Por Jorge López
Afanada, la arregla, debe lucir impecable a la hora de sacarla al encuentro con sus pares cerca al cementerio general. Es la “Ñatita», a quien Teófila Aquino le atribuye varios milagros, como el hecho de que su esposo nunca haya sufrido un accidente de tránsito en sus 20 años como chofer de transporte pesado.
Cada 8 de noviembre en la parte andina de Bolivia, se celebra la fiesta de las ñatitas. “El culto a los muertos es un ritual común en muchas culturas, ya que refleja la continuidad de la vida. Estas manifestaciones permiten conectar el mundo de los vivos con el de los muertos, convirtiendo la muerte en una transición”, explica Juan Carlos Núñez, docente de la carrera de Administración de Hotelería y Turismo de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
La relación con la muerte y el recuerdo de los ancestros se expresa de diversas formas alrededor del mundo, como el uso de cráneos o restos humanos como símbolos de respeto. Desde la celebración boliviana de las «Ñatitas» hasta las prácticas en Madagascar y México, las culturas honran a los fallecidos desdibujando la línea entre la vida y la muerte.
En el Tíbet, el «entierro celestial» es una práctica ancestral donde los tibetanos entregan el cuerpo a la naturaleza, permitiendo que las aves rapaces lo lleven al cielo, simbolizando desapego espiritual y comunión con el cosmos. Aunque no utiliza cráneos como en las «Ñatitas” de Bolivia, ambas prácticas comparten el respeto por los restos humanos como parte de un ciclo.
“Estos rituales, al integrar cráneos y restos humanos, reflejan una percepción donde la muerte no es el final, sino una presencia constante”, comenta Louis Dupont, director del Museo de los Huesos Humanos y Culturas Funerarias, Francia.
Vida Tedesqui, de la Unidad de Patrimonio Cultural del Gobierno Municipal de La Paz, destaca que estas prácticas rituales, vinculadas a la vida y la muerte, provienen de la época prehispánica y se han dado en países como Egipto, México, Ecuador, Bolivia y Perú.
“En la visión andina, los muertos no son vistos como un fenómeno fatalista, sino que cumplen una función social, como la fructificación de los sembradíos; está relacionada con las épocas climatológicas y agrícolas”, comenta la antropóloga Tedesqui.
Para la cultura andina, la vida y el tiempo son cíclicos, donde nacemos, vivimos, morimos y luego renacemos en un ciclo infinito. En la Festividad de la “Ñatitas», cientos de personas se reúnen para celebrar el ritual, una tradición prehispánica en la que se veneran cráneos humanos para iniciar el ciclo agrícola andino y pedir protección, salud y prosperidad.
Decorados con sombreros, flores y cigarrillos, estos cráneos se convierten en figuras protectoras, a quienes los devotos agradecen y solicitan favores, generalmente, en ‘prestes’ (evento popular de la región andina que contempla varias actividades en torno a la devoción a un santo, una virgen u otro).
“El tema de las ñatitas es algo sumamente interesante en la actualidad. Antes se decía que esta fiesta estaba más asociada con los ladrones, drogadictos y prostitutas; sin embargo, ahora se ha extendido a muchas personas”, señala Tedesqui.
Las calaveras utilizadas en el ritual de las “Ñatitas” provienen de muertos anónimos y se obtienen de diversas formas, como el mercado negro, la transmisión generacional, entre otros.
La celebración que antes se desarrollaba en el interior de los cementerios, ahora se vive en las calles adyacentes producto de una prohibición por la iglesia católica por considerar esta tradición como una distorsión de la fe, pero años después revocó la decisión y se permitieron nuevamente las ceremonias de bendición.
La festividad llamativa para los turistas fue adoptada como parte de las experiencias que se viven en estas latitudes del mundo.