La revolución del 9 de abril de 1952 sembró la semilla de una educación para todos

By Paula Beatriz Cahuasa

Por Lily Zurita y Manuel Filomeno

La historia boliviana del siglo XX está marcada por un antes y un después. El punto de quiebre fue el 9 de abril de 1952, día en que estalló la Revolución Nacional, un proceso reformador que transformó al país de raíz: dejó atrás el coloniaje y el feudalismo para encaminarse hacia una nación democrática.

La reforma agraria, la nacionalización de los recursos naturales y la ampliación del voto a mujeres y campesinos son algunos de los hitos más recordados. Sin embargo, uno de los cambios más profundos —y quizás menos valorados y visibilizados— fue la universalización de la educación, que abrió las puertas de la alfabetización a millones de bolivianos hasta entonces excluidos del sistema educativo.

“Las reformas emergentes de la revolución nacional que desembocó en el movimiento del 9 de abril de 1952 tuvieron una importancia sustancial en la historia del país. Estas reformas significaron una modificación integral de cómo se concebía la nación”, señala Javier Zárate, docente de la carrera de Periodismo de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

Zárate explica que la revolución fue el desenlace de un proceso político de larga duración, cuyo detonante fue la Guerra del Chaco.

“En esta guerra, se encontraron jóvenes de la ciudad que habían logrado terminar estudios, en muchos casos universitarios, y que convivieron, en el campo de batalla, con indígenas, que componían el grueso de la tropa del Ejército boliviano, mostrando con muchísima fuerza las profundas contradicciones que el país tenía delante”, sostiene.

Ese encuentro de realidades divergentes activó una conciencia crítica que, al regresar del frente, se canalizó en movimientos de corte nacionalista, de izquierda y anarquista. Si bien estos ya existían, cobraron nueva fuerza con las ideas de quienes habían combatido. El punto culminante de esta efervescencia fue la Revolución Nacional de 1952, liderada por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR)

“Estos movimientos terminaron con la revolución del 9 de abril de 1952, cuando se instauró un nuevo gobierno liderado por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), un partido que se había creado una década antes. Este partido gobernó durante los siguientes 12 años y ejecutó una serie de reformas profundas como la nacionalización de las minas, la nacionalización de los ferrocarriles, el establecimiento del voto universal a todos los mayores de 21 años, ya que hasta ese momento el voto tenía limitaciones, el reconocimiento al voto de la mujer. Estas serían reformas de gran calado y, en el caso específico de la educación, se implantó una reforma educativa”, agrega.

De una educación de castas a una educación de masas

La historiadora Magdalena Cajías de la Vega recuerda que, aunque ya se habían registrado avances durante los gobiernos liberales del siglo XX, estos eran insuficientes. El censo de 1950 revelaba una dura realidad: solo el 32% de la población boliviana sabía leer y escribir. La mayoría estaba marginada de los beneficios de la educación pública.

Con la revolución del 9 de abril de 1952, el gobierno de Víctor Paz Estenssoro gestó la transformación de la educación en el país. En 1953 conformó una Comisión de Educación para sentar las bases de una reforma (Código de Educación) que fue finalmente promulgada en 1955 determinando modificaciones sustanciales en la estructura educativa boliviana.

“Ante esta situación y decidida la Reforma Educativa, se plantea como uno de sus objetivos principales la incorporación de todos los bolivianos en edad escolar a la educación regular y a la realización de masivas acciones de alfabetización para los adultos analfabetos, asumiendo para sí un lema ya popular en diversos países de América Latina: ‘de una educación de castas a una educación de masas’”, puntualiza la historiadora.

Los efectos fueron notorios. De acuerdo con los datos del censo de 1976, la inasistencia escolar en el grupo de edad entre 5 y 14 años se redujo de un 72% en 1950 a un 36% en 1976.

