Por Lily Zurita
Audalia recuerda con claridad el día en que su vida cambió para siempre. Fue un diagnóstico que resonó como una sentencia fría: cáncer de mama. Pero no cualquier tipo, su cáncer tenía una peculiaridad, una proteína llamada HER2NEW, que requería un tratamiento prolongado y complejo.
La lucha contra el cáncer no fue un evento único para esta mujer, profesional de 64 años, sino un largo y arduo proceso que comenzó con 18 ciclos de quimioterapia, administrados cada 21 días, seguidos por 25 sesiones de radioterapia. Pero estos tratamientos fueron solo el inicio de una nueva forma de vida, marcada por controles médicos estrictos y frecuentes.
«Los controles son rigurosos. Al principio eran cada tres meses, luego cada seis, y ahora cada año. Así será por el resto de mi vida; debo estar vigilante», explica.
El cáncer de mama es una enfermedad en la que las células del seno crecen descontroladamente y forman tumores que, si no se tratan a tiempo, pueden propagarse a otras partes del cuerpo y causar la muerte.
Andrea María Tapia, docente en la carrera de Medicina de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, explica que el cáncer de mama es el tipo de cáncer más frecuente y una de las causas más comunes de muerte por cáncer en mujeres a nivel mundial.
«Es difícil precisar un solo origen. Puede ser hereditario, pero también hay otros factores que influyen en su desarrollo y su gravedad», afirma.
Este 19 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama, con el objetivo de crear conciencia sobre la enfermedad, reconocer las formas de prevención, diagnóstico y tratamiento, y destacar la importancia de chequeos periódicos, como la mamografía.
El tratamiento: una decisión difícil
El tratamiento del cáncer de mama depende del tipo de tumor y cuán avanzado esté. La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que los tratamientos incluyen cirugía, radioterapia y medicamentos como quimioterapia, hormonoterapia o terapias biológicas, que suelen combinarse para reducir el riesgo de recaída.
En el caso de Audalia, tomar decisiones sobre su tratamiento no fue sencillo. Tuvo que elegir entre una mastectomía radical o un enfoque más conservador, que combinaba quimioterapia y cirugía menos invasiva. Optó por la primera, seguida de quimioterapia, una decisión difícil pero necesaria.
El tratamiento del cáncer de mama puede traer consigo una larga lista de efectos secundarios. Aunque no todas las pacientes experimentan los mismos síntomas, los más comunes incluyen cansancio extremo, caída del cabello, