Por Lily Zurita
Los Juegos Olímpicos son, sin duda, el evento deportivo más importante del planeta. Cada cuatro años, el mundo se detiene para presenciar un espectáculo que va más allá de la competencia atlética y permite mostrar el esfuerzo de miles de deportistas, como es el caso de los bolivianos: Héctor Garibay, fondista que participará en la maratón; Guadalupe Torres, velocista que estará en los 100 metros planos; Estéban Núñez del Prado, nadador que competirá en los 200 m combinado individual; y María José Ribera, también nadadora que participará en los 50 m libre.
Se trata de un encuentro de culturas, historias de vida y una plataforma para visibilizar diversas realidades sociales y políticas de los países que participan en esta cita deportiva.
Los Juegos Olímpicos nos ofrecen una visión profunda de la sociedad a través de las historias personales de los atletas. “Sin estos juegos, historias como la de Diaba Konaté o de Héctor Garibay probablemente no llegarían a la luz pública”, dice Roberto Acosta, periodista deportivo y docente de la carrera de Periodismo de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
La preparación de un deportista olímpico es una vida de sacrificios, esfuerzos y dedicación. Es el caso de Héctor Garibay, único deportista boliviano que logró su clasificación a la cita deportiva de París por mérito propio, al registrar la marca mínima exigida, y que trabajó como taxista para financiar su carrera debido a la falta de apoyo de patrocinadores. Hoy, este deportista es un ejemplo conmovedor de lo que significa luchar por un sueño olímpico.
A menudo, estas historias quedan relegadas a un segundo plano en comparación con la cobertura mediática que recibe el fútbol profesional, especialmente en países donde este deporte domina la atención pública.
Una de las grandes virtudes de los Juegos Olímpicos es su capacidad para generar igualdad, al menos a nivel humano. En este escenario, donde se reúnen deportistas de todos los rincones del mundo, emergen historias que reflejan la lucha contra el racismo, la discriminación y otros problemas sociales.
“Los Juegos Olímpicos van más allá de contar cuántas medallas ganó un país o un deportista. Desde los Juegos Olímpicos podemos entender mucho más a las sociedades, a los países y aprovechar este evento para difundir historias de vida y de lucha. Este tipo de noticias permiten visibilizar al mundo situaciones que, a veces, no son visibles para nosotros”, indica Roberto Acosta
Un ejemplo reciente es el de la basquetbolista francesa Diaba Konaté que, por decisión propia, no jugará en su selección por un acto de discriminación por parte de la Federación Francesa de Baloncesto (FFBB) que le impide jugar con hijab, que es el velo que cubre la cabeza y el pecho de las mujeres musulmanas ante la presencia de personas que no son de su familia inmediata, a pesar de que tanto el Comité Olímpico Internacional como la Federación Internacional de Baloncesto permiten su uso.
La falta de apoyo y estructura para otros deportes en muchos países es un problema serio. En Bolivia, por ejemplo, el voleibol tiene una competencia importante al año, mientras que otros deportes como el atletismo o la natación tienen calendarios inconsistentes y poco difundidos.
La mayoría de los deportistas en estos deportes son amateurs, lo que limita enormemente sus oportunidades de desarrollo y profesionalización. Sin un sistema de apoyo sólido y continuo, es difícil que los atletas alcancen su máximo potencial.
“En cambio, el fútbol tiene competencias anuales, cosa que no pasa con otros deportes. Al no ser profesionales, en otros deportes no puedes exigirles que haya competencias porque la gente no puede vivir del básquetbol, del voleibol, la natación o el atletismo, a menos que se dediquen a ser deportistas de élite. En nuestro país no hay oportunidades para ser profesional del deporte, salvo el fútbol”, reflexiona el periodista deportivo.
Según Acosta, hay que detectar a los deportistas capaces de ser de élite y trabajar con ellos, darles estructura, apoyo necesario, garantizarles un financiamiento económico estable y constante que les permita tener una preparación de cuatro años para llegar a unos Juegos Olímpicos bien.
“Guadalupe Torres, por ejemplo, la velocista que participará en los 100 metros planos de los Juegos Olímpicos de París, se ha enterado hace pocas semanas que representará al país. ¿Qué preparación puede haber tenido esta atleta? No le podemos exigir resultados”, afirma.
En contraste, hay países en la región que han desarrollado centros de alto rendimiento, como Argentina o Colombia. Estos centros permiten identificar y cultivar el talento desde una edad temprana, brindando las condiciones necesarias para que los deportistas se conviertan en élite. En Bolivia, programas como los Juegos Plurinacionales intentaron llenar este vacío, pero debido a aspectos ajenos al deporte mismo, perdieron su efectividad.
“Todos los países aspiran a tener a sus deportistas en el podio; otros, como los nuestros, sólo aspiramos a que actúen de la mejor manera posible. No se dan las condiciones como para que puedan entrar en esa franja de élite que tienen los países del primer mundo o los países africanos que obtienen éxitos y medallas merced a políticas de fomento al deporte o al biotipo que tiene la raza misma”, manifiesta, por su parte, Fernando Numberg, periodista deportivo y también docente en Unifranz.
La empresa privada juega un rol crucial en el desarrollo del deporte. Sin su apoyo, es casi imposible que los deportes menos populares crezcan y se profesionalicen. Iniciativas como el programa Tunkas, que cuenta con el respaldo de empresas privadas, demuestran que es posible lograr resultados significativos cuando se combinan recursos públicos y privados.
Los Juegos Olímpicos París 2024, que se celebrarán desde el 26 de julio hasta el 11 de agosto, en 32 disciplinas, no sólo son una celebración del deporte, son un evento global que trasciende el ámbito deportivo, afectando positivamente diversos aspectos de la sociedad a nivel mundial.