nocivo de bebidas alcohólicas o drogas en el contexto de las relaciones sexuales
- Compartir soluciones de drogas, agujas, jeringuillas u otro material de inyección que estén contaminados
- Recibir inyecciones, transfusiones o trasplantes de tejidos sin garantías de seguridad, o ser objeto de procedimientos médicos que entrañen cortes o perforaciones con instrumental no esterilizado
- Pincharse accidentalmente con una aguja, hecho particularmente frecuente en el personal de salud.
Prevención
“Yo he cometido el error de no haber usado correctamente el preservativo pese a estar informado. Asumo con responsabilidad mi diagnóstico y me cuido a mí mismo. Y ésa es la mejor manera que uno tiene que enfrentar la situación”, indica Christopher, quien recomienda prevenir este mal a partir de la información, la desmitificación respecto al uso del preservativo y llevar una vida sexual plena, pero saludable.
Por su parte, la docente universitaria indica que el uso de preservativos masculinos o femeninos durante las relaciones sexuales, la realización de pruebas de VIH y de otras infecciones de transmisión sexual, la circuncisión quirúrgica masculina voluntaria y el uso de los servicios de reducción de daños para los consumidores de drogas inyectables son, tal vez, las mejoras formas para prevenir la transmisión del VIH.
Vivir con VIH puede desencadenar estrés o ansiedad
No cabe duda que vivir con cualquier enfermedad crónica desencadena situaciones de estrés y ansiedad. Los pacientes que lidian con esta situación enfrentan el duelo de asumir que las cosas no serán como antes.
Cecilia Méndez Calle, docente de la carrera de Psicología de Unifranz indica que “cuando hablamos de VIH el paciente presenta síntomas que pueden afectar la vida diaria, éstas incluyen: tristeza persistente, negativismo, culpabilidad, sensación de ‘vacío’, sensación de impotencia, pérdida del apetito, desinterés por interactuar con los demás”.
¿Cómo lo superamos? Es importante el manejo multidisciplinario tanto del área médica como psicológica comprendiendo que la patología existente desarrolla cambios biológicos y también psicológicos, será de gran importancia la contención familiar y el apoyo de la sociedad.
La contención familiar juega un rol importante en este tipo de pacientes, dice la profesional.
No estigmatizar, es el desafío para la sociedad
“El estigma social es muy fuerte. Recientemente he dado algunos talleres sobre VIH a estudiantes de enfermería. Ellos tenían la percepción de que una persona que vive con VIH es promiscua, tiene una vida alocada, se mete con quien sea o no tiene control”, reflexiona Christopher.
Para la psicóloga Cecilia Méndez, los estigmas son básicamente un prejuicio que se genera y excluye a un grupo de personas por alguna condición. “Es importante desarrollar un propio concepto sobre VIH desde el real conocimiento, la empatía, sin generar discriminación, pues éstos sólo causan una imagen negativa en la persona que vive con esta condición y que desde ya debe lidiar con diferentes dificultades biológicas y emocionales”.
Los estigmas crean retrocesos en los pacientes, que muchas veces se niegan a aceptar la enfermedad y no llegan a concretar su tratamiento.
“Aceptar la enfermedad en un importante paso y como sociedad nuestro deber es dejar de lado los estigmas y contener a una población que también necesita de nosotros”, concluye la profesional.