En la encrucijada entre la justicia por mano propia y el imperio de la ley, surge un debate acalorado en torno al fenómeno del linchamiento. ¿Es éste un acto de desesperación social o simplemente un delito que debe ser castigado por la ley? Esta interrogante ha suscitado opiniones encontradas entre expertos, autoridades y la sociedad en general.
Cada año, decenas de personas son víctimas de linchamiento ante el silencio cómplice de los causantes y de las autoridades. Si bien en el país no existen estadísticas respecto a este tipo de hechos, los medios de comunicación dan cuenta, por ejemplo, que entre 2005 y 2012, se registraron 180 muertes por esta causa en el territorio nacional.
Sin ir muy lejos, en enero de este año, un hombre de 36 años fue linchado por una turba de más de 200 personas en Challapata (Oruro), supuestamente, por haber sustraído autopartes de un vehículo. El hombre falleció como consecuencia de la golpiza.
El linchamiento, entendido popularmente como “justicia por mano propia”, es un hecho violento que se ejecuta sin el debido proceso legal y ha sido presenciado en diversos contextos alrededor del mundo.
Este fenómeno de masas, desde el punto de vista sociológico, es fruto de una actitud connatural a todos los colectivos rurales o urbanos donde no existe una autoridad jurisdiccional capaz de imponer sanciones, según el sociólogo Marcelo Fernández.
“Todas las masas, por lo general, actúan más por sentimientos no razonables, podríamos decir guiados por una conducta irracional y donde no rige absolutamente ningún tipo de reflexión o dirección (…)”, indica.
Para el sociólogo mexicano Antonio Fuentes Díaz, el linchamiento como una acción colectiva, punitiva, “puede ser anónima, espontánea u organizada, con diferentes niveles de ritualización, que persigue la violencia física sobre individuos que presumiblemente han infringido una norma, sea esta formal o virtual (instituida por la colectividad) y que se encuentran en una considerable inferioridad numérica. Estos actos homogenizan las reprensiones al castigo físico o a la muerte del infractor”.
Se trata (el linchamiento) de un acto ilegal en el cual un grupo de personas decide administrar castigo contra una persona considerada culpable de algún delito (real o presunto) sin recurrir a las autoridades legales correspondientes.
Magaly Mariaca Garrón, abogada con especialidad en criminología y docente de la carrera de Derecho de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, sostiene que el linchamiento es un grave delito que vulnera derechos fundamentales de una persona, como el derecho a un juicio justo e integridad física.
“El linchamiento es contrario al Estado de Derecho y al sistema de justicia penal, ya que implica actuar al margen de la ley y sin respetar los debidos procesos legales”, puntualiza.
Marco normativo
El Código Penal boliviano consigna sanciones para aquellos que participan en actos de linchamiento, considerándolo como un delito grave que atenta contra la integridad y la vida de las personas.
“Además, en Bolivia existen leyes y regulaciones que protegen los derechos humanos y promueven el respeto por la vida y la integridad de todas las personas, prohibiendo cualquier tipo de violencia o acto de justicia por mano propia”, agrega Mariaca.
En tanto, Luis Cristiam Del Villar Peñaloza, docente de Derecho Penal en Unifranz, puntualiza que el linchamiento es un fenómeno de violencia colectiva y que, desde ningún punto de vista, podría equivaler a lo que representa la justicia comunitaria hoy en día.
“Tomarse la venganza ante un hecho delictivo en mano propia es muy diferente de la denominada justicia comunitaria que, desde el punto de vista de la Constitución, y propiamente del Código de Procedimiento Penal, contempla el régimen de la justicia comunitaria en aquellas localidades originario campesinas que, de acuerdo a sus usos y costumbres, asumen justicia, pero desde un marco legal, sin transgredir la norma constitucional y menos la norma penal”, dice el académico.
El linchamiento es considerado un delito en la mayoría de los sistemas judiciales del mundo y es castigado con penas severas, debido a la gravedad de las acciones tomadas por el grupo de individuos que participaron en el acto, porque, adicionalmente, puede causar daños irreparables tanto a la víctima como a la sociedad en su conjunto, al fomentar la violencia, el miedo y el desprecio por el Estado de Derecho.
Perspectiva psicológica
Para algunos especialistas, el linchamiento surge como una manifestación de la frustración y la desconfianza en las instituciones encargadas de impartir justicia. En regiones donde la corrupción y la impunidad son moneda corriente, los ciudadanos pueden sentirse desamparados y recurren a la acción directa como único medio para buscar justicia.
En este sentido, el linchamiento se percibe como un síntoma de las fallas en el sistema judicial y la falta de acceso a la justicia para los sectores más vulnerables de la sociedad.
Para otros, el linchamiento es un acto de barbarie que socava los fundamentos mismos de un estado de derecho. La ausencia de un proceso legal justo y la violencia desmedida utilizada en estos actos representan una grave violación de los derechos humanos y un peligroso precedente para la convivencia pacífica en sociedad. Además, el linchamiento puede ser utilizado como instrumento de discriminación y odio hacia determinados grupos étnicos, religiosos o sociales, exacerbando las tensiones y promoviendo la polarización.
Kioko De Uzin, docente de la carrera de Psicología en Unifranz, menciona que la impulsividad, irritabilidad, credulidad, exageración, simplismo de sentimientos, intolerancia, autoritarismo, conservadurismo y moralidad que caracterizan a las personas que están en multitud, son sentimientos que duran un instante.
“Estos impulsos a los cuales obedece la multitud, pueden ser, según las excitaciones, generosos o crueles, pero será siempre de tal modo imperioso, que el mismo interés de conservación, no podrá dominarlos”, señala.
De ahí la importancia de prestar atención a este tipo de fenómenos, situados en la última línea de la tolerancia social.
“Hasta ahora está relacionado a los delincuentes comunes, mañana puede recaer en los actores políticos, que actúan con irresponsabilidad. Una característica más, la imitación, luego de producirse un linchamiento, suele liberar una energía inconsciente en la masa que busca repetir este tipo de conducta”, puntualiza.
En tanto, Edwin Pocoaca, también profesional psicólogo, considera que el linchamiento es ejercer la violencia sobre otro acontecimiento considerado también violento, que hubiera afectado la calma social y haya afectado la convivencia normal.
“Hoy en día es más clara la queja constante sobre el sistema de justicia, la gente indica que no es eficiente desde hace décadas, dada la falta de confianza junto al aumento de conductas antisociales. Una comunidad tiene la reacción de hacer justicia por propia mano. Se han dado casos donde las comunidades han hecho este tipo de acciones como una forma de contribuir a la seguridad pública o por lo menos han tomado el poder que el Estado ha dejado de ejercer para con la sociedad”, manifiesta.
Según el académico, es importante estudiar la psicología de las masas para estudiar cómo el individuo puede preservar el poder de escoger frente a cualquier presión social o de autoridad.
“Las conductas colectivas se contagian y las personas no se cuestionan sobre las acciones que puedan cometer y tienden a repetir y seguir a los colectivos sociales. El fenómeno de masa tiene la característica de crear lo que se conoce como el ‘alma colectiva’ dentro de esta alma colectiva, el individuo piensa, siente y obra de una manera por completo distinta de como sentiría, pensaría y obraría estando aislado”, puntualiza.
El linchamiento como reflejo de móviles políticos
El 21 de julio de 1946, una revuelta popular derrocó al presidente Gualberto Villarroel. Ese día, una turba enardecida se metió a Palacio de Gobierno y lo sacó a rastras por plaza Murillo, mientras era apuñalado y golpeado cruelmente. Luego, el mandatario fue colgado en plena plaza, junto con Luis Uría de la Oliva (secretario privado), Waldo Ballivián (edecán) y Roberto Hinojosa (director del periódico Cumbre).
“Los linchamientos normalmente emergen de pobladas, de reacciones populares, en este caso es el asesinato de un Presidente, pero con un componente político muy fuerte”, dice por su parte el jurista Javier Zárate Taborga.
En muchos momentos de la historia del país, según el abogado, se han producido levantamientos populares con componentes político partidario elitistas o por abusos y maltratos, como por ejemplo los levantamientos indígenas de Tupac Katari.
“Han habido linchamientos violentos de turbamultas de gente que reacciona muchas veces ante la inacción de la justicia, del Ministerio Público, de la Policía. Es, obviamente, un fenómeno de violencia colectiva, de una mal entendida justicia por mano propia. La justicia comunitaria tiene límites, uno de los varios límites que tiene es la salud y la seguridad de las personas”, agrega.
En última instancia, el debate sobre el linchamiento refleja los profundos desafíos que enfrentan las sociedades contemporáneas en su búsqueda por la justicia y la seguridad. La solución a este problema complejo requiere un enfoque integral que aborde las causas subyacentes de la violencia, fortalezca las instituciones democráticas y promueva una cultura de respeto por el estado de derecho y los derechos humanos.
El linchamiento, lejos de ser un fenómeno aislado, nos invita a reflexionar sobre los retos y las responsabilidades que enfrentamos como sociedad en la construcción de un futuro más justo y equitativo para todos.