¿Tu conocimiento caduca? La educación continua abre el camino hacia el futuro de Bolivia

Bolivia enfrenta un punto de inflexión. La dependencia de los recursos naturales ya no es suficiente para sostener un desarrollo competitivo en la era digital. La transición hacia servicios, tecnología y economía del conocimiento exige algo más que títulos universitarios. Requiere de profesionales en constante actualización, capaces de adaptarse a los cambios vertiginosos del mercado laboral.
Al respecto, Alberto Salamanca Kačić, director de la carrera de Derecho en la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, afirma que “el aprendizaje que funcionaba para un modelo extractivo ya no basta. La educación continua es hoy la principal estrategia nacional para garantizar soberanía económica y cohesión social”.
La educación permanente –según el académico– ha dejado de ser un complemento y se ha convertido en un imperativo para el desarrollo del país.
En la misma línea, el Instituto de la UNESCO para el Aprendizaje a lo Largo de Toda la Vida (UIL) asegura que este tipo de aprendizaje está enraizado en la integración del aprendizaje y la vida, cubriendo actividades de aprendizaje para personas de todas las edades, en todos los contextos de la vida y mediante una variedad de modalidades que, juntas, satisfacen una variedad de necesidades y demandas de aprendizaje.
“El aprendizaje a lo largo de toda la vida (ALTV) se ha convertido en un importante concepto en el ámbito de la política internacional y nacional. El concepto implica que el curso de vida de una persona ya no se puede dividir en un periodo de preparación seguido por un periodo de acción, sino más bien que el aprendizaje se extiende a lo largo de toda la vida en sus diferentes fases”, indica la UIL.
Este concepto implica que el aprendizaje tiene lugar no solo en entornos formales de educación y formación, sino también en diversos espacios de aprendizaje.
Un puente entre la universidad y el mercado laboral
Los ciclos largos de la educación formal no siempre responden a la velocidad de las transformaciones productivas. Mientras en La Paz crece la demanda de analistas de datos financieros, en Santa Cruz se requieren especialistas en logística y agroindustria tecnológica, y en el eje troncal, desarrolladores de software. Estas brechas solo pueden cerrarse con formación flexible y actualizada.
“La educación continua permite a los profesionales actualizarse y reinventarse a través de cursos, diplomados y certificaciones. Se trata de reskilling (actualización de habilidades) y upskilling (adquisición de competencias completamente nuevas), dos procesos que hoy son claves para la empleabilidad en Bolivia”, asegura Salamanca.
Esta modalidad ofrece una ventaja estratégica: preparar talento en sectores emergentes como legaltech, turismo sostenible, desarrollo de software y agroindustria digital, posicionando a Bolivia con mayor competitividad regional.
Inclusión y movilidad social a través del aprendizaje
Más allá de su dimensión técnica, la educación continua es también un motor de inclusión. Permite que personas que no accedieron a la universidad o que abandonaron sus estudios encuentren nuevas rutas de formación.
El auge de la educación en línea abre oportunidades para jóvenes de El Alto que buscan convertirse en programadores, para artesanas de Sucre que digitalizan sus negocios o para madres de familia que acceden a competencias digitales desde sus hogares.
“Cada vez que capacitamos a alguien en nuevas habilidades, reducimos desigualdades y ampliamos la base de talento que el país necesita. La educación continua democratiza el conocimiento y brinda segundas oportunidades”, reflexiona Salamanca.
La movilidad social ya no pasa únicamente por un título universitario, sino por la capacidad de aprender de manera constante.
La resiliencia como valor ciudadano
El impacto más profundo de la educación continua no está solo en las competencias técnicas, sino en la construcción de una cultura de aprendizaje permanente. La filosofía del lifelong learning (aprendizaje a lo largo de la vida) fomenta la adaptabilidad y la resiliencia frente a escenarios adversos como crisis políticas, fluctuaciones económicas o efectos del cambio climático en la producción agrícola.
En palabras de Salamanca: “Un ciudadano que aprende de forma constante es capaz de reinventarse. Esa adaptabilidad es hoy el activo más valioso que puede tener Bolivia”.
De esta manera, la educación continua fortalece la capacidad del país para enfrentar la automatización, reinventar emprendimientos y transformar los desafíos en oportunidades.
El aprendizaje como única constante
La educación continua no es un lujo, es una necesidad estratégica para Bolivia. Constituye un puente hacia la empleabilidad, una herramienta de inclusión social y un cimiento para la resiliencia ciudadana.
Frente a un futuro incierto, lo único permanente es el aprendizaje. La pregunta ya no es qué estudiamos, sino cuánto estamos dispuestos a seguir aprendiendo para no quedar rezagados.
Salamanca lo resume con claridad: “El futuro del país dependerá de su capacidad de construir una ciudadanía que nunca deje de aprender. Ese es el verdadero camino hacia el desarrollo sostenible”.