Universidades: el nuevo laboratorio para desarrollar soluciones sostenibles para la comunidad

By Leny Chuquimia

Las universidades de hoy se han convertido en incubadoras de innovación.

En las últimas décadas, el mundo ha entrado en una carrera contrarreloj para enfrentar una serie de desafíos ambientales, sociales y económicos que amenazan el futuro. Cambio climático, pérdida de biodiversidad, migraciones forzadas, desigualdad y crisis sanitarias se han convertido en un listado recurrente en la agenda global.

Sin embargo, en medio de este panorama complejo, un actor histórico pero renovado emerge como una pieza clave en la búsqueda de soluciones: las universidades. Prótesis operadas con inteligencia artificial, proyectos que apuestan por la economía circular y hasta propuestas para el cambio de la matriz energética.

“Desde las universidades, ahora tenemos que formar profesionales socialmente responsables porque ya son ciudadanos universales. Ya no es, ni puede ser, una persona que diga: ‘yo estoy aquí, en mi mundo’. Ahora se debe tener la capacidad de generar respuestas reales a las necesidades de la comunidad”, señaló el director de la carrera de Ingeniería Comercial de Unifranz, sede La Paz, Carlos Molina.

Y es que, como dice, ya no se trata únicamente de formar profesionales. Las universidades de hoy se han convertido en incubadoras de innovación, impulsoras de emprendimientos y generadoras de proyectos con un enfoque de sostenibilidad.

Aprender y hacer desde el aula

En Bolivia, una prótesis de mano electrónica puede costar desde tres mil quinientos bolivianos en adelante. El costo y el mantenimiento hacen que, para muchas personas, sean inaccesibles. Este es un problema al que Ronald Choque, estudiante de Ingeniería de Sistemas de Unifranz, decidió buscarle una solución.

Aún no ha terminado la carrera, pero, como parte de las materias que cursa, desarrolló una prótesis que puede ser manejada mediante inteligencia artificial y un teléfono inteligente. Lo más importante: el costo es mucho menor y la calidad es superior.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) señala que las universidades juegan un papel crucial en la “innovación inclusiva”, aquella que no solo impulsa el desarrollo económico, sino que también considera el impacto ambiental y la equidad social. Y es precisamente aquí donde las incubadoras universitarias entran en juego.

Una incubadora universitaria es mucho más que un espacio físico con escritorios y computadoras. Es un ecosistema de apoyo que proporciona asesoría, mentoría, acceso a redes y recursos tecnológicos para que estudiantes y emprendedores puedan transformar una idea en una solución viable y sostenible.

Por ejemplo, Leonardo y Heily, dos jóvenes estudiantes de Bioquímica y Farmacia de Unifranz, pensando en el problema ambiental que implica la producción de papel, decidieron crear uno a partir de desechos. La iniciativa, denominada Ecopapel de piña, consiste en la elaboración artesanal de papel a partir de las coronas de piña.

Todo comenzó en el aula. Su desarrollo es el resultado de un enfoque educativo práctico, basado en la filosofía de “aprender haciendo”, donde los estudiantes no solo absorben teoría, sino que la aplican para resolver problemas reales del entorno.

“En Unifranz formamos esta clase de profesionales que van a salir al mercado y van a tener actitud frente a diferentes problemas de la sociedad. Queremos lograr que el ‘aprender haciendo’ sea algo real que aporte a la sociedad, que cause impacto y tenga significado”, añade Molina.

Retos y desafíos

El modelo tradicional de educación superior, centrado en la transferencia de conocimiento desde el aula hacia el estudiante, está siendo sustituido por un enfoque más dinámico y horizontal. En este nuevo paradigma, los estudiantes, docentes e investigadores trabajan junto a actores sociales, empresas y gobiernos para crear soluciones a problemas concretos.

Sin embargo, pese a los avances, las incubadoras universitarias en diferentes partes del mundo enfrentan desafíos importantes. Entre ellos, la falta de financiamiento, la necesidad de integrar la sostenibilidad en todos los currículos y la dificultad de vincular a los egresados con las iniciativas que surgieron en su etapa académica.

Además, está la brecha digital y la falta de acceso a tecnología, que limitan la capacidad de algunas universidades para desplegar incubadoras plenamente operativas. La UNESCO advierte que la educación superior en América Latina todavía enfrenta desigualdades significativas que impactan en su capacidad innovadora.

“Hay ideas muy buenas que se deben trabajar y potenciar; los docentes debemos ver cómo apoyamos y ayudamos en el desarrollo. Porque, cuando no hay apoyo y se quedan en ideas, no llegan a nada. Se debe lograr generar el respaldo de otras instancias para concretar proyectos que son de beneficio para toda la sociedad”, concluye Molina.

Las aulas ya no son espacios cerrados. En sus pasillos y laboratorios se gestan las ideas que podrían definir el rumbo de nuestras ciudades, nuestros ecosistemas y nuestra forma de vida. La pregunta no es si las universidades pueden liderar el cambio hacia la sostenibilidad, sino si la sociedad sabrá escuchar, apoyar y multiplicar esas voces.

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