Cochabamba, de granero de Bolivia a motor tecnológico y creativo

Este 14 de septiembre, Cochabamba celebra 215 años de su gesta revolucionaria, una fecha cívica que reafirma su identidad y su papel en la historia del país. Hoy, la región se proyecta como uno de los polos de innovación más dinámicos de Bolivia: ya no es solo el “granero” del país, sino también un semillero creciente de startups, incubadoras universitarias, empresas de software e industrias creativas.
“Tenemos como fortaleza que Cochabamba está siendo considerada un hub tecnológico muy importante por todas las startups ligadas al desarrollo de software que están exportando. Desde aquí se genera mucha tecnología”, afirma Gabriela Sanjinés, directora del Instituto de Progreso Económico Empresarial (IPEE) de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
La transición hacia un modelo económico basado en el conocimiento, la mente y la creatividad llega, sin embargo, con desafíos estructurales. Si estos no se enfrentan mediante políticas públicas y alianzas sólidas entre academia, sector privado y Estado, el avance puede verse comprometido.
De granero de Bolivia al motor tecnológico y creativo
Desde tiempos precoloniales, Cochabamba fue proveedora de granos: primero del Qollasuyo y luego de la República. Esa vocación productiva se sostuvo durante siglos, hasta que, a inicios del siglo XXI, la región empezó a buscar una nueva identidad económica.
Rolando López, estratega de gestión empresarial y vicerrector de Unifranz Cochabamba, recuerda que durante mucho tiempo predominaba el discurso de ser “el granero de Bolivia” o “la reserva energética”. Sin embargo, los procesos de migración hicieron que la región perdiera empleos y talentos.
“Las grandes empresas se fueron a Santa Cruz y muchas de las personas más capacitadas emigraron al exterior. Entonces vimos un mensaje que nos dio la ONU después de la pandemia: la mejor solución para recuperar la economía de las ciudades era mapear la huella creativa. Eso nos inspiró a hacer un censo de economía naranja y a identificar cada emprendimiento”, explica López.
El estudio realizado por el IPEE en 2023 confirmó que Cochabamba ya había cambiado de vocación económica. En medio de la informalidad, pasó de ser el granero de Bolivia a convertirse en un reservorio de talento creativo. Ese sector incluye arte, turismo, gastronomía, artesanía, tecnología y todo lo que surge de lo que López llama “oro gris”: la mente y el talento.
Solo en el municipio de Cochabamba se identificaron más de 94 mil empleos generados por la economía naranja, de los cuales más de 23 mil son directos. También se registraron más de 22 mil unidades económicas vinculadas a la gastronomía, la moda, la industria y la tecnología.
Un ejemplo del potencial de esta transformación está en el sector tecnológico. De ocho grandes empresas productoras y exportadoras de software registradas por el Ministerio de Desarrollo Productivo, seis nacieron y operan en Cochabamba.
A esto se suma que, según los mapeos nacionales del ecosistema TIC, el número de startups en Bolivia se ha recuperado y se concentra en el eje troncal: La Paz, Santa Cruz y Cochabamba. El mapeo 2024/2025 registra entre 160 y 170 startups en el país, y destaca a Cochabamba como una de las tres ciudades con mayor dinamismo. Esa concentración explica por qué se habla de la región como un “Silicon Valley” a escala nacional.
Los cinco desafíos que más pesan hoy
El entusiasmo, sin embargo, se enfrenta a dificultades reales. El ecosistema emprendedor ha ganado visibilidad internacional, aunque la falta de capital de riesgo local y, sobre todo, el difícil acceso a dólares se mantienen como grandes obstáculos, reflexiona Sanjinés.
La escasez de divisas limita el pago a proveedores internacionales, la contratación de talento en el extranjero y la importación de insumos tecnológicos. Para empresas que venden en dólares o requieren pagar licencias e infraestructura en moneda extranjera, esta barrera incrementa el riesgo y desalienta la inversión.
A ello se suma la conocida fuga de cerebros. Cochabamba cuenta con universidades que forman capital humano y generan prototipos sólidos, pero muchos profesionales terminan migrando hacia mercados con mejores salarios y mayor estabilidad cambiaria, desaprovechando así su potencial para el desarrollo local.
La tecnología, aunque motor de este nuevo modelo, todavía tropieza con problemas de infraestructura. Si bien la penetración de internet ha mejorado, persisten limitaciones en la cobertura de fibra óptica, en la calidad de la conexión en municipios fuera del centro urbano y en la latencia para servicios en la nube, factores que restringen la competitividad global.
El entorno regulatorio, por su parte, tampoco ofrece las certezas necesarias. Las empresas tecnológicas requieren reglas claras para contratar personal internacional, tributar por servicios digitales y exportar conocimiento, pero la fragmentación normativa y la volatilidad económica generan incertidumbre tanto para emprendedores como para inversionistas.
Un cochabambino resiliente
En medio de estos retos, la narrativa de Cochabamba en sus 215 años es la de una ciudad que ha sabido reinventarse. Ya no es solo la despensa del país, sino un laboratorio tecnológico que busca transformar la tradición productiva en innovación digital. Sus universidades apuestan por el emprendimiento, incubadoras locales desarrollan proyectos exportables y la comunidad se organiza en torno a ferias y foros que conectan ideas con oportunidades.
“Hace 30 años, Cochabamba quería ser un polo industrial, pero las distintas crisis hicieron que muchas industrias migren a Santa Cruz, El Alto o La Paz. Sin embargo, el cochabambino es resiliente y empezó a buscar formas creativas de generar recursos económicos. Por eso hoy somos protagonistas de la economía naranja”, concluye Sanjinés.