Andrés sube al vehículo público y al sentarse recibe un empujón, se queda con la mirada puesta en su agresor; no dijo nada porque no responde a la provocación, pero, se pregunta: ¿por qué me habrá empujado? La inteligencia emocional es un ámbito que descubre el autoconocimiento y autorregulación; es un trabajo de empatía.
Desde la infancia es importante educar a las personas para que descubran sus emociones y las reconozcan. ‘Estoy triste’, ‘me siento frustrado’, ‘no me siento satisfecho’; ‘me molesta lo que sucedió’; son algunos comentarios que serían útiles responderlas con uno mismo, afirma Tatiana Montoya, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Con 24 años de edad, Ana ingresó a la universidad para proseguir una segunda carrera. La brillante artista, que salió con excelencia de su primera facultad, ahora quiere destacar en el mundo de la economía; sin embargo, la nueva experiencia es complicada porque debe compartir horarios con su trabajo diurno y sólo por la noche puede asistir a clases. Sin tiempo para cumplir tareas ni leer libros, a los tres meses decide retirarse y desde ese momento, se la ve sin el mismo entusiasmo.
“Es importante saber en qué momento siento rabia, siento alegría; en qué momento siento frustración. El autoconocimiento es clave, desde niños, nosotros tendríamos que saber reconocer las emociones, acorde a cada situación”, puntualiza Montoya.
La autorregulación gestiona las emociones, saber cómo se debe reaccionar ante eventos negativos, pero este concepto tiene que ver con el autoconocimiento, ese campo explorativo de saber cómo se reconoce cada persona.
No es algo fácil, ya que es la suma de experiencias y vivencias adquiridas; que abren la posibilidad que se pueda modificar aquello que ocasionó mayor conflicto o generó frustración.
Una pareja de esposos experimenta un sinfín de discusiones y la pelea es la circunstancia que puede llevar a reacciones negativas, como los insultos. Si se toma en cuenta la gestión de emociones, esa conducta improductiva no se volverá a repetir en una situación similar.
“Tiene que ver con la empatía, el saber cómo se siente el otro, ¿qué estará pasando?, ¿cómo esta emocionalmente, racionalmente? También tiene que ver con la comunicación, cómo comunico mi molestia, cómo comunica el otro su molestia”, afirma la académica.
Pero, ¿cómo actuar ante situaciones de estrés emocional? Montoya refiere que afecta a la salud, al sistema inmunológico, por la segregación de cortisol. Las personas se predisponen a enfermarse.
“Yo puedo gestionar mis emociones, frustración, ira, rabia; el estrés puede ser manejable. Es importante poner límites porque el estrés es cuando da ganas de escapar de un lugar donde ya es un extremo. Cuando uno está estresado es porque no ha puesto límites o no ha gestionado sus emociones”, agrega la docente.
Terapias para desarrollar la inteligencia emocional
La tecnología acorta brechas técnicas, facilita herramientas y permite agilizar el trabajo de un terapeuta. La virtualidad ganó espacio en las sesiones de sillón; ahora es posible tener un encuentro con un terapeuta por 45 o 90 minutos. Pero hay algunas condiciones.
Montoya refiere que se debe enfocar con la cámara de una computadora al paciente de la cintura hacia la cabeza para poder identificar sus gesticulaciones, expresiones faciales y corporales, aquello es importante para conocer el tiempo de emociones que expresa en ese momento.
La sesión es privada, hay el principio de confidencialidad y no se graba. En caso de riesgo de vida, también el paciente debe firmar un acta de consentimiento, mediante la firma digital
“Hay terapias a través de la imagen, mostramos fotos, vemos y enviamos a nuestros pacientes lo que han experimentado. Lo que hacemos es prácticamente ejercitar las emociones”, afirma Montoya.
¿Qué se hace para canalizar o expresar una emoción? Redactar una carta manuscrita, con el tipo de emoción que se siente y detallar, es eficiente, ya que posibilita al paciente condensar y reconocer su estado emotivo y lo mismo se hace en la sesión virtual.
Algunas veces sucede que se interrumpe la sesión virtual, porque no hubo conexión entre paciente y terapeuta. No se trata de un fracaso, sino que se posterga el tratamiento y consulta, y la persona regresa con la misma intención de ser escuchada.
“Por ética tenemos que derivar a otro terapeuta, siempre siguiendo la ética y el principio de beneficio para el ser humano. En lo posible tenemos que hacer que se beneficie el paciente, a veces, el paciente deja de venir y luego vuelve”, sostiene la experta en Psicología.
La tecnología también irrumpe con otras herramientas para la terapia personal, con miras a un desarrollo de inteligencia emocional. Montoya sugiere la realidad virtual, que fue exitosa en el tratamiento de personas con quemaduras y la autohipnosis, que, con inteligencia emocional, desde la realidad virtual, puede generar un cambio de comportamiento.
“Al cambiar los pensamientos se cambian los comportamientos, los comportamientos hacen que la interrelación mejore entre los seres humanos. Si la situación se repite, ya la persona puede cambiar la emoción y el comportamiento; la realidad virtual nos ayudaría muchísimo”, dice la académica de Unifranz.