La movilidad estudiantil está redefiniendo el panorama educativo a nivel global. Impulsa una gran transformación en las universidades al integrar la internacionalización como parte fundamental de sus procesos.
Este fenómeno no es nuevo, pero ha cobrado un nuevo protagonismo en la era de la globalización. El intercambio académico y cultural ya no es solo una opción, sino una necesidad para formar a los profesionales del futuro.
En el contexto de un proceso de internacionalización exitoso, la movilidad estudiantil ha demostrado ser un motor de cambio dentro de las instituciones educativas, asegura Reinaldo Cifuentes, coordinador general de la Red de Administradores Universitarios (RAUI América) y asesor de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
“Los procesos exitosos son aquellos donde la investigación, la internacionalización y otros factores de la educación superior están directamente involucrados en los propósitos institucionales”, puntualiza.
Sin embargo, para que dicho proceso funcione, es crucial que la internacionalización esté presente en cada nivel de la universidad, desde los liderazgos hasta los estudiantes. Cuando la dirección universitaria tiene claro que la internacionalización es un valor institucional y la convierte en parte de su ADN, los resultados son por demás evidentes.
Históricamente, las universidades siempre han sido entidades internacionales. Sin embargo, con el auge de los estados-nación en el siglo XIX, muchas universidades en Latinoamérica adoptaron un enfoque más nacionalista.
Hoy en día, la educación superior ha retomado su carácter internacional, lo que ha permitido que los académicos y estudiantes se formen en diversas instituciones alrededor del mundo, estableciendo redes de conocimiento y colaboración.
Valores universales
La movilidad estudiantil no solo amplía los horizontes académicos, sino que también promueve valores universales como la paz, los derechos humanos y la solidaridad.
“La educación internacional debe ser una fuente de liderazgo y servir a propósitos que están más allá de los propósitos que uno puede tener de forma personal, como la búsqueda de la paz o el cumplimiento pleno de los derechos humanos, entre otros”, reflexiona Cifuentes.
Los estudiantes que participan en programas de intercambio regresan a sus países con una visión global y una comprensión más profunda de la diversidad cultural y social. Esta experiencia los transforma, no solo en su capacidad académica, sino también en su perspectiva sobre el mundo, lo que les permite adaptarse mejor a un entorno laboral cada vez más competitivo y globalizado.
Además, la movilidad estudiantil fomenta la comparabilidad y competitividad entre universidades, lo que impulsa la mejora continua en la calidad educativa.
Las instituciones de educación superior que participan activamente en intercambios internacionales pueden medir y mejorar sus estándares en función de las experiencias y resultados obtenidos por sus egresados en diferentes contextos culturales y sociales. Esto no solo beneficia a las universidades, sino que también posiciona a los países como actores clave en el intercambio global de conocimiento.
Para el experto internacional “asegurar la calidad, aparte de ser una necesidad, es un imperativo, no solamente desde el punto de vista del financiamiento, sino moral y éticamente para tener estudiantes que se inserten efectivamente en este mundo globalizado”.
Empero, la movilidad no se limita únicamente a los intercambios presenciales. Las plataformas virtuales han permitido que más estudiantes puedan acceder a oportunidades internacionales desde sus propios países, lo que amplía las posibilidades de aprendizaje y reduce los costos de traslado.
Sin embargo, según el experto, el impacto transformador del intercambio presencial sigue siendo significativo, ya que permite a los estudiantes enfrentarse directamente a nuevas culturas, idiomas y formas de pensar, enriqueciendo su formación personal y profesional.
“El valor principal es la capacidad que tiene el estudiante de transformarse en un actor que se reconoce en otros seres humanos distintos a él y lo aplica como en el mundo del trabajo, de su vida y de su familia y cómo los padres van a estar plenamente de acuerdo con eso”, manifiesta.
En definitiva, la movilidad estudiantil no sólo transforma a los estudiantes, sino también a las universidades que la promueven. Al adoptar modelos educativos internacionales, las instituciones logran formar profesionales con competencias globales, capaces de enfrentar los desafíos de un mundo interconectado.
La educación superior, como sector privilegiado, tiene el poder de liderar este cambio y de seguir siendo un referente de transformación a nivel global.