Pinocho, de Guillermo del Toro, ha sido una de las películas más aclamadas de la temporada, ganadora del Oscar y el Globo de Oro a mejor película de animación. El director Guillermo del Toro dio vida a este clásico con la técnica de stop-motion.
Luis Téllez, supervisor de animación del galardonado equipo comenta que la realización de un film con esta técnica implica un laborioso proceso mecánico de animación, que consiste en unir títeres —esculturas de personajes en distintos materiales maleables— a una plataforma, maqueta o escenario a escala y moverlos para cerrar un fotograma (fotografía de la secuencia). Así, posteriormente se unen 24 fotogramas para obtener cada segundo de una escena, en el transcurso de una película de casi dos horas que utiliza aproximadamente 172.800 fotogramas.
El efecto de unir estos fotogramas en esas fracciones de segundo es tarea del cerebro gracias a la llamada “persistencia retiniana”, que no es otra cosa que la retención en el cerebro de la última imagen vista por una décima de segundo. Tiempo suficiente para entrelazar dos fotogramas y obtener la percepción de movimiento cuando en realidad lo que vemos es una serie de imágenes fijas.
Para Tellez, más allá de la parte técnica, “el stop-motion, trata de dotar a los personajes de emociones y que a su vez las transmitan a los espectadores”.
Con más de 25 años trabajando en el área, Téllez comenta que el enemigo más contundente de cualquier animador que trabaja con stop-motion es la fuerza gravitacional. “En la animación con dibujos o animación en computadora eso no existe. Pero aquí los personajes hay que sostenerlos para que no se caigan y para eso deben tener una buena estructura y buenos soportes de pie es lo que se llaman tie-downs o también de riggs”, comenta.
Otro elemento importante en la preparación de cada fotograma es el espacio, entendido como la escenificación —muchas veces maquetas a escala combinadas con pantalla verde— y las condiciones de luz controladas para evitar cambios de luz. El experto indica que el espacio de trabajo consiste en una sala absolutamente oscura donde no entre luz exterior en el que se sitúan a los diferentes personajes y se trabajan los movimientos a detalle para generar las secuencias.
Producciones como Pinocchio, no solo requieren de un desarrollo técnico sino también de arte para la creación de los personajes “Puppets” en diversos materiales, llegando a costar entre 600 a más de 20.000 dólares en función al detalle y materiales que permitan su articulación.
Téllez está convencido de que la clave del éxito está en la historia, en lo que se quiere transmitir incluso con materiales sencillos y aplicaciones desde un teléfono móvil.
Con la misión de compartir su conocimiento, el experto llegó a Cochabamba para formar parte de “E- motion: ideas en movimiento”, el conjunto de talleres de animación organizado por la carrera de Diseño Gráfico de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Estudiantes de la carrera de Diseño Gráfico y Producción Crossmedia aprenden haciendo con técnicas propias del stop-motion junto a Téllez. Cada participante elaborará un proyecto con temática ambiental —en seis meses— que permitirá obtener una beca completa para realizar prácticas profesionales en “El taller de Chucho”, estudio de animación de Téllez en México.
Alejandra Basta, organizadora del evento y directora de la Carrera de Diseño Gráfico y Producción Crossmedia en Unifranz Cochabamba, resalta la importancia de la formación en técnicas de animación análogas y digitales como parte de la construcción de conocimientos y herramientas para la elaboración de soluciones comunicacionales creativas e innovadoras en la formación y ejercicio profesional.
Que paciencia con la animación en Top Motion! Alucinante el trabajo que realizan . Excelente Artículo