Por Manuel Filomeno
El avance de la tecnología nos permite soñar con un mundo en el que no existan limitaciones, en el que todos los problemas tendrán solución y todas las enfermedades y condiciones médicas, cura o, al menos, algo muy cercano a una.
La Inteligencia Artificial (IA) es uno de los mayores logros de la humanidad, facilitando procesos que antes parecían imposibles y empujando las barreras de la ciencia en el proceso.
Uno de sus logros más recientes es haber logrado devolverle el habla a una mujer que lo había perdido hace casi 20 años.
Durante casi dos décadas, Ann, una maestra de 30 años, se vio limitada a comunicarse mediante un tablero de letras debido a la parálisis causada por un derrame cerebral. Sin embargo, la IA le ha devuelto la capacidad de hablar con su propia voz, gracias al análisis de un video grabado en el día de su boda, y a una interfaz cerebro-máquina, conformado por 253 electrodos en la superficie de su cerebro, en áreas esenciales para el habla, realizada por especialistas de la Universidad de San Francisco, California.
De acuerdo con los expertos que llevaron a cabo la intervención, utilizando la IA, los científicos pudieron traducir las señales cerebrales de Ann en palabras, movimientos y expresiones faciales, las cuales son reproducidas mediante un avatar.
Este avance supone una enorme oportunidad para médicos e ingenieros de sistemas, que pueden desarrollar tecnología que ayude a la rehabilitación de personas con problemas similares, así como a la restauración motora y mejora cognitiva.
“Las oportunidades para los ingenieros de sistemas son muchas, desde la rehabilitación motora, restauración motora, control de dispositivos robóticos, la comunicación asistida y la mejora cognitiva por mencionar algunas”, explica Fernando Hinojosa, docente de la carrera de Ingeniería de Sistemas de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Las interfaces cerebro-máquina son, en realidad, conexiones de cerebros humanos con una inteligencia artificial bajo “lazos neuronales”, los cuales pueden permitir encontrar soluciones que, ahora mismo, no existen para el tratamiento de enfermedades neurológicas como la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), el Parkinson, el Alzheimer o las parálisis por accidentes de tráfico.
Hinojosa agrega que los ingenieros de sistemas forman y formarán parte del desarrollo de las tecnologías relacionadas, junto con médicos y otros profesionales.
En febrero, Neuralink, empresa que desarrolla interfaces cerebro-máquina, anunció los primeros ensayos con humanos de su tecnología, lo cual abrió un abanico de posibilidades para los ingenieros de sistemas, además de otros profesionales, para desarrollar programas y aplicaciones que ayuden a los humanos a aprovechar estas conexiones.
“El papel que juegan es super importante. Los ingenieros de sistemas estuvieron en diferentes etapas desde el diseño del sistema, el desarrollo del software, la integración de hardware y software, las pruebas, y la optimización del rendimiento por mencionar algunas etapas. Podemos contribuir de diferentes aspectos el más importante considero que es la optimización de rendimiento, como sabemos todos los sistemas se pueden mejorar perfeccionar”, explica.
De acuerdo con un comunicado de la compañía, la fase inicial del proyecto se centrará en ayudar a la industria de la salud. El sistema podrá ayudar a personas parapléjicas con tareas sencillas como usar un teléfono o controlar una computadora. También ayudará en la investigación de señales eléctricas cerebrales y el desarrollo de fármacos para diversas afecciones médicas.
Sin embargo, el desarrollo de esta tecnología deberá ir de la mano con el desarrollo de mecanismos de seguridad y de ética que eviten el robo de información, la privacidad y la integridad de los datos cerebrales de las personas que utilicen los implantes.
Existen muchos desafíos, tanto tecnológicos como éticos, en el desarrollo de esta tecnología. Por el lado tecnológico, los avances se van a seguir dando; sin embargo, los desafíos que considero que se pueden presentar van desde la parte de seguridad y ética para proteger la privacidad y la integridad de los datos cerebrales, hasta la colaboración interdisciplinaria que conlleva trabajar en esto”, concluye el experto.