Por Lily Zurita
El uso de internet en el campo de la medicina presenta tanto ventajas como desafíos. Si bien facilita la interacción entre médicos y pacientes, también conlleva riesgos, como el aumento de autodiagnósticos y autotratamientos por parte de algunas personas. Confiar en la información en línea, sin acudir a un profesional, puede poner en peligro la salud, ya que el consejo médico sigue siendo imprescindible.
El director de la carrera de Medicina de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, Nelson Torrez, expresa su preocupación porque, en este último tiempo, los pacientes llegan a consultas médicas con diagnósticos autogenerados y tratamientos recomendados por páginas web, TikTok o videos en YouTube, lo cual complica su trabajo y, en algunos casos, pone en riesgo la salud del mismo paciente.
“Tenemos que enseñar a los pacientes a tener una responsabilidad compartida. Gracias al internet, el paciente tiene acceso a datos, pero debe aprender a interpretarlos y si nosotros no le enseñamos a interpretar esa información, puede ser que se nos salga de control”, señala el galeno.
Una encuesta realizada por OnePoll (una agencia internacional de investigación de mercados especializada en encuestas de opinión) reveló que, en Estados Unidos, dos de cada cinco personas se diagnosticaron erróneamente con ‘enfermedades graves’ después de consultar en internet sobre sus síntomas, en lugar de acudir a un profesional de la salud.
La búsqueda de información sobre posibles problemas de salud es muy variada, aunque destacan los síntomas ocasionales como dolor de cabeza, de espalda o de estómago, catarro, conjuntivitis, candidiasis o herpes, entre otros.
La tecnología en la medicina no es nueva. Hace décadas, los médicos se apoyaban en métodos semiológicos como la inspección, palpación, percusión y auscultación para diagnosticar enfermedades. Sin embargo, el avance de la tecnología ha transformado esos métodos, introduciendo herramientas como la imagenología en 3D, análisis de laboratorio en tiempo récord e incluso cirugías a distancia. Aunque estos avances han permitido optimizar tiempos y diagnósticos, también requieren de una capacitación adecuada para sacar el máximo de provecho.
Uno de los grandes retos actuales es la telemedicina. Esta modalidad permite realizar consultas y tratamientos médicos a distancia, pero también traslada parte de la responsabilidad al paciente, quien debe interpretar datos como su presión arterial o niveles de glucosa. Sin la correcta orientación médica, esta interpretación puede ser errónea, lo que podría llevar a decisiones médicas inadecuadas o incluso a la automedicación, un fenómeno cada vez más frecuente.
Los pacientes, al tener fácil acceso a información médica en internet, tienden a creer que entienden su diagnóstico y tratamiento, lo que los lleva a comprar medicamentos sin prescripción médica. Esto, a su vez, puede agravar sus condiciones de salud y complicar la intervención.
Además, la sobrecarga de información en línea hace que los pacientes lleguen a las consultas con autodiagnósticos basados en enfermedades que ni siquiera son comunes en su entorno. Esto obliga al médico a navegar entre la información certera y la desinformación, al tiempo que debe educar al paciente sobre la importancia de un diagnóstico profesional. Por otro lado, aunque algunos pacientes se apoyan en artículos científicos de calidad, otros basan sus conocimientos en fuentes poco confiables, lo que genera una confusión generalizada.
El avance de la tecnología, incluido el uso de la IA, ha facilitado el trabajo médico en muchos aspectos, pero también una disminución en la práctica del «raciocinio clínico», entendido como una competencia que el galeno desarrolla y que es fundamental para su práctica médica.
El razonamiento clínico, según el Centro Nacional de Información Biotecnológica (CNIB) de Estados Unidos, incluye aspectos relacionados con la observación, el pensamiento crítico y las habilidades de comunicación con el paciente, ya que integra los conocimientos previos que el médico tiene sobre una enfermedad mediante la obtención de información de los aspectos clínicos que el paciente proporciona, y aunado a la interpretación de los hallazgos en la exploración física y, en su caso, de las pruebas complementarias, permite elaborar un conjunto de diagnósticos probables para la eficiente toma de decisiones clínicas.
Interpretaciones automatizadas
La tentación de confiar en los resultados generados por algoritmos o interpretaciones automatizadas puede hacer que los médicos se alejen de la observación detallada y el análisis profundo que tradicionalmente caracterizaba a esta profesión.
Según Torrez, la tecnología está afectando el raciocinio, “porque nos facilita el trabajo y nos hemos vuelto facilistas. Nos olvidamos de la interpretación e identificar ciertas cualidades que nuestros profesores tenían (…)”.
Aunque el internet y la tecnología han permitido grandes avances en la medicina, también es crucial reconocer los riesgos asociados con su mal uso. Los médicos deben mantener un equilibrio entre el uso de estas herramientas y la esencia de la práctica médica tradicional, para no perder de vista la importancia de una atención integral y personalizada. La clave está en que tanto pacientes como médicos utilicen estas herramientas con respons