Residuos biomédicos: una amenaza invisible que compromete la sostenibilidad del planeta

By Lily Zurita Zelada

La sostenibilidad del planeta se juega, en gran parte, dentro de los hospitales. Aunque poco se hable al respecto, la gestión de residuos biomédicos es un tema clave en la agenda ambiental global, especialmente después de la pandemia. Mascarillas, guantes, jeringas, bisturíes, material quirúrgico, restos orgánicos y hasta residuos radioactivos o farmacéuticos, representan un serio desafío ambiental y sanitario que debe abordarse con urgencia, criterio técnico y visión a largo plazo.

Wendy Vargas Guzmán, ingeniera biomédica especializada en telemedicina y gestión de proyectos, quien ha liderado procesos de diseño e implementación de sistemas de gestión de residuos biomédicos tanto en Bolivia como en Centroamérica asegura que “la sostenibilidad del planeta también depende de lo que no vemos, de aquello que se descarta en los centros de salud y que, si no se maneja correctamente, se convierte en un foco de contaminación ambiental y riesgo sanitario para las futuras generaciones”. 

La experta abordará esta problemática en el IV Congreso Internacional en Salud: innovación y sostenibilidad, organizado por la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, y que se realizará este 10 y 11 de abril en la ciudad de Cochabamba. El tema de la ponencia es “Hospitales verdes: innovación y sostenibilidad en la gestión de residuos biomédicos”. 

Un problema de fondo y de escala

Durante la pandemia, las mascarillas desechables se convirtieron en un insumo vital, pero también en una amenaza silenciosa, ya que estos implementos tardan hasta 400 años en degradarse. En el caso de los guantes, si no son biodegradables, su proceso de descomposición puede durar hasta 300 años. 

“Los sistemas de salud generan toneladas de residuos peligrosos cada día. Se estima que, por cada 100 camas hospitalarias, se generan unas 3.400 toneladas diarias de residuos biomédicos, lo que representa una carga insostenible si no se gestiona adecuadamente”, alerta Vargas.

Los residuos biomédicos —también conocidos como residuos hospitalarios o clínicos— incluyen todo desecho contaminado con fluidos humanos, material infeccioso, restos quirúrgicos y objetos cortopunzantes. Su mal manejo puede derivar en la propagación de enfermedades infecciosas, contaminación del agua, aire y suelo, y un alto costo para la salud pública y el medioambiente.

“Antes de los años 90, no existían normas ni protocolos claros. Los residuos hospitalarios se mezclaban con la basura común. Se incineraban a cielo abierto, se enterraban sin medidas de seguridad o terminaban en vertederos municipales. Era una bomba de tiempo sanitaria y ambiental”, recuerda la especialista.

Hoy, muchos países han avanzado en la creación de normativas específicas para la gestión de residuos biomédicos. Estas regulaciones exigen, entre otros aspectos, la clasificación adecuada de los residuos, su almacenamiento temporal en contenedores especiales, la recolección diferenciada y la aplicación de tecnologías como la esterilización, destrucción térmica o compactación, dependiendo del tipo de desecho.

Tecnología en la gestión de residuos biomédicos

Uno de los avances más importantes es la implementación del sistema Hydroclave, una tecnología que permite la esterilización a alta temperatura y presión de los residuos biomédicos, eliminando microorganismos sin incineración. 

“En varios proyectos hospitalarios que he liderado en países como Guatemala y Honduras, implementamos sistemas integrales de gestión de residuos biomédicos, incluyendo el diseño del mobiliario hospitalario con compartimentos especiales para cada tipo de residuo y la incorporación de sistemas de esterilización y compactación automatizada”, explica Vargas.

En Bolivia también existen ejemplos positivos, aunque todavía aislados. La experta menciona casos como los hospitales Gastroenterológico de Cuarto Nivel, el de Tercer Nivel de Sucre y el de Villa Tunari, donde se incorporó tecnología específica para la gestión de residuos, desde esterilizadores hasta diseño funcional del espacio para su recolección y transporte interno.

La clave, según Vargas, está en cambiar el enfoque con el que se diseñan y operan los centros de salud. “Si incorporamos la gestión de residuos biomédicos como un criterio excluyente desde la planificación de un hospital, podemos reducir la dependencia de servicios tercerizados, ahorrar recursos y minimizar el impacto ambiental. Es una cuestión de visión y compromiso con la salud pública y con el planeta”.

Un enfoque propio de los hospitales verdes

Este enfoque se vincula con el concepto de hospital verde, una tendencia internacional que promueve edificaciones sostenibles, eficientes en energía y respetuosas con el entorno natural. 

“Un hospital verde no solo se preocupa por el bienestar de los pacientes y el personal, también por su huella ecológica. Y eso incluye el uso responsable de materiales, el ahorro energético, el reciclaje y, por supuesto, la gestión adecuada de los residuos que genera”, dice la experta.

Además de reducir la contaminación, una buena gestión de residuos biomédicos aporta en múltiples frentes: optimiza recursos, fomenta la economía circular, reduce la huella de carbono, protege la biodiversidad, evita la propagación de enfermedades y mejora la percepción social de las instituciones de salud.

“Estamos frente a una oportunidad invaluable de repensar la relación entre salud y sostenibilidad. Los hospitales no pueden seguir siendo solo espacios de curación, deben transformarse también en espacios de preservación ambiental. Cada jeringa bien desechada, cada guante esterilizado, cada protocolo seguido, es una contribución concreta al cuidado del planeta”, concluye Wendy Vargas.

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