Estudiantes crean soluciones tecnológicas reales para inclusión de personas ciegas.
Cuando la tecnología se encuentra con la empatía, surgen soluciones que cambian vidas. Estudiantes de la carrera de Ingeniería de Sistemas desarrollaron sistemas digitales que permiten enseñar Braille de forma interactiva y gestionar información en un centro especializado para personas ciegas. Esta innovación, nacida de un desafío académico, se transformó en una herramienta real para la inclusión y el aprendizaje, demostrando el poder del “aprender haciendo”.
“La motivación fue ayudar, sobre todo a los niños que han perdido la visión recientemente y les cuesta adaptarse al Braille. Pensamos que una herramienta educativa con apoyo auditivo y dinámico podía facilitar su aprendizaje”, explica Adriana Ayllón, estudiante de la carrera de Ingeniería de Sistemas de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, e integrante del equipo Teletubbies, uno de los ganadores de la Hackathon Psicosocial Change Makers
Ella, junto a su compañero Brian Sebastián Rivas Nava, desarrolló un sistema de doble función: un panel administrativo para mejorar la gestión del Centro de Educación Especial Aprecia La Paz y un videojuego interactivo pensado para enseñar Braille a personas con discapacidad visual. El proyecto utiliza tecnologías como Visual Studio Code y bases de datos MySQL, integrando herramientas accesibles con fines educativos.
Ayllón y Rivas indican que el trabajo fue mucho más que un ejercicio académico. Significó enfrentarse a un problema concreto, investigar, empatizar y proponer soluciones funcionales.
“El centro no contaba con ningún sistema para gestionar la información de sus estudiantes, ni una plataforma informativa. Queríamos aportar algo que verdaderamente les sirviera”, sostiene Brian Rivas, quien construyó una solución que ahora forma parte de los recursos pedagógicos de Aprecia.
Desde juegos como “Adivina la letra” o “Adivina la frase” hasta un sistema auditivo para explorar el alfabeto Braille mediante teclado, el desarrollo busca atender a un grupo muchas veces olvidado por la tecnología educativa: los niños y jóvenes con ceguera o baja visión que están en proceso de adaptación.
El aprendizaje cobra sentido cuando se aplica
La iniciativa forma parte del modelo pedagógico de Unifranz, que promueve el “aprender haciendo” como eje transversal en la formación profesional. “Los chicos se han comprometido no sólo a nivel académico, sino social. Han trabajado con propósito, poniendo en práctica sus conocimientos y habilidades para resolver problemas reales”, destaca Génesis Selaya, docente de la carrera de Ingeniería de Sistemas.
Durante la Hackathon, estudiantes de distintos semestres trabajaron de forma colaborativa y transdisciplinaria. Desde programación y diseño de bases de datos, hasta la incorporación de automatización e inteligencia artificial en algunos casos, los equipos demostraron que la innovación no requiere esperar a graduarse: puede comenzar desde el aula, siempre que se conecte con necesidades del entorno.
“En este tipo de proyectos vemos resultados tangibles del proceso formativo. Nuestros estudiantes están generando productos tecnológicos que pueden ser utilizados por la sociedad, y eso da sentido a todo lo que aprenden en clases”, afirma Noemí Moller, directora de la carrera de Ingeniería de Sistemas.
Una experiencia que transforma
La Hackathon Psicosocial Change Makers, llevada a cabo el 28 y 29 de abril, reunió a más de 150 estudiantes de las carreras de Ingeniería de Sistemas y Psicología. En total, se conformaron 18 equipos y se entregaron cuatro proyectos ganadores, todos destinados a fortalecer la inclusión educativa de personas con discapacidad visual.
Moller explica que estas experiencias no solo desarrollan capacidades técnicas, sino también humanas. “Diseñar tecnología para personas reales exige empatía, sensibilidad y compromiso. Eso es lo que buscamos con estas dinámicas de aprendizaje basado en retos”.
De la misma forma, Selaya recalca que aplicar el conocimiento en contextos reales eleva la calidad de la formación. “Nuestros estudiantes se enfrentan a problemas auténticos, y eso los obliga a pensar, investigar, trabajar en equipo y buscar soluciones innovadoras. Aprenden no sólo a programar, sino a impactar”.
El impacto social de estos proyectos va más allá de las aulas. La Hackathon se consolidó como un modelo exitoso de innovación educativa con enfoque social, donde estudiantes aplican lo aprendido para mejorar vidas. En lugar de limitarse a crear aplicaciones o juegos genéricos, los jóvenes diseñaron soluciones con un usuario específico en mente: niños, niñas y adolescentes con discapacidad visual que necesitan recursos accesibles, lúdicos y adaptados a sus ritmos.
“Queríamos que nuestro trabajo tenga un sentido, que no se quede en una nota o una presentación. Hoy sabemos que lo que hicimos puede hacer una diferencia”, concluye Adriana Ayllón.
El resultado es un conjunto de herramientas tecnológicas funcionales, accesibles y humanas. Pero, sobre todo, es un recordatorio de que la innovación más transformadora es aquella que se hace con propósito. Y en este caso, ese propósito fue claro: construir un mundo más justo, más inclusivo y más sensible, a un clic a la vez.