La cirrosis no alcohólica, un desafío silencioso para la salud hepática

La cirrosis no alcohólica, un desafío silencioso para la salud hepática

En los últimos años, la cirrosis no alcohólica ha emergido como una preocupación creciente en el ámbito de la salud, desafiando la noción tradicional de que esta enfermedad hepática crónica está exclusivamente vinculada al consumo excesivo de alcohol. 

A diferencia de la cirrosis alcohólica, la cirrosis no alcohólica o enfermedad del hígado graso no alcohólico está estrechamente asociada a factores metabólicos y afecciones como la obesidad, la diabetes tipo 2 y la resistencia a la insulina.

El 2023 no fue un buen año para Ángel, pese a su ascenso como gerente regional de una reconocida institución financiera. A mediados de año, el profesional fue diagnosticado con diabetes tipo 2, cirrosis no alcohólica e hipertensión arterial. En esa oportunidad el médico le advirtió que, si no controlaba su peso, hacía ejercicios y cambiaba sus hábitos de alimentación, su salud corría riesgo.

Siete meses después, el también economista sostiene que, si bien muchos de sus hábitos cambiaron y bajó más de 10 kilos, le cuesta dejar la gaseosa, el pan marraqueta a la hora del desayuno y las salteñas o empanadas fritas a media mañana, que todavía come al menos dos veces por semana. “No creo que logre aplicarme como me pidió el médico. Es muy difícil dejar las comidas ricas”, reconoce muy apenado. 

Qué es la cirrosis no alcohólica

La cirrosis es una condición crónica del hígado que se caracteriza por la presencia de fibrosis extensa, alterando la arquitectura normal del tejido hepático, indica Griselda Vargas, directora de la carrera de Medicina de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

“Esta fibrosis se origina como respuesta a la lesión hepática crónica, llevando a la formación de nódulos degenerativos y perturbando la función hepática, incluyendo la síntesis de proteínas, el metabolismo de nutrientes y la detoxificación”, puntualiza.

En tanto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) la define como “un proceso difuso caracterizado por fibrosis y la conversión de la estructura normal en una disposición nodular anormal, que se presenta como la etapa final de diversas enfermedades hepáticas de distinto origen”.

Se trata de una condición caracterizada por la formación de cicatrices en el hígado, lo que conduce a una disminución de su función. Aunque comúnmente se asocia con el consumo crónico de alcohol, un número significativo de casos de cirrosis no alcohólica está siendo diagnosticado en individuos que no tienen antecedentes de abuso de alcohol.

Esta enfermedad es cada vez más común en todo el mundo y afecta al 25% de la población mundial, aproximadamente. En Estados Unidos, alrededor de 100 millones de personas tienen la enfermedad del hígado graso no alcohólico. En el caso de Bolivia, no se cuenta con datos estadísticos oficiales.

Uno de los principales desencadenantes de la cirrosis no alcohólica es la acumulación de grasa en el hígado, conocida como esteatosis hepática. Este proceso puede progresar hacia una inflamación crónica, fibrosis y finalmente la formación de cicatrices, que comprometen la función hepática. La obesidad, la diabetes y la resistencia a la insulina son factores de riesgo clave que contribuyen a la esteatosis hepática.

Alimentos ricos en grasas saturadas y trans, así como carbohidratos refinados y azúcares añadidos, contribuyen al desarrollo de la esteatohepatitis no alcohólica (EHNA). Estos nutrientes desencadenan procesos metabólicos que promueven la acumulación de lípidos en el hígado y generan estrés oxidativo, exacerbando la inflamación hepática.

Vargas explica que, si no se controla a tiempo, el hígado graso derivará en una cirrosis no alcohólica. “La esteatosis hepática, o hígado graso, representa la acumulación anormal de lípidos en los hepatocitos. Si esta condición persiste, puede evolucionar hacia una esteatohepatitis no alcohólica (EHNA), marcada por inflamación y daño celular. La progresión hacia fibrosis y cirrosis se atribuye a la respuesta fibrogénica a la lesión persistente, principalmente mediada por la activación de células estrelladas hepáticas y citocinas proinflamatorias”.

Diagnóstico

Los síntomas de la cirrosis no alcohólica pueden pasar desapercibidos en las etapas iniciales, lo que dificulta su detección temprana. 

Sin embargo, a medida que la enfermedad avanza, los pacientes pueden experimentar fatiga, pérdida de apetito, ictericia y acumulación de líquido en el abdomen, entre otros síntomas.

El diagnóstico de la cirrosis no alcohólica suele basarse en pruebas de laboratorio, imágenes médicas y, en algunos casos, biopsias hepáticas. 

Los profesionales de la salud están cada vez más alerta a la necesidad de evaluar la salud hepática de pacientes con factores de riesgo, como la obesidad y la diabetes, incluso en ausencia de consumo significativo de alcohol.

Esta enfermedad puede llevar a complicaciones graves y, en última instancia, ser fatal ya que, según Vargas, la fibrosis progresiva puede resultar en insuficiencia hepática, hipertensión portal con riesgo de hemorragia gastrointestinal, ascitis, encefalopatía hepática y un aumento sustancial en el riesgo de hepatocarcinoma.  

Prevención

Una dieta saludable y mantener un peso adecuado, permiten a los pacientes prevenir la enfermedad del hígado graso no alcohólica. 

La académica recomienda:

  • Mantener una dieta equilibrada: Consumir alimentos ricos en antioxidantes, fibra y grasas saludables. 
  • Limitar el consumo de alcohol: Evitar el consumo excesivo de alcohol o abstenerse por completo.
  • Controlar el peso: Mantener un peso saludable para prevenir la acumulación de grasa en el hígado.
  • Ejercicio regular: La actividad física ayuda a mantener un peso adecuado y mejora la salud hepática.
  • Evitar alimentos procesados: Reducir el consumo de alimentos ricos en grasas saturadas, azúcares añadidos y sal.
  • Hidratación adecuada: Beber suficiente agua para facilitar la eliminación de toxinas.
  • Evitar automedicación: Consultar a un profesional de la salud antes de tomar medicamentos sin receta.
  • Realizar chequeos médicos periódicos: Detectar y tratar problemas hepáticos en etapas tempranas.

“En algunos casos, pueden ser necesarios medicamentos para controlar la progresión de la enfermedad. La detección temprana y la intervención son cruciales para mejorar el pronóstico y prevenir complicaciones graves, como la insuficiencia hepática”, señala Vargas.

La cirrosis no alcohólica representa un desafío creciente para la salud hepática, subrayando la necesidad de una mayor conciencia, investigación y medidas preventivas para abordar esta condición en evolución.

“La comunidad médica y la sociedad en general deben aumentar la conciencia sobre la cirrosis no alcohólica, destacando la importancia de un estilo de vida saludable y la detección temprana. Además, la investigación continua es esencial para comprender mejor los mecanismos subyacentes de esta enfermedad y desarrollar estrategias de tratamiento más efectivas”, concluye la académica.

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