Si bien no existe una edad ideal para la emancipación emocional y económica de los hijos, en muchos países se acostumbra que, al cumplir la mayoría de edad o luego de salir profesionales, ellos den este paso hacia la independencia familiar.
La emancipación del hijo respecto al núcleo familiar es una etapa importante en la vida de una persona porque, en la medida en la que se independiza, empieza a desarrollar estrategias propias para afrontar la vida. Sin embargo, actualmente, ese proceso está siendo interrumpido recurrente, haciéndolos ‘hijos a tiempo completo’.
“Es una etapa por la que todas las familias deberían pasar, pero a veces como no se sienten con la suficiente fuerza para tomar decisiones, se estancan casi de manera inconsciente y los hijos jamás terminan de irse, por lo que el rol de padre tampoco se termina”, indica Liudmila Loayza, directora de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Este fenómeno se está presentando de forma dramática en el continente asiático debido a la falta de empleo y la explotación laboral, con jornadas de más de 12 horas y seis días a la semana, presión difícil de soportar y que está llevando a retornar a sus hogares a los jóvenes a fin de tener un poco de descanso.
El contexto latinoamericano es diferente, porque si bien existe desempleo el latino tiene una fuerte capacidad emprendedora, por lo que no habría razón para que los hijos vuelvan al hogar de sus padres. Sin embargo, el problema se presenta no tanto porque vuelvan sino porque no se van, tal vez por “la comodidad que implica el seguir siendo hijo y no asumir roles de adultos”.
Hoy en día, la dependencia familiar puede extenderse por largo tiempo. En muchos casos, de manera tolerable; en otros, más allá de lo razonable.
“Esto lo vemos, por ejemplo, cuando los hijos se emancipan cuando tienen hijos, consolidan una nueva familia, pero al no poder asumir un rol parental adulto, vuelven a la casa de los padres y son los abuelos los que terminan criando a los nietos como si fueran hijos y los hijos casi a la par de los padres como si fueran hermanos”, explica Loayza.
Para la psicóloga, los profesionales cuya edad está comprendida entre los 23 y 27 años ya deberían ser capaces de mantenerse a sí mismos, de controlar sus gastos, de prever sus gastos, de ahorrar, de proveerse de alimentos, de alquilar o comprar una casa y de realizar sus aspiraciones en desarrollo personal o profesional.
“Deben dejar la casa de los padres porque empiezan a ser adultos. Por más que uno tenga muchos años, si sigue viviendo en la casa de sus padres, así tenga 30 o 40 años, va a seguir cumpliendo con el rol de hijo. Por lo tanto, no va a asumir un rol de adulto. Por eso es importante que dejen la casa para convertirse en adultos”, dice la psicóloga.
Por otro lado, para los padres también es importante la emancipación de los hijos porque tienen que pasar a un siguiente estadio en el ciclo vital de la familia, que es el del nido vacío, en el que como padres han cumplido la misión de formar a sus hijos y prepararlos para la vida.
Esta etapa coincide con el retiro de la vida activa, o sea que dejan de trabajar si es que son asalariados y se jubilan y tienen mayor tiempo para terminar cosas pendientes, descansar y volver a retomar la relación de pareja o la ruptura de la misma.
Hay que educar a los hijos para su emancipación
Los jóvenes deben estar preparados con miras a su independencia del núcleo familiar. La académica asegura que los padres deben educar, motivar o enseñar a sus hijos para la futura emancipación y evitar la sobreprotección.
Los padres están llamados a proteger a su hijo en cuanto a garantizar alimentación, educación, vestimenta y buenos valores, pero lo que no pueden hacer es sobreprotegerlos, limitándolos desde que son niños a no resolver sus problemas por sí solos.
“Eso es lo que no va a permitir al joven independizarse, porque el mensaje latente, el mensaje oculto detrás de la sobreprotección es que el mundo es muy peligroso y si el padre o la madre está cerca, pues el joven no va a poder desarrollarse”, agrega Loayza.
Cuando los hijos son sobreprotegidos por los padres, cuando sean adultos no querrán emanciparse, lógicamente para seguir en custodia de los padres teniendo todo asegurado. En esos casos los que erraron fueron los padres, quienes se negaron a preparar a sus hijos para la vida.
El rol de los padres, según Loayza, es dar directrices de cómo se resuelven los problemas y orientarlos, “pero no resolver los problemas de los hijos, porque caso contrario cuándo van a aprender nuestros hijos a valerse por sí mismos”.