Por Jorge López
Hoy, 19 de noviembre, se conmemora el Día Mundial del Saneamiento, también conocido como el Día del Retrete, una fecha clave para reflexionar sobre los retos que millones de personas aún enfrentan en pleno siglo XXI: el acceso a agua potable y servicios de alcantarillado. Estos aspectos no solo son fundamentales para una vida digna, sino también para la prevención de enfermedades que afectan gravemente a la salud pública.
“La falta de saneamiento tiene un efecto devastador en la salud pública, aumentando la carga de una enfermedad, agotando los recursos de los sistemas de salud y perpetuando la desigualdad, especialmente en las comunidades más pobres», explica Sirley Jeannethe Miranda Fernández, médica cirujana y docente de la carrera de Medicina en la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
El saneamiento deficiente no solo implica cuestiones de comodidad, sino un problema grave de salud pública. La falta de instalaciones adecuadas expone a las personas, especialmente en las áreas rurales y marginadas, a enfermedades prevenibles como la diarrea, que aún es una de las principales causas de mortalidad infantil en muchas regiones.
La falta de acceso a agua potable y saneamiento adecuado es una de las principales causas de enfermedades transmisibles, como la diarrea, el cólera y la fiebre tifoidea. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), estas enfermedades son responsables de aproximadamente 1.5 millones de muertes cada año en todo el mundo, en su mayoría niños menores de cinco años.
La precariedad del agua no solo propaga enfermedades, sino que también afecta a la higiene personal y la dignidad de millones de personas, sobre todo mujeres y niñas, quienes enfrentan mayores riesgos de violencia y discriminación debido a la falta de instalaciones sanitarias seguras.
“Las enfermedades causadas por la falta de saneamiento reducen la capacidad de las personas para trabajar y estudiar, atrapándolas en un ciclo de enfermedad y pobreza del que es difícil escapar”, explica Miranda.
En entornos rurales y en países en vías de desarrollo, las familias que carecen de acceso a agua potable y saneamiento no solo sufren enfermedades, sino que también deben dedicar largas horas a la recolección de agua, tiempo que podría destinarse a la educación o al trabajo productivo. Esto perpetúa un ciclo de desigualdad y atraso económico que dificulta el progreso a nivel comunitario.
Un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) señala que las niñas en edad escolar pierden hasta un 10% de sus días de clase al año debido a la falta de instalaciones sanitarias apropiadas.
Además, la falta de agua potable en las escuelas afecta directamente el rendimiento académico de los estudiantes. La propagación de enfermedades relacionadas con el agua, como la diarrea o infecciones parasitarias, reduce las horas de asistencia y aprendizaje, lo que compromete gravemente el desarrollo de habilidades cognitivas y sociales de los niños y jóvenes.
«Incorporar la educación en salud y saneamiento desde temprana edad, junto con la capacitación de líderes comunitarios, es esencial para fomentar prácticas de higiene y mejorar el acceso a servicios básicos”, explica la académica.
La tecnología, una herramienta para el saneamiento básico
La digitalización del saneamiento se presenta como una herramienta clave para transformar la gestión de recursos hídricos y mejorar el acceso a servicios básicos. A través de plataformas digitales y la implementación de tecnologías inteligentes, se puede realizar un monitoreo en tiempo real del uso y calidad del agua, prever desabastecimientos, optimizar infraestructuras de distribución y reducir el desperdicio.
“El uso de tecnologías de la información en la gestión del agua puede mejorar la eficiencia en más de un 20%, reduciendo los costos operativos y garantizando una mejor distribución de los recursos”, informa el Banco Mundial.
Estas tecnologías ofrecen la posibilidad de monitorear en tiempo real la calidad del agua, detectar fugas en las infraestructuras, e incluso prever sequías. Además, facilitan la coordinación entre gobiernos, organizaciones internacionales y ciudadanos, acelerando así el camino hacia el acceso universal al agua y saneamiento.
«Garantizar el acceso a agua potable segura y mejorar la gestión de residuos sólidos y aguas residuales son pasos clave para reducir las enfermedades y asegurar un saneamiento sostenible”, añade Miranda.
La falta de acceso a agua potable y saneamiento adecuado no solo es un problema técnico, sino también ético. Todos tienen derecho a estos servicios esenciales, y la inacción solo perpetúa la desigualdad. Adoptar soluciones digitales es un paso crucial, pero también es necesaria la voluntad política y la inversión en infraestructura.
«El uso de tecnologías de bajo costo para potabilizar el agua y tratar residuos es fundamental para enfrentar la crisis de saneamiento en áreas de bajos recursos”, concluye la doctora Miranda.
Una celebración con propósito
El Día Mundial del Saneamiento, celebrado cada 19 de noviembre, busca concienciar sobre las millones de personas que viven sin acceso a servicios sanitarios seguros y fomentar la adopción de medidas para enfrentar la crisis global de saneamiento, avanzando así hacia el Objetivo de Desarrollo Sostenible 6: agua y saneamiento para todos.