El poder del aburrimiento en la educación: por qué la inactividad impulsa la creatividad y el aprendizaje

By Manuel Joao Filomeno Nuñez

Durante años, el aburrimiento fue visto como enemigo del aprendizaje. Sin embargo, investigaciones recientes y voces expertas coinciden en que esos momentos de inactividad mental —tan evitados en la vida digital actual— pueden convertirse en un motor poderoso para la curiosidad, la creatividad y el pensamiento crítico, el mensaje es claro: permitir que los estudiantes se aburran, aunque sea un poco, puede transformar su manera de aprender.

“El aburrimiento es una oportunidad para la mente. Cuando dejamos espacios sin estímulos, los estudiantes pueden conectar ideas, hacerse preguntas y despertar esa curiosidad que impulsa el verdadero aprendizaje”, afirma Pablo Llano, responsable de la Jefatura de Enseñanza y Aprendizaje (JEA) de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz).

Esta visión coincide con la de profesor de Harvard, Arthur C. Brooks, quien sostiene que la evasión constante del aburrimiento —especialmente mediante el uso de pantallas— impide activar la llamada red neuronal por defecto, el sistema cerebral que se enciende cuando no estamos ocupados cognitivamente, esta red “abre la puerta a procesos profundos de reflexión, creatividad y búsqueda de sentido”.

En un experimento citado por Brooks, personas expuestas a 15 minutos de silencio absoluto preferían recibir descargas eléctricas antes que permanecer a solas con sus pensamientos. La reacción, según el académico, demuestra la incomodidad que produce la introspección en una sociedad hiperestimulada, pero también refleja lo mucho que necesitamos recuperar esos espacios para cultivar la claridad mental. “Aburrirte, aunque sea un poco, es esencial para ordenar ideas y encontrar significado”, señala.

En el ámbito educativo, diversas expertas en metodologías lúdicas, como Imma Marín y Esther Hierro, insisten en que la creatividad y la curiosidad florecen cuando el estudiante no está saturado de estímulos ni bajo presión constante de resultados. Para ellas, el juego —o más precisamente, la actitud lúdica— se fortalece cuando existen momentos de calma que permiten que la imaginación tome el control. 

“La curiosidad necesita aire. Si todo está programado, guiado y resuelto, no hay espacio para la sorpresa ni la exploración”, afirman Marín y Hierro, fundadoras de Marinva, consultora especializada en aprendizaje lúdico. Estos espacios suelen surgir en pausas, silencios y tiempos muertos: precisamente aquellos momentos que el sistema educativo tradicional ha intentado eliminar.

El aburrimiento, entendido como un intervalo libre de estímulos, crea las condiciones perfectas para procesos cognitivos complejos: la generación de hipótesis, la búsqueda de patrones, la asociación libre de ideas y, sobre todo, la formulación de preguntas. Estudios citados por Harvard muestran que, en esos momentos, la mente reorganiza información, fortalece la memoria y conecta experiencias previas de forma más creativa.

Llano enfatiza que la curiosidad —alimentada también por el aburrimiento creativo— es clave para que los estudiantes se atrevan a buscar respuestas propias: “En la educación tiene que haber emoción y libertad para preguntarse. El aprendizaje comienza cuando el estudiante siente que puede explorar más allá de la lección”.

Además, la incorporación de metodologías lúdicas —basadas en retos, juegos, dinámicas exploratorias y capas narrativas— se potencia cuando se permite que los estudiantes gestionen tiempos sin instrucciones precisas. Marín y Hierro explican que esta “capa lúdica” transforma el aprendizaje en una experiencia activa, donde incluso el error se convierte en parte del proceso. Desde esa perspectiva, el aburrimiento actúa como antesala del descubrimiento: al no tener una tarea inmediata, el cerebro empieza a idear soluciones, imaginar posibilidades y generar pensamiento crítico.

Estas dinámicas adquieren aún más relevancia en un mundo saturado de pantallas. Brooks advierte que “si cada vez que aparece el aburrimiento tomamos el teléfono, se vuelve imposible pensar con profundidad”. Por eso, recomienda prácticas como ayunos digitales, evitar el uso del teléfono en comidas y no dormir con dispositivos cerca. Según sus estudios, estas pausas reducen el estrés, mejoran la salud mental y aumentan la creatividad espontánea.

En entornos educativos, estas ideas se traducen en permitir momentos de desconexión, promover actividades sin tecnología, crear espacios contemplativos y animar a los estudiantes a observar, preguntarse y repensar. Un pequeño período sin pantallas durante el aula puede despertar más preguntas que una clase entera llena de estímulos.

En su modelo educativo innovador, Unifranz incorpora este enfoque al combinar curiosidad, juego y espacios de exploración real en laboratorios, talleres y proyectos multidisciplinarios. La universidad entiende el aburrimiento no como un obstáculo, sino como una herramienta pedagógica: un terreno fértil para que la creatividad tome forma y el aprendizaje se vuelva significativo.

En definitiva, el aburrimiento —lejos de ser un enemigo— puede convertirse en un aliado poderoso para despertar la curiosidad, fortalecer la creatividad y construir aprendizajes más profundos. Y en un mundo que intenta escapar de él a toda costa, la educación del futuro podría depender, precisamente, de aprender a abrazarlo.

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