Daniela Moscoso desbordaba de felicidad al modelar el saco para dama hecho a telar. La prenda lucía adornos de aguayo (textil andino) en la cintura, mangas abiertas y holgadas con caída en “A”, a la que bautizaron como el cárdigan “Madalu”.
La idea surgió en grupo de estudiantes de Administración de Empresas. El inicio se remonta al proyecto de “Apoyo a la Organización Económica de Productores Artesanales con Identidad Cultural: Asociación Artesanal Boliviana Señor de Mayo” (ASARBOLSEM)”, una ONG que asocia mujeres de bajos recursos, migrantes, productores y artesanos. El camino les llevó a exportar el modelo que diseñaron a países de América Latina y Europa.
Junto a Moscoso, el grupo de estudiantes que acompañó a la ONG estaba conformado por Fernando Cruz, Daniel Valdez, Mateo Gómez y Mishelle Rodríguez, todos estudiantes de Administración de Empresas.
“En un principio fue ‘shockeante’. No entras a la universidad con la idea que desde el primer día de clases te digan ‘ve y busca una empresa con la cual puedas poner en práctica todo lo que te estamos enseñando’. Nos hicieron trabajar en grupos y escogimos a ASARBOLSEM” relata a Daniela Moscoso, estudiante de segundo semestre de la Carrera de Administración de Empresas de Unifranz.
La participación de los estudiantes significó un punto de inflexión en la organización. A partir de su asesoramiento, las integrantes de la ONG hicieron cambios en el manejo contable y administrativo, redes sociales, publicidad, promoción y el uso de marca de los productos, desde una perspectiva teórica, estratégica y creativa.
“Lo que debemos aprender, lo aprendemos haciendo”, dice una cita popular que se la adjudicó a Aristóteles, un filósofo griego. Es una forma de aprender distinta, donde el estudiante es agente de su propio conocimiento, los incentiva el trabajo creativo, autónomo y genera sensibilidad para solucionar problemas de la propia realidad, dice Leticia Frida Quenta Marcani, parte del equipo de docentes que gestiona esta realidad desde el primer día de clases.
Tras elegir la ONG, había que explorar, conocerla profundamente desde la filosofía organizacional, el modo de trabajo, su gente, realizar un análisis de demanda y oferta, costos, inventarios. Se requería un diagnóstico de la situación actual de la empresa, para trabajar una propuesta de mejora tras una evaluación económico financiera, apunta Daniel Valdez, uno de los precursores del proyecto.
El “aprender haciendo” se adecua a este tipo de metodología de interacción con el conocimiento. Impulsa un aprendizaje activo, efectivo y colaborativo, que permita a cada estudiante, en sus grupos, manipular su objeto de estudio, reflexionar sobre él, y plantear soluciones de acuerdo al conocimiento generado en aulas desde lo teórico, dice Shirley Álvarez Goyzueta, docente miembro del equipo de implementación de la metodología en Unifranz. “Saber hacer y no sólo saber”, es el reto.
Antonia Rodríguez, ex ministra de Desarrollo Productivo y Economía Plural de Bolivia y directora de ASARBOLSEM, destaca la importancia de vincularse con la academia si se quiere crecer. “Los estudiantes nos solicitaron hacer un proyecto, nosotros hemos sido abiertos al respecto y les mostramos lo que hacemos, los productos hechos a mano, la materia prima, lo que producimos y lo que nuestros clientes aceptan. Hoy nos damos cuenta de que la universidad está valorando a la organización”.
No basta con teorizar, hay que poner en práctica, vincular a la sociedad, sus instituciones. Es lo que en Unifranz con los socios formadores, enfatiza Álvarez. El objetivo de estos proyectos es darle competencias al estudiante y formar un perfil profesional desde el inicio de la carrera. “No estamos buscando el típico estudiante que sueña con ir a trabajar en una gran empresa, sino que se está construyendo a futuros empresarios, futuros emprendedores que conozcan y tengan herramientas sólidas desde que empiezan su preparación profesional”.
Beneficio mutuo
Para Rodríguez, el modelo de aprendizaje que trabaja la universidad no solo desarrolla un crecimiento en los estudiantes, sino también en la organización. Aportan a su progreso, con conocimiento en el área administrativa y contable de este tipo de emprendimientos formados desde la experiencia.
“En realidad, ambos vamos a apoyarnos, ambos podemos crecer más, ellos crecen en lo práctico, nosotros en lo teórico, eso es bonito, trabajar los dos y es más bonito compartirlo con ellos, inclusive nosotros podemos darles el trabajo y ellos hacen la parte teórica que va a fortalecernos a nosotros y fortalecer también la calidad de los productos y eso va en beneficio de ambos”, afirma.
Rodríguez hace énfasis en la necesidad de convenios entre las universidades y las empresas y organizaciones porque permite la capacitación de los estudiantes. Se abre paso, de esta manera, a un aprendizaje desde soluciones reales a casos reales, de la mano de la innovación y productividad, fortaleciendo los valores y la complementariedad.
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