La sociedad transita por una revolución digital de inimaginables dimensiones que está cambiando la forma de vivir, estudiar, trabajar y relacionarse. El Big Data y la Inteligencia Artificial no dejan de sorprender ya que todo lo que nos rodea es susceptible al estudio de estas áreas.
En este marco, el impacto de la tecnología en la educación es de gran envergadura y las instituciones están experimentando cómo estas nuevas herramientas son capaces de aportar soluciones innovadoras a sus necesidades y transformar sus modelos de enseñanza apostando por la personalización y el trabajo colaborativo.
La tecnología se está integrando en procesos educativos que van desde la planificación y evaluación académica, hasta el seguimiento del estudiante. Aporta una serie de beneficios que ayudan a mejorar la eficiencia y la productividad educativa.
Pedro Sáenz, vicerrector de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz en La Paz, asegura que tiene que haber una adaptación del currículum educativo a las exigencias de la tecnología para incluir habilidades digitales y competencias relacionadas con el uso de tecnologías, así como fomentar el pensamiento crítico y la creatividad.
“Atrás quedó la educación masiva. Hoy los procesos de formación tienen que tomar en cuenta las diferentes características que tiene cada persona, estilos de aprendizaje y el mismo estilo de desarrollo del proceso de instrucción, por parte de un docente, también tiene que cambiar”, indicó el académico.
La integración de tecnologías en el proceso educativo permite personalizar el aprendizaje según las necesidades y habilidades de cada alumno, pero también genera desafíos en términos de la evaluación, del seguimiento y del propio progreso.
Las aulas tradicionales han sido superadas. Los jóvenes son dinámicos, quieren interactuar y participar más activamente y de forma permanente. Incluso, muchas universidades están implementando aulas dinámicas para responder a las exigencias de sus estudiantes.
“Se favorece un ambiente de aprendizaje móvil que seguirá creciendo en popularidad, permitiendo a los estudiantes acceder a contenidos y recursos educativos en cualquier momento y lugar, fomentando el aprendizaje autónomo y acceso a educación en comunidades remotas o desfavorecidas; por lo tanto, eso implica un accionar diferente de esos procesos de aprendizaje”, puntualiza Sáenz.
Lo cierto es que, actualmente, la nueva educación transformadora enfoca sus procesos en base a los requerimientos y la actitud del estudiante. El modelo conductista tradicional ya no existe, ha cambiado desde el mismo momento en que las personas pueden acceder a fuentes de información inmediata eso hace que el rol del docente también cambie.
Docente ya no es el centro del proceso educativo
El docente ha pasado de ser una figura autoritaria y fuente única de conocimiento a convertirse en un facilitador que guía a los estudiantes en su proceso de aprendizaje, ayudándolos a navegar y filtrar la enorme cantidad de información disponible con sentido crítico.
“Tiene que ayudarlo a que esa información y conocimiento que está recibiendo tenga relevancia e impacto en cuanto a la forma de aplicarlos en su ejercicio profesional”, agrega el experto en temas educativos.
Adicionalmente, los docentes deben fomentar el desarrollo de habilidades como la empatía, la colaboración, la comunicación y la resolución de conflictos, que son fundamentales para el éxito en la sociedad actual.
Nuevas metodologías
Según Sáenz, fruto de la incorporación de las nuevas tecnologías en los procesos de formación, se han desarrollado nuevas metodologías, como por ejemplo el de las aulas invertidas.
En las aulas invertidas, los estudiantes cuentan con el material que se va a desarrollar en una sesión, con mucha anterioridad, de tal manera que la revisión teórica sea de forma individual, para que, en la sesión de aprendizaje cooperativo presencial, expongan e intercambien sus criterios sobre la forma en la que entiende esos conceptos y su aplicabilidad, con la guía del docente.
“En ese tipo de sesión de clase se utiliza, por ejemplo, el estudio de casos prácticos, reales o figurados, donde los estudiantes tienen una interacción permanente a fin de enriquecer el proceso de aprendizaje”, sostiene.
Aprender haciendo para resolver problemas
El aprender haciendo es el aprendizaje con significado. Se trata de una metodología educativa que marca la diferencia entre el modelo tradicional y el modelo transformador, tendencia educativa de este nuevo siglo.
“Cuando una persona aprende un concepto tiene que saber cómo ese concepto se aplica en la vida real y eso se hace a través de aprendizajes de caso o prácticas que desarrollan los estudiantes, donde interactúan en contextos reales y tienen que aplicar los conceptos aprendidos”, afirma.
En el pasado, el aprendizaje era memorístico. La persona tenía que aprender y memorizar conceptos que no tenían ningún significado. Hoy se trata de aprender conceptos con la claridad de cómo se aplicarán en la vida real.
Para responder a estas nuevas exigencias, los docentes que no son nativos digitales tienen el reto de actualizarse para manejar de manera adecuada las tecnologías que cada día van surgiendo. Los estudiantes, independientemente de que sean nativos digitales, también tienen que estar actualizados permanentemente en las nuevas tecnologías y en las nuevas tendencias.
“Ahora no sirven las posiciones cerradas de ‘estoy en contra de la Inteligencia Artificial y no la podemos utilizar’. Tenemos que aceptar que está ahí y ver la forma en la que vamos a hacer que esa Inteligencia Artificial sea de utilidad para la humanidad (…)”, concluye.