Síndrome de Doña Florinda: una forma de discriminación silenciosa en la sociedad

By Paula Beatriz Cahuasa

Por Jorge López

Uno de los comportamientos más comunes, aunque a menudo ignorado en la sociedad, es el denominado síndrome de Doña Florinda. Este término, inspirado en uno de los personajes principales de la famosa serie para niños “El Chavo del 8”, describe a aquellas personas que adoptan una actitud de desprecio hacia aquellos que perciben como «inferiores» o «diferentes». 

“Las personas que tienen este síndrome creen ser de una clase superior a la que no pertenecen, entonces suelen odiar o despreciar a sus pares. Es decir, a sus vecinos o a gente de su clase social. Suelen tener características psicológicas de una persona ególatra, pretenden ser superiores a otros y buscan la admiración de los demás”, explica José Ignacio Vásquez, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz. 

El síndrome de doña Florinda o aporofobia (fobia a las personas pobres o desfavorecidas, según el Diccionario de la Real Academia Española) fue acuñado e ilustrado por Rafael Ton, licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de La Plata y autor de libros como “El síndrome Doña Florinda”, “Las sombras de Puerto Deseado”, “La culpa es de Perón”, entre otros, quien explicó que estas personas desprecian a quienes comparten sus mismos problemas financieros y se esfuerzan por dar una imagen diferente a su situación. 

Para Vásquez, no se trata de un trastorno psicológico conocido, pero se ha convertido en una metáfora de actitudes sociales que reflejan la desigualdad y la jerarquización dentro de la sociedad. 

La discriminación por estatus social, género, apariencia física o clase económica es una problemática latente que se manifiesta de manera sutil en conversaciones, interacciones laborales y, en muchos casos, en la educación.

“Las emociones pueden ser de mucha valía consigo mismo, de un orgullo elevado, por lo cual, aunque sus seres más cercanos señalen su comportamiento inadecuado hacia sus pares, podría ignorar sus falencias y creer que no está equivocado (a) en su forma de comportarse”, explica Vásquez. 

Las personas que experimentan actitudes similares a las que protagonizaba Doña Florinda pueden enfrentar una serie de efectos negativos en su bienestar emocional. El rechazo constante, la exclusión social y el sentimiento de ser menospreciados por parte de quienes se perciben como más «importantes» o «superiores» puede generar sentimientos de inseguridad, ansiedad e incluso depresión.

“Puede causar un aislamiento social por sus pares, es una consecuencia común debido al rechazo o repudio que tiene hacia su entorno social. También puede llevar a conflictos y peleas dentro de su ámbito social que puede disminuir la comunicación positiva entre los vecinos o familiares”, añade el experto consultado. 

Cuando una persona está constantemente sometida a esta discriminación social, empieza a internalizar esos mensajes y se ve afectada por una baja autoestima, lo que puede tener repercusiones no solo a nivel emocional, sino también en su desarrollo personal y profesional.

«El clasismo y la exclusión no sólo se manifiestan de forma abierta, sino que también se encuentran profundamente enraizados en nuestras estructuras sociales. Los estereotipos que se difunden a través de los medios refuerzan la noción de que algunas personas son más valiosas que otras, lo que perpetúa un ciclo de discriminación que afecta el bienestar emocional y social de las personas”, informa Laura Gómez, investigadora de estudios sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM.

Además de las repercusiones emocionales, este síndrome también perpetúa ciclos de exclusión en la sociedad. La creación de jerarquías invisibles entre individuos, basadas en la apariencia, el origen social o económico, refuerza la desigualdad estructural y dificulta la integración social.

“Este síndrome se inspira en el personaje de Doña Florinda, pero eso no significa que no pueda existir un ‘Don Florindo’, aclarando que también los hombres puedan tener dichas características. Para entender la relación de las culturas y sociedades en relación a este síndrome, es importante aclarar que éste aparece porque el ser humano necesita ser reconocido y aceptado por su entorno”, añade el psicólogo.

Para combatirlo, es crucial fomentar una educación más inclusiva y respetuosa, donde la empatía y la igualdad sean los pilares. En el ámbito educativo, por ejemplo, es fundamental sensibilizar a los jóvenes sobre las consecuencias de la discriminación social y enseñarles a valorar la diversidad como un enriquecimiento, no como una amenaza.

“No se trata de retirar de su mente las ideas ególatras. De cierta manera, esta forma de pensar y sentir permite a todo individuo equilibrar una sana autoestima, pero debe ser regulada para que no pase a desnivel que genere malestar en su contexto social. Y el aprender a manejar su orgullo y humildad permitirá que se reconozca como igual a sus pares”, concluye Vásquez. 

El síndrome de Doña Florinda es un reflejo de cómo las actitudes elitistas y discriminatorias continúan presentes en nuestras vidas, a menudo de manera imperceptible. Reconocer estos comportamientos y luchar contra ellos es el primer paso para crear una sociedad más inclusiva y respetuosa para todos.

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