Innovar es equivocarse: claves para crear futuros posibles desde los fab labs

By Manuel Joao Filomeno Nuñez

La innovación no avanza sin el derecho a experimentar, fallar y volver a intentar. Los fab labs han surgido como espacios esenciales para este proceso, democratizando el acceso a la fabricación digital y permitiendo que más personas exploren ideas y construyan soluciones desde la práctica.

“Cuando hablo de innovación no hablamos de la innovación que después acaba en una startup, sino de la innovación como derecho de explorar ideas, equivocarse, aprender y participar activamente para crear futuros posibles significativos”, afirmó Santi Fuentemilla, Líder en Aprendizaje del Futuro del FabLab Barcelona.

La conferencia se desarrolló en el marco del Main Event del Futures Week 2025 de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz), encuentro dedicado a imaginar futuros y promover nuevas formas de aprendizaje.

A partir de ahí, las ideas se centraron en el valor del prototipado como herramienta esencial. Prototipar no se limita a fabricar objetos: es un proceso que permite comprender cómo funciona la tecnología, cuestionarla y explorar sus límites. La práctica de desmontar aparatos, desarmar sistemas y analizar sus componentes abre un camino hacia la alfabetización tecnológica profunda. “Para ser realmente innovador necesitas saber muy bien cómo funciona la tecnología”, sostiene Fuentemilla.

El papel de los fab labs se vuelve evidente cuando permiten este acceso directo al hacer. La cultura maker convierte la fabricación digital en un lenguaje universal: cualquiera puede fabricar, experimentar y aportar. Estos espacios amplían la imaginación material de los estudiantes al permitirles trabajar con tecnologías abiertas y materiales alternativos. Un ejemplo de ello es la exploración de nuevos procesos de fabricación, como la creación de objetos con materiales sostenibles, que replantean la dependencia de derivados del petróleo y promueven soluciones contextualizadas.

La dimensión comunitaria de la innovación aparece cuando la tecnología se convierte en un recurso compartido. Los laboratorios permiten que vecinos, empresas, estudiantes y comunidades copen el mismo espacio para cocrear soluciones. 

El desarrollo de redes de sensores ambientales abiertos —como los utilizados para monitorear ruido y contaminación— evidencia cómo la ciudadanía puede apropiarse de los datos, comprender su contexto y proponer alternativas reales. La sostenibilidad de un proyecto surge cuando las personas se vuelven parte activa del proceso. 

“La real innovación es que el proyecto se vuelve sostenible cuando empoderamos a las personas”, afirma la especialista.

La innovación también implica un componente político y cultural. El prototipado se convierte en herramienta de concientización cuando un proyecto no busca resolver un problema técnico, sino visibilizar. Transformar un árbol en un “agente ecológico” que emite multas simbólicas revela cómo el diseño puede desencadenar nuevas conversaciones sobre el medioambiente y la responsabilidad ciudadana.

Explorar futuros emergentes resulta otra dimensión fundamental: construir escenarios posibles, tangibles y alternativos que permitan a niños y jóvenes experimentar futuros laborales, sociales o tecnológicos. Ese tipo de prototipos funcionan como disparadores de imaginación y como plataformas para discutir qué futuros se desean y cuáles se deben evitar.

El experto también aborda la colaboración con otras inteligencias. La experimentación con hongos capaces de degradar colillas de cigarrillo propone soluciones biotecnológicas sostenibles. La creación de tejidos que integran semillas cultivables conecta artesanía y naturaleza. El desarrollo de repositorios digitales para capturar conocimientos intangibles de artesanos muestra la intersección entre tradición e inteligencia artificial. Estos ensayos revelan cómo la innovación puede surgir de la simbiosis entre sistemas humanos, naturales y digitales.

El cierre dejó una reflexión clara: prototipar implica observar, cuestionar y replantear lo cotidiano. 

“Prototipar implica observar y cuestionar lo cotidiano desde una mirada crítica para hacer nuevas preguntas transformadoras”, resume Fuentemilla, defendiendo una innovación distribuida, regenerativa y social.

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