Por Fernando García
Cuestionar lo que parece evidente, usar el ingenio para encontrar soluciones a problemas complejos, y desarrollar el sentido para orientar el camino de la humanidad son tres competencias de la educación del futuro.
Como nunca antes había sucedido, las sociedades y la educación —motor de su desarrollo— atraviesan cambios a una velocidad de vértigo. “El futuro ya es presente”, afirma el director del colegio Alberto Blest Gana, Ricardo Román.
Sobre sus espaldas y la de su plantel docente recae el prestigio de una de las 100 mejores instituciones educativas del mundo. Por eso, como referente del área, la educación, la innovación y el futuro van de la mano y demandan competencias que se deben aplicar hoy.
“Apertura crítica para estar cuestionando y cuestionándose lo que parece evidente y no lo es. Creatividad para encontrar soluciones a problemas nuevos y complejos, y sentido para orientar los infinitos recursos de creación que nos proveen las tecnologías”, son los criterios que el director resume al momento de enumerar las habilidades y principios que considera que las nuevas generaciones deben tener para enfrentar una era de la educación marcada por la explosión de la tecnología.
Román expondrá el tema “Competencias para la vida: vinculación colegio-universidad y mercado laboral” durante el “V Foro Internacional de Innovación Educativa: el futuro de la educación, reflexiones desde Bolivia para Latinoamérica”, organizado por la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, que se realizará en Santa Cruz de la Sierra, el 2 y 3 de mayo, y que contará con la participación de renombrados expositores nacionales e internacionales.
Tecnología: motivador del conocimiento
Al convenir que la tecnología cambió todos los ámbitos de la vida a un ritmo acelerado, el mundo en que viven y vivirán los estudiantes se ve afectado respecto a los procesos enseñanza-aprendizaje. Para Román, el factor de éxito no está en eludir a los recursos digitales en el aula, sino acompañar su entendimiento y aplicación.
“Debemos introducir a los estudiantes a un uso creativo y seguro de las tecnologías. Pero, además, tenemos que utilizarlas en la escuela porque son un motivador de los aprendizajes al hacer más entretenida la experiencia en el aula”, sostiene desde Santiago de Chile.
Desarrollar estas competencias de la educación del futuro se convierte en una experiencia integral cuando también se inculcan elementos que refuerzan la confianza para salir a un mundo diverso y multicultural.
“Se debe forjar la capacidad de crear confianza en los alumnos (para relacionarse) con personas de culturas, edades y creencias diferentes a las suyas”, apunta el educador.
Progreso con valores humanos
La transición del colegio a la educación superior es una de las etapas que desnuda la preparación académica recibida por el estudiante a la hora de ingresar a una carrera universitaria. En estos tiempos disruptivos, la tecnología puede llenar los vacíos del proceso educativo que antes eran difíciles de cubrir por el maestro. Sin embargo, hay componentes que sólo el profesor puede transmitir: los valores humanos.
“Si no se preservan los valores, de nada sirve la educación. La escuela es mucho más que una fábrica de transmitir conocimientos, la escuela es el lugar donde se aprende humanidad y ciudadanía, donde los niños pueden aprender a ser personas buenas y felices”, subraya Román.
Al vislumbrar el futuro de la educación, las prácticas pedagógicas de procesos heredados y repetidos desde hace al menos 10 siglos —como observa el experto en innovación educativa Lluis Pastor— quedan obsoletos, y conceptos como ser competitivo para alcanzar el éxito ya no tienen razón de ser.
“Las habilidades del futuro no sólo son las tecnologías, sino que por el mismo peso social de las tecnologías y la velocidad en que nos hacen vivir, necesitamos desarrollar habilidades sociales y emocionales, para convivir en confianza y colaboración, y para vivir con fortaleza emocional ante la confusión, las frustraciones y también para darle sentido al éxito”, declara el director del colegio Alberto Blest Gana.
Ya no competir, sino compartir y colaborar; y no buscar el éxito como la meta, sino darle sentido a un logro son las diferencias que marcan un antes y un después en la educación.