Gastronomía boliviana: cómo la crisis puede convertirse en motor de innovación y turismo

By Leny Chuquimia

La crisis económica y social que atraviesa Bolivia golpea con fuerza a sectores como el turismo y la hotelería. La reducción de visitantes extranjeros, la caída del consumo interno y la incertidumbre generalizada han obligado a muchos emprendimientos a replantear su modelo de negocio.

Sin embargo, en medio de la adversidad, surge una oportunidad clave: la gastronomía como motor de innovación y resiliencia. Intercambio de productos, revalorización de alimentos tradicionales, alimentos alternativos y, sobre todo, creatividad son parte de las estrategias para convertir esta crisis en oportunidad. 

“Nuestro país siempre ha demostrado que somos muy creativos y que en un momento de crisis tenemos ideas con las cuales podemos salir adelante. La gastronomía puede reinventarse, a partir de la escasez de algunos productos se puede usar y revalorizar otros”, afirma Patricio Oviedo, chef y docente de la carrera de Hotelería y Turismo de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz. 

Gastronomía, el valor agregado en turismo

En el mundo, el turismo gastronómico crece a un ritmo acelerado. Los viajeros ya no buscan solo paisajes, sino experiencias y sabores que los conecten con la identidad cultural de los destinos. En el tema, Bolivia tiene un potencial que puede ser explotado, desde la quinua real del altiplano, hasta los frutos amazónicos y las técnicas ancestrales de cocina.

Según datos oficiales del Viceministerio de Turismo, en 2024 Bolivia recibió más de 984.000 turistas extranjeros, que generaron ingresos por 736,6 millones de dólares. Si bien la cifra de visitantes fue ligeramente menor que en 2023, los ingresos crecieron en un 7 %, lo que refleja un cambio en los hábitos de consumo: menos viajeros, pero con mayor gasto. 

Sumando a los turistas nacionales, el total de visitantes alcanzó 2,13 millones en 2024. Sin embargo, aún así, los operadores advierten que la inestabilidad política, los conflictos y la crisis económica  mantienen al sector “en terapia intensiva”.

“La crisis que vivimos afecta sobre todo por la subida de los insumos. Cuando la materia prima sube, es difícil mantener precios accesibles. Eso limita el consumo, porque la gente prefiere restringirse”, reconoce Oviedo.

Creatividad frente a la escasez

Pese a la situación, la gastronomía puede marcar la diferencia. Los alimentos andinos como la quinua real, la cañahua o la papa nativa, junto a frutos amazónicos y técnicas ancestrales de cocción, representan un patrimonio con enorme potencial económico.

En Bolivia, el terreno está preparado. La gastronomía representa más de la mitad de la llamada economía creativa, un sector que involucra a 1,43 millones de personas, equivalentes al 21 % de la población económicamente activa. Estudios señalan que el 34 % de los trabajadores de este ámbito están ligados a la cocina y que son las mujeres quienes lideran con un 62 % de participación. 

Oviedo destaca que, para enfrentar la crisis, muchos restaurantes recurren al intercambio de productos, a usar insumos alternativos o a crear variaciones de recetas tradicionales. Algo clave en todas estas acciones, para mantener la calidad y seguir trabajando, es la creatividad.

“Se puede convertir la crisis en oportunidad. Por ejemplo, producir más platillos con lentejas ante la escasez de carne, o usar el amañoque, un tubérculo poco conocido, cuando hay falta de papa. Revalorizar ciertos productos es fundamental para salir adelante”, afirma.

Nuevos profesionales resilientes

El desafío ahora es generar sinergias entre el sector público, privado y la sociedad civil para consolidar una política integral de turismo gastronómico. Esto requiere inversión en capacitación, producción local sostenible, redes de apoyo y visibilización internacional de la cocina boliviana.

Para Oviedo, la formación de nuevos profesionales es clave. En Unifranz, los estudiantes de Hotelería y Turismo se capacitan bajo el enfoque de “aprender haciendo”, lo que les permite enfrentar problemas reales y proponer soluciones con impacto comunitario.

“Formar profesionales que puedan sobrellevar procesos de crisis con creatividad es indispensable. Hay que comprender que, en lugar de derrumbarse, una crisis puede abrir oportunidades. Eso forma a personas capaces de salir adelante en los momentos más complicados”, concluye el chef.

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