Educar para la dignidad: el camino hacia una sociedad que respete plenamente los derechos humanos

By Lily Zurita Zelada

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La defensa y promoción de los derechos humanos es uno de los desafíos más urgentes para las sociedades actuales, especialmente cuando aún persisten la discriminación, la violencia y la desigualdad. En este contexto, la educación emerge como una herramienta transformadora capaz de cimentar un futuro más justo. 

Instituciones académicas como la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, asumen este compromiso desde la formación de nuevos profesionales conscientes de la importancia de la dignidad humana, porque los derechos humanos representan mucho más que un conjunto de leyes: se sostienen sobre la dignidad misma de las personas. 

Así lo explica Zulma Aliaga, directora interina en la carrera de Derecho de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz La Paz), quien señala que “los derechos humanos son un conjunto de prerrogativas que se sustentan en la dignidad humana y que pertenecen a todas las personas, sin distinción, por el simple hecho de ser humanas”.

Para la académica, estos derechos “deben ser respetados por todas las personas y además deben ser reconocidos y garantizados por el Estado”. Esta definición no solo expone su carácter universal, sino también la responsabilidad conjunta entre ciudadanía e instituciones para su vigencia efectiva.

En la misma línea, Mirtha Vargas enfatiza que los derechos humanos son “prerrogativas inherentes a la razón y la dignidad de cada persona, garantes de la libertad, la igualdad y la paz, que además funcionan como límites efectivos al poder estatal”. Su existencia, asegura, es una condición mínima para el desarrollo tanto individual como colectivo.

Cada 10 de diciembre el mundo celebra el Día de los Derechos Humanos en conmemoración a la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948, un documento histórico que establece los derechos fundamentales e inalienables de todas las personas, promoviendo la igualdad, la libertad y la dignidad humana a nivel mundial como una norma común para todas las naciones.

Sin jerarquías: todos los derechos importan

Una de las ideas más relevantes en el debate contemporáneo es la ausencia de jerarquía entre los derechos humanos. Aliaga subraya que “no se puede hablar de una jerarquía de derechos humanos, porque el pretender jerarquizarlos implicaría limitar derechos o dar prioridad a unos frente a otros”. Destaca además su carácter interdependiente, porque cada derecho complementa al otro y su protección debe ser integral.

Vargas coincide. Citando el artículo 13 de la Constitución Política del Estado, recuerda que “la clasificación de los derechos no determina jerarquía alguna ni superioridad de unos sobre otros”. 

Aunque algunos derechos son más difundidos o más vulnerados, su importancia no varía. Lo que cambia es la urgencia de su promoción, especialmente en ámbitos como la vida, la libertad, la integridad, la educación o la igualdad.

Educar para prevenir vulneraciones

La educación en derechos humanos cumple una labor esencial: formar ciudadanos conscientes. Aliaga afirma que “la formación en derechos humanos desde la educación es imprescindible. Solo a través del aprendizaje y la concientización podemos prevenir la vulneración de derechos”. 

Su planteamiento incluye una mirada hacia las nuevas generaciones, señalando que esta formación debe comenzar desde la infancia para fortalecer la comprensión de la dignidad, los mecanismos de protección y la identificación de riesgos.

Vargas, por su parte, recuerda que la educación en derechos humanos está alineada con el mandato constitucional. “Es de suma importancia formar en derechos humanos no solo para cumplir el mandato constitucional, sino para generar convivencia en el marco del respeto de las normas”, sostiene. 

Un país mejor formado en esta temática, asegura la académica, es capaz de alcanzar mayores estándares de cultura de paz, convivencia armónica y prevención de vulneraciones.

El rol clave de la educación para una sociedad más justa

Ambas especialistas coinciden en que la educación es un pilar fundamental para consolidar sociedades justas y respetuosas. Aliaga resalta que la educación “debe propiciar la creación de entornos seguros y respetuosos, donde se promueva la igualdad, la cultura de paz y la resolución pacífica de los conflictos”. Desde su perspectiva, formar ciudadanos comprometidos es la única vía para asegurar la protección efectiva de los derechos humanos.

Por su parte, Vargas subraya que el ámbito educativo permite acceder a contenidos esenciales: historia, definiciones, justificaciones y funciones preventivas y reparadoras de los derechos humanos. “Mediante la educación se puede formar personas conscientes y formadas en el ejercicio de los derechos humanos”, enfatiza.

Construir una cultura que valore la dignidad

El 10 de diciembre recuerda la larga lucha por el reconocimiento de los derechos humanos, pero también interpela a la responsabilidad social y familiar. Aliaga sostiene que su protección “no es solo una obligación del Estado, sino que compete a la sociedad como tal y, de manera crucial, a cada una de las familias”. Construir una cultura de respeto comienza en lo cotidiano: escuelas, hogares y círculos sociales.

Vargas complementa esta reflexión señalando que “es mejor educar que castigar, y el entorno de los derechos humanos es el escenario ideal para aplicar esta premisa”. Su llamado se orienta a fortalecer los mecanismos de información y educación para que la sociedad esté al tanto de avances, desafíos y responsabilidades.

La educación, así entendida, se convierte en la fuerza que puede romper ciclos de violencia, discriminación y desigualdad. Formar ciudadanos que reconozcan el valor de la dignidad humana no solo transforma vidas; transforma sociedades.

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