Han pasado más de tres años de la aparición del coronavirus y todavía se sigue analizando los efectos que dejó la enfermedad en la sociedad. El confinamiento irrumpió en la vida social y trasformó gran parte del relacionamiento laboral, educativo y social. La educación en general, y la superior de modo particular, no podía quedar al margen y vivió su propio giro de 180 grados.
La vicerrectora de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz El Alto, Eve Gomez, califica la crisis como una oportunidad para la educación porque ha permitido dar un salto al uso de las nuevas tecnologías y plataformas digitales que los estudiantes estaban demandando.
En estos tres años, la educación se ha transformado en beneficio de los estudiantes. Tienen la oportunidad de darle sentido a su aprendizaje, gracias a la aplicación de metodologías activas en las cuales son protagonistas.
“Lo más importante no es replicar, ni tampoco memorizar, ni ser cúmulo de conocimientos, sino, por el contrario, aplicar lo que uno aprende o lo que está aprendiendo para la solución de problemas (…)”, indica la académica.
Cultivar habilidades profesionales y humanas
La formación de ciudadanos para el mundo demanda una transformación profunda de la educación. Interviene toda la comunidad educativa, además de los entes reguladores, como son el Ministerio de Educación o el mismo sistema universitario, a fin que se cumplan objetivos educativos.
“¿Estamos respondiendo a las necesidades que ellos (los estudiantes) tienen en aprendizaje? Una evaluación permanente permitirá saber si están logrando el conocimiento que necesitan para resolver los problemas actuales, si están comprometiéndose con su entorno, con el medio ambiente, con el bienestar (…). Es importante que autoridades, educandos y docentes reflexionemos y veamos si estamos cumpliendo nuestra misión, a fin de re-direccionar nuestras acciones”, puntualiza la académica.
En esa línea, la filosofía del aprender haciendo permite a los estudiantes conectarse con las emociones, no sólo en cuanto al aprendizaje significativo, sino por cómo se va a desempeñar en el mundo para generar soluciones, convivir con sus semejantes, tener éxito o desarrollarse junto a otros seres humanos.
La tecnología no va a reemplazar a la inteligencia emocional
La tecnología avanza a pasos tan agigantados. Expertos indican que, al menos, el 50% de las profesiones van a desaparecer o se van a reinventar y que la inteligencia artificial va a jugar un papel importante en esta dinámica.
Al contrario, Gomez considera que la Inteligencia Artificial no va a poder replicar las cualidades de la Inteligencia Emocional que contempla aspectos éticos y morales, humanidad, empatía y todo lo que hace a las habilidades humanas que deben ser desarrolladas desde la universidad.
Trabajar en las habilidades humanas en la formación de nuevos profesionales demanda el rediseño de las políticas públicas educativas y, por ende, la inyección de recursos económicos para su aplicación.
La educación es el motor del desarrollo de los países. En ese sentido, el reto para los gobiernos es invertir o apoyar a las instituciones educativas.
“Qué tipo de persona queremos que sean nuestros futuros profesionales, quienes tendrán el desafío de resolver los problemas del país, los problemas del mundo o van a generar bienestar para nuestra comunidad. Considero que se debe tomar un papel más activo, sobre todo (…) en la apertura al uso de la tecnología, de manera que no sea grande la brecha en torno a la educación, para que tengamos una educación inclusiva, que use tecnología y que forme al ciudadano global”, puntualiza la autoridad académica.
Rol del docente
Transformar la educación en estos nuevos tiempos implica que, además del estudiante, el docente cambie su rol. Ahora, el estudiante es mucho más activo y el docente un acompañante, un coach, alguien que va a permitir que los estudiantes desarrollen sus competencias y habilidades que antes no se tomaban en cuenta.
Ahora, es importante que el estudiante sepa aprender y que le dé sentido a ese aprendizaje, que integre varias disciplinas y sea capaz de trabajar de manera colaborativa, que desarrolle la capacidad de aprender de manera permanente. Acumular conocimiento o aprender como antes se pedía en un colegio, ya no es suficiente.
Hoy por hoy, el estudiante trabaja en su formación como persona y la universidad tiene la obligación de pensar en una educación integral para ellos, que los forme en sus habilidades humanas, como ciudadanos del mundo, responsables de la actualización de su conocimiento y que, además, sean adaptables al cambio.