Cuando una mujer se educa, transforma el futuro de un país

En Bolivia, donde ocho de cada diez personas trabajan en la informalidad, las mujeres lideran gran parte del tejido económico desde la invisibilidad. Sin embargo, hay una fuerza silenciosa y poderosa capaz de impulsar un cambio: la educación.
Verónica Ágreda, rectora nacional de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, asegura que “una mujer educada no solo mejora su vida, sino también la de quienes la rodean”. La educación se perfila, entonces, como el motor más poderoso para cerrar las brechas de género y alcanzar una equidad económica real y sostenible.
Mayo es el mes de las madres en el país y también de reconocimiento al rol transformador de la mujer en la sociedad. En este contexto, Ágreda, referente en educación y liderazgo femenino a nivel nacional, reflexiona que “la humanidad es como un pájaro con dos alas. Si una no se despliega, el ave no puede volar. Y eso pasa cuando las mujeres no son parte del desarrollo económico”.
Con esa metáfora poderosa, la rectora de Unifranz y presidenta de la Asociación Nacional de Universidades Privadas de Bolivia (ANUP), describe la urgencia de integrar plenamente a las mujeres en la economía, no sólo como trabajadoras, sino como tomadoras de decisiones, emprendedoras y líderes de cambio. En sus palabras, no se trata únicamente de justicia social, sino de desarrollo sostenible y progreso nacional.
Las estadísticas globales son contundentes: de acuerdo al Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), tomará más de 120 años alcanzar la paridad de género en el mundo, y más de 160 años en el ámbito político. En Bolivia, la situación se agrava por la alta informalidad laboral y las múltiples barreras que enfrentan las mujeres para acceder a empleo digno, financiamiento o espacios de liderazgo.
Educación para superar barreras
Sin embargo, según Ágreda, la educación es un camino que permite superar cada una de estas barreras.
“Las mujeres con poca educación tienen menores posibilidades de generar ingresos sostenibles. En cambio, una mujer profesional puede emprender por oportunidad, no por necesidad; entiende el mercado, identifica problemas y sabe cómo resolverlos”, afirma.
Esta visión ha sido el pilar del Instituto de la Mujer y Empresa (IME), que ella misma lidera desde hace casi una década. A través de esta iniciativa, más de 13.650 mujeres han sido formadas en distintas áreas del emprendimiento y la gestión, y se han acompañado más de 330 emprendimientos desde la idea inicial hasta su escalamiento, con una tasa de sobrevivencia del 72%.
“El emprendimiento no solo se trata de tener una buena idea. Las mujeres necesitan formación, redes de apoyo, espacios de confianza y herramientas financieras ajustadas a su realidad”, explica la CEO del Instituto Mujer & Empresa.
Por eso, desde el IME también se han diseñado programas junto a la banca para facilitar el acceso a crédito, estudios sobre el perfil de la mujer emprendedora boliviana y, sobre todo, la construcción de una comunidad de apoyo entre mujeres.
Ese enfoque colaborativo ha permitido fortalecer los denominados “emprendimientos de triple impacto”, aquellos que buscan no solo generar ganancias económicas, sino también impacto social y ambiental.
“Las mujeres tienden a crear emprendimientos con propósito. Quieren resolver problemas, dejar un legado y mejorar su entorno”, remarca Ágreda.
Feminización de la educación
Pero, ¿por qué la educación es el eje de todo este proceso de empoderamiento económico? La respuesta está en el acceso al conocimiento y la tecnología.
“La economía digital ya es una realidad. Cuando las mujeres acceden a herramientas digitales, amplifican su impacto, profesionalizan sus negocios y aumentan sus ingresos”, afirma y añade que, en la actualidad, “más mujeres ingresan y se gradúan de las universidades”, aunque aún son pocas las que ocupan cargos directivos.
Este fenómeno, conocido como “feminización de la educación”, revela una paradoja: las mujeres están mejor preparadas académicamente, pero siguen enfrentando techos de cristal en el mercado laboral y en la toma de decisiones.
“Estamos en un punto en el que necesitamos políticas públicas claras, alianzas público-privadas y estructuras que permitan conciliar el trabajo con el cuidado familiar. No se puede hablar de equidad sin hablar de corresponsabilidad social”, enfatiza Ágreda.
La rectora también hace hincapié en que la educación no debe ser solo técnica o académica, sino también emocional y comunitaria.
“Hemos aprendido que las mujeres necesitan ver ejemplos reales, historias de vida, fracasos y aprendizajes. Por eso es vital visibilizar a las líderes que inspiran, que muestran que se puede, incluso después de caer”, dice con convicción.
Finalmente, la académica resume en una frase su compromiso con la educación y el empoderamiento femenino.
“Cuando una mujer se educa, se transforma una familia, una comunidad y un país entero. Por eso apostamos por la educación como herramienta de cambio, como un derecho y como un vehículo para lograr la equidad económica”.