La mujer boliviana del siglo XXI: creadora, trabajadora y motor de un nuevo país

Bolivia cuenta con más de 11,3 millones de habitantes y, de ellos, 5,68 millones son mujeres. No solo representan la mitad del país, hoy son su pulso vital. Según el Censo Nacional 2024, más de 2,6 millones de ellas están ocupadas en el mercado laboral, mientras otras tantas combinan la crianza, el estudio y el cuidado del hogar con pequeños emprendimientos.
Su participación económica —aunque aún por debajo de la de los hombres— crece año tras año, impulsada por una fuerza que ya no se mide solo en trabajo, sino en talento y creatividad.
“En un estudio, el CERES (Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social) descubrió que 665.000 bolivianos viven de manera diferente. Vienen de su creatividad, de su talento, de sus ideas. (…) Son 665.000 historias y más del 65% de estas historias son construidas por mujeres”, señala la rectora de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, Verónica Agreda.
La mujer boliviana no es la misma. Ahora es empresaria, diseñadora, programadora, técnica, profesora, médica, agricultora, madre. Trabaja en los mercados, pero también en las universidades, en las startups, en los talleres textiles y en los laboratorios. Su territorio es todo el país, desde el Altiplano hasta la Amazonía.
El salto al emprendimiento
El nuevo rostro de la economía boliviana tiene nombre de mujer. El Censo muestra que más de la mitad de las trabajadoras —un 51,9%— son independientes. Ellas mismas crean su fuente de ingreso, levantan un negocio, venden, producen o innovan. Otro 39% trabaja como asalariada u obrera, mientras que cerca del 9% continúa realizando tareas familiares sin remuneración. Es una realidad que combina la necesidad con la audacia.
En palabras de Ágreda, “las mujeres que no esperaron que alguien las rescatara, se rescataron ellas mismas. ¿Cómo? con creatividad”.
En su discurso durante el Foro Internacional de Economía Creativa 2025, Ágreda indicó que el 65% de los trabajadores creativos son mujeres. No se trata de estadísticas frías, sino de miles de historias vivas. Como la de María, una diseñadora paceña que comenzó vendiendo polleras renovadas por WhatsApp y hoy exporta sus diseños a tres países.
“Estas historias se multiplican”, dijo Ágreda. “La hija de la señora que vende en El Alto puede diseñar ropa y venderla en París. Otra joven de Cochabamba puede crear software y ganar más que un ingeniero petrolero. Y una artista de La Paz puede transformar su ciudad con murales”. En esa visión, la mujer boliviana ya no solo vende, sino que crea. No solo trabaja, sino que transforma.
Educación y talento: la nueva revolución
El cambio comenzó en las aulas. El Censo 2024 muestra que las mujeres estudian en promedio 10,2 años, apenas unos meses menos que los hombres, que promedian 10,9. La brecha educativa que hace veinte años era de más de un año y medio hoy se ha reducido a menos de uno. Y por primera vez, hay más mujeres que hombres con estudios superiores: un 34,2% frente al 32,5%.
Esas cifras dibujan una revolución silenciosa. Detrás de ellas hay jóvenes universitarias, madres que volvieron a estudiar, que se alfabetizaron y mujeres profesionales que ahora enseñan, investigan o dirigen. La educación se ha convertido en la llave que abre las puertas del trabajo formal y del emprendimiento, y con ella ha llegado también una nueva autoconfianza: la de saberse capaces de decidir, de crear y de liderar.
Brechas que persisten
Sin embargo, los avances conviven con desigualdades profundas. Las mujeres siguen ganando un 47% menos que los hombres por el mismo trabajo. Son mayoría en los servicios, el comercio y la educación, pero casi invisibles en los sectores de la industria, la construcción y la dirección empresarial. En los campos del país, muchas continúan trabajando sin salario, sosteniendo la agricultura familiar y el cuidado de los hijos y los ancianos.
“Las cifras también duelen. Las mujeres ganan un 47% menos que los hombres haciendo el mismo trabajo. ¿Por qué? ¿Por qué seguimos pensando que el talento tiene género, edad u origen social?”, reflexiona Agreda.
La participación femenina en el mercado laboral alcanza el 55,6%, frente al 73% de los hombres. Son cifras que, aunque muestran progreso, revelan también una deuda histórica. Como dice Ágreda, “cada trámite que se elimina es un emprendimiento que nace. Cada política que se aprueba es un futuro que se construye”. Bolivia necesita políticas que acompañen el impulso de las mujeres, no que lo frenen.
Creatividad como recurso natural
En el nuevo escenario económico, el talento femenino emerge como el recurso más valioso del país. La industria textil, liderada en gran parte por mujeres, creció un 10,68% en el último año, generando más de 62 mil millones de bolivianos anuales. Y el 82% de las emprendedoras utiliza Instagram y otras redes sociales para vender sus productos y posicionar sus marcas, muchas veces con más eficiencia que las grandes empresas.
Ágreda resume esa transformación con una frase que se volvió símbolo de una época: “El gas se acabó, pero la creatividad de nuestro pueblo es infinita”. Esa creatividad tiene rostro de mujer. Es la de Grecia, la joven que convierte botellas de plástico en fibra textil para las tejedoras. Es la de las diseñadoras alteñas que reinterpretan el aguayo en pasarelas internacionales. Es la de las maestras rurales que enseñan robótica con materiales reciclados.
Cada una de ellas representa a una generación que no espera oportunidades, las crea. Ese espíritu resume a la mujer boliviana del siglo XXI: resiliente, independiente, colaborativa, porque cuando emprenden no piensan solo en ellas, sino en sus familias y sus comunidades.
En este 11 de octubre, Día de la Mujer Boliviana, los números confirman lo que el país ya percibe en sus calles, ferias, universidades y redes: la mujer boliviana no solo ha cambiado su destino, está cambiando el destino de Bolivia.