Comunicación, creatividad, pensamiento crítico y colaboración son algunas destrezas o habilidades blandas desarrolladas por un nuevo modelo educativo que aplican las instituciones de educación superior. Las universidades han dado un giro y proponen una formación que posiciones al estudiante en el centro del proceso de enseñanza y aprendizaje.
Este tipo de modelo se apoya en la tecnología. Gracias a su inclusión en el aula se facilita el aprendizaje basado en el dinamismo de las clases inversas y la resolución de casos y/o problemas del mundo real.
Leslie Vidaurre trabaja en la Jefatura de Enseñanza Aprendizaje de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz. Para la experta, el aprendizaje centrado en el estudiante se enfoca en las necesidades que éste tiene, mejorando significativamente la calidad de la educación en su formación profesional.
“Nos basamos en conocimientos previos implementando estrategias y metodologías de enseñanza, de acuerdo con los conocimientos impartidos y mejorando la comprensión en su enseñanza aprendizaje”, afirma la especialista en pedagogía.
Daniel Rojas tiene 22 años y se graduó por excelencia como ingeniero Comercial en diciembre de 2022. Actualmente, realiza los trámites para la obtención de su título en provisión nacional, aunque ya trabaja en una institución privada.
Este joven profesional destaca que, particularmente, él le sacó “provecho” a cada una de las materias que cursó en la universidad. Sus docentes recurrieron, incluso, a simuladores para una mejor comprensión y práctica de lo aprendido por parte de los estudiantes.
Como ejemplo, Rojas asegura que, en una de las asignaturas, los estudiantes realizaron un proyecto de diseño de una estrategia de gestión para una empresa ficticia. “Identificamos los problemas y las oportunidades que enfrenta la empresa, analizamos sus fortalezas y debilidades, propusimos soluciones innovadoras y factibles; además, evaluamos los posibles impactos y riesgos de la propuesta”, recuerda.
El proyecto le permitió desarrollar competencias como la planificación, la creatividad, la argumentación, la toma de decisiones, la responsabilidad social empresarial y el trabajo en equipo, entre otras habilidades que le servirán en el ejercicio de su profesión.
Estudiante debe autogestionar su conocimiento
Modelos educativos, como el transformador, vislumbra a los estudiantes como protagonistas activos de su proceso de aprendizaje ya que, al dejar de ser sólo receptores pasivos, ahora centran sus aptitudes y habilidades en el logro de sus competencias para incrementar su competitividad en el ámbito laboral.
Esta nueva metodología, según Vidaurre, tiene demasiados beneficios. El principal destaca el grado de motivación del estudiante. También conlleva un gran sentido de la autoestima para lograr sus objetivos trazados. Adicionalmente, se siente capaz en la resolución de problemas, tiene pensamiento crítico, está capacitado para el trabajo en equipo de forma colaborativa, preparado para asumir liderazgo en la organización, con una adecuada comunicación y asumiendo un gran compromiso social.
“De esta manera, se potencia las habilidades, actitudes y aptitudes del estudiante basado en un aprendizaje efectivo y transformador, desarrollando en el estudiante habilidades críticas y resolutivas”, agrega la experta de la Jefatura de Enseñanza y Aprendizaje de Unifranz.
En tanto, Daniel Rojas destaca la validez del modelo. Las prácticas de resolución de casos, al margen de trabajar de forma colaborativa, le permitieron desarrollar su pensamiento crítico.
“Todas las habilidades las desarrollé bajo una perspectiva de ingeniería comercial, de forma meramente aplicativa, aunque al momento de resolver los casos despertamos nuestras habilidades blandas, a partir del pensamiento crítico”, asegura el joven ingeniero comercial.
Aprender haciendo, aumenta la confianza
Esta forma innovadora de educación, donde el estudiante se encuentra al centro del proceso educativo, asume la filosofía del “aprender haciendo”. Implica un incremento de la confianza en uno mismo, de tal manera que el aprendizaje sea activo más que pasivo. Para ello, pone en práctica el aprendizaje, genera mayor responsabilidad y autonomía en los estudiantes.
Finalmente, el aprender haciendo promueve también una mayor interacción entre estudiante y docente y entre pares con un enfoque participativo y colaborativo en su formación profesional.