Movilidad estudiantil: la llave que abre puertas al mundo y transforma vidas

By Manuel Joao Filomeno Nuñez

En un mundo interconectado y competitivo, la movilidad estudiantil se consolida como una de las experiencias más enriquecedoras para los jóvenes que desean ampliar su horizonte académico, cultural y profesional. Cada vez más estudiantes se animan a vivir un intercambio dentro o fuera del país, descubriendo en ese proceso habilidades, perspectivas y oportunidades que transforman su futuro.

Desde la mirada de la comunicadora social y especialista en educación superior Mónica Olmos, la movilidad estudiantil forma parte esencial de la internacionalización universitaria. 

“Solo a partir de facilitar el contacto del estudiante con el mundo se le abre la mente y se lo convierte en un ciudadano global”, señala Olmos, quien enfatiza que, sin una estructura sólida de internacionalización, este desarrollo sería imposible. 

La tendencia es global. Según un estudio de UNESCO-IESALC, “el volumen de estudiantes de educación superior que cursan estudios en otro país se triplicó en dos décadas”, explica el informe, al detallar que la cifra pasó de 2,1 millones en 2000 a 6,3 millones en 2020, un incremento del 198 % . Este crecimiento evidencia la necesidad, cada vez mayor, de formar profesionales con competencias interculturales y visión global.

Para Iván Menacho, asesor de Movilidad Estudiantil de la sede La Paz de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz), el impacto de un intercambio va mucho más allá del aprendizaje académico. “Los estudiantes vuelven con anécdotas, experiencias y con la autogestión que desarrollan durante su intercambio. Muchos deben valerse por sí mismos, y eso los motiva a trabajar y conocerse más allá de su zona de confort”, explica Menacho. 

A nivel profesional, añade, la movilidad permite que los jóvenes “conformen una red de contactos internacionales que les abre oportunidades no solo laborales, sino también de formación especializada”.

Esta experiencia también transforma la manera en que los estudiantes ven el mundo. Estudiar lejos de casa implica enfrentarse a nuevos sistemas educativos, nuevas culturas y desafíos personales que fortalecen la autonomía y la resiliencia. No obstante, no todos los jóvenes se lanzan sin miedo. “Hay miedo”, reconocen los expertos citados por UNESCO, que advierten que los obstáculos no suelen ser solo académicos, sino también emocionales o legales. Por ello, la organización remarca que la movilidad debe estar acompañada de políticas claras que faciliten el reconocimiento de estudios y el apoyo institucional.

Olmos también subraya el rol clave de la cooperación internacional. 

“A través de la cooperación, la universidad entra en contacto con el mundo, hace alianzas, convenios y amplía su ecosistema”, explica. Para ella, si una universidad no comprende esta necesidad global “cierra sus puertas y limita el futuro de sus estudiantes”.

La experiencia de movilidad, además, se convierte en un eje de crecimiento personal sustancial. Así lo afirma María Fernanda Ollé, coordinadora nacional del Programa de Movilidad Internacional de Unifranz. 

“Estudiar en el extranjero es una experiencia primordial para comprender diferentes perspectivas esenciales en un mundo cada vez más globalizado”, sostiene Ollé. En su opinión, estas oportunidades “refuerzan la autonomía, la capacidad de adaptación y fomentan el desarrollo personal y profesional de los estudiantes”, preparando a los jóvenes para convertirse en “líderes globales”.

En su conjunto, la movilidad estudiantil abre una puerta que transforma para siempre la vida de quien la atraviesa. Los estudiantes no solo regresan con conocimientos académicos ampliados, sino también con una nueva forma de entender el mundo y su lugar en él. En un escenario donde las fronteras se desdibujan y la interculturalidad es parte del día a día, formarse en distintos contextos se convierte en una ventaja decisiva.

Las universidades que apuestan por la internacionalización —como Unifranz— impulsan a sus estudiantes a pensar globalmente, a relacionarse con diversas culturas y a construir trayectorias profesionales con impacto más allá de sus fronteras. En esa apertura al mundo reside el verdadero poder transformador de la movilidad estudiantil.

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