Dormir lo suficiente es esencial para la salud y el bienestar físico y mental de las personas. El descanso nocturno es tan vital como el ejercicio regular y una dieta balanceada, ya que mientras dormimos se producen numerosos procesos biológicos que facilitan al cuerpo y al cerebro recuperarse del estrés del día a día.
Lo cierto es que, después de una buena noche de sueño, las personas se desempeñan mejor, toman mejores decisiones, tienen un correcto funcionamiento de su sistema nervioso, están más alertas, más concentradas, tienen un mejor rendimiento cognitivo y cometen menos fallas de memoria o atención.
Hace 5 años, Ana María (de 28 años) empezó a tener problemas para dormir. De las casi 8 horas que diariamente dormía, su sueño se redujo a máximo 5. El insomnio bajó su rendimiento laboral y, muchas veces, incluso, se dormía en las reuniones de su oficina. Preocupada por la situación, consultó con una psicóloga, quien la valoró y, luego de un par de consultas, la derivó con el psiquiatra. Hoy, luego de dos años de tratamiento, asegura que su “mala racha” pasó y que recuperó su “calidad de vida”.
Tatiana Montoya, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, asegura que dormir ayuda al cuerpo de varias maneras, desde apoyar en el crecimiento saludable de los bebés y niños hasta mejorar el bienestar físico y mental de los adultos.
¿Cuántas horas debe dormir una persona?
La calidad y la cantidad del sueño influyen directamente en la salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda dormir, al menos, seis horas diarias para mantener un equilibrio en el organismo.
El estrés, el sedentarismo y una mala alimentación son factores que influyen de forma negativa a la hora de dormir. Dormir mal, según la OMS, altera el funcionamiento del organismo y puede provocar dolencias graves si la situación se prolonga en el tiempo.
Hay estudios que demuestran que una persona, según su edad, tiene diferentes tiempos en los que debería dormir para que la calidad de vida sea buena. La cantidad de horas cambia de acuerdo con la edad de las personas:
Por ejemplo, Montoya indica que los adultos todos los días deben dormir, aproximadamente, 7 horas o más. Los adolescentes, entre 8 y 10 horas. Los niños en edad escolar necesitan entre 9 y 12 horas. Los niños en edad preescolar entre 10 y 13 horas. Los niños entre 1 a 3 años necesitarían entre 11 y 14 horas. Los bebés entre 12 y 16 horas y los recién nacidos entre 14 y 18 horas.
“Depende un poco de la edad y mientras más tiempo se requiera para dormir. Tiene que ver, un poco, con el desarrollo y el gasto de energía que tiene cada edad, cada periodo evolutivo del ser humano”, dice Montoya.
Factores que afectan al sueño
Existen más de 100 trastornos diferentes que afectan al sueño. Los mismos se pueden agrupar en cuatro categorías:
1. Problemas para conciliar el sueño y permanecer dormido (insomnio), que pueden ser temporales o crónicos.
2. Problemas para permanecer despierto (somnolencia diurna excesiva) o hipersomnio (cuando la persona se siente cansada todo el día). Otros trastornos dentro de esta categoría son narcolepsia (problema del sistema nervioso que causa somnolencia extrema y ataques de sueño durante el día) y síndrome de apnea de sueño (trastorno común en donde la respiración se interrumpe y la persona no descansa bien).
3. Problemas para mantener un horario regular de sueño. Algunos trastornos dentro de esta categoría son el síndrome de sueño y vigilia irregulares, síndrome del desfase de horario, trastorno del sueño a causa del trabajo por turno o fase de sueño retrasada o avanzada.
4. Comportamientos inusuales durante el sueño o parasomnia, que son más comunes en los niños, como el sonambulismo, terror nocturno o pesadillas.
Otros factores que no están referidos a trastornos propiamente dichos son algunas enfermedades del corazón o dolores agudos o crónicos en alguna parte del organismo, enfermedades mentales, prescripciones medicinas, consumo de ciertas sustancias o exceso de cafeína y alcohol.
“También influyen los malos hábitos en cuanto a los horarios que pueden ser irregulares, o por ejemplo personas que trabajan o estudian en el turno de la noche, no tener una buena higiene a nivel de descanso (…), entre otros”, dice Montoya.
Efectos en la salud
Estudios confirman que las personas que no duermen bien suelen tener peor calidad de vida en comparación con aquellas que duermen bien. Algunas complicaciones asociadas incluyen:
- Bajo desempeño en el trabajo o escuela
- Disminución en la habilidad de reaccionar bien o a tiempo para prevenir algún daño o accidente
- Desarrollo o complicación de algún trastorno de salud mental, tal como: depresión, ansiedad y abuso de sustancia, entre otros.
- Aumento de riesgo y gravedad de enfermedades físicas a largo plazo, tales como: presión arterial alta o problemas cardíacos
Son muchas las personas que sufren a diario por problemas del sueño, ya sea porque les cuesta consolidarlo o porque se despiertan múltiples veces en la noche.
“En Estados Unidos se ha hecho un estudio en relación a las personas que duermen de manera general 7 u 8 horas versus las personas que duermen 4 horas y se ha determinado que las personas que duermen 7 a 8 horas tienen menos riesgo de padecer cáncer respecto a las otras personas”, dice Montoya.
Hay otras variables que interfieren en el sueño, como la genética o los hábitos particulares, pero de manera general la relación entre los tiempos de sueño y el factor de riesgo de encontrar cáncer tiene que ver con la calidad y la cantidad de horas que la persona tiene en cuanto a dormir.
Buenos hábitos para alcanzar un sueño reparador
Para cumplir con la recomendación de la OMS de dormir al menos seis horas cada día, hay algunos hábitos llamados de higiene del sueño, como tener una rutina a la hora de acostarse y levantarse.
También ayuda practicar deporte con regularidad, comer de forma saludable y cenar ligero y, por supuesto, evitar la cafeína, el alcohol y las bebidas energéticas desde media tarde, aproximadamente.