“A lo largo de los siguientes años, la democratización educativa llega a resultados significativos. De acuerdo con los datos censales, la marginalidad educativa, es decir, la inasistencia a la escuela de la población de 5 a 14 años, pasa de un 72% en 1950 a un 36% en 1976, mostrando que esta marginalidad, aunque permanece con datos críticos, se ha reducido a la mitad en los 26 años transcurridos entre ambos Censos, lo que significa que, en la práctica, los postulados de la Reforma Educativa de 1955 alcanzaron importantes logros”, añade Cajías.

Otro indicador de avance fue la masiva construcción de escuelas. En términos generales, la construcción y fundación de nuevas escuelas en todos los niveles fue un proceso masivo. 

Así, entre 1951 y 1964 se pasó de un total de 2.723 establecimientos educativos a 6.746, con un incremento cercano al 150%. La educación privada administraba el 51% de los establecimientos de educación inicial, el 5% en la educación primaria y el 47% en la secundaria”, recuerda la historiadora.

Por ese motivo, Enrique Ipiña Melgar, exministro de Educación, asegura que, “para el gobierno revolucionario de Víctor Paz Estenssoro la historia de la educación en el país justificaba plenamente una reforma educativa radical”. 

En su artículo “Cien años de reformas educativas: 1910-2010”, publicado por la revista Estudios Bolivianos n.18, destaca cinco rasgos esenciales de la educación nacional: 

  1. En el aprendizaje: se propone una escuela activa y práctica, centrada en el estudiante, que use métodos globalizados y aproveche los recursos del entorno para un aprendizaje significativo.
  2. En la formación de valores: la educación debe formar personas integrales, sanas, morales, intelectualmente capaces, con habilidades técnicas, sensibilidad estética y hábitos civilizados, combinando desarrollo individual con compromiso social.
  3. En los maestros: el éxito de la reforma depende del maestro, quien debe tener vocación, formación sólida y voluntad de superación para ser agente del nuevo modelo educativo.
  4. En la universidad: se debe alinear la universidad con los principios de la escuela única y con las necesidades del país, para que responda a los intereses del pueblo y su desarrollo.
  5. En el contexto de la revolución: la reforma educativa es parte esencial del proceso revolucionario, busca democratizar la educación, rompiendo privilegios y garantizando acceso a las mayorías populares.

Educación para todos, en todo el país

Zárate enfatiza que esta reforma permitió por primera vez hablar de universalización de la educación en Bolivia. No solo se combatió el analfabetismo, sino que también se introdujeron conceptos de educación técnica y se expandió la presencia del Estado en todos los rincones del país a través de las escuelas.

“Esta reforma educativa estableció la verdadera universalización de la educación. Si bien ya después de la guerra del Chaco con Busch y Villarroel, se habían hecho algunos avances en la enseñanza industrial en cuestiones rurales, la aparición del Warisata, por ejemplo, es con la reforma de 1952 que se lleva adelante un cambio en el modelo educativo. Se estableció por un lado la universalidad y la obligatoriedad de la educación, lo que implicó hacer inversiones para la habilitación de escuelas en absolutamente todo el país”, explica.

La escuela, en esa lógica, debía convertirse en un espacio productivo, activo, ligado a la transformación del país. Y lo fue. Tanto así, que los principios fundamentales de esa reforma sobrevivieron a regímenes militares y cambios de gobierno hasta mediados de los años 90.

“El calado de esa reforma fue muy importante al haber perdurado durante muchísimo tiempo. Las reformas posteriores en la práctica han cambiado algunos criterios, la reforma de los 90s, lo multicultural plurilingüe y, la más actual, básicamente los contenidos, pero reformas esenciales de la década de los cincuentas no han sido modificados ya que ahí se estableció los dos criterios más importantes que son la universalización y la obligatoriedad de la educación, garantizando que todas y todos los bolivianos tengamos acceso irrestricto a todos los niveles de la educación”, finaliza Zárate.

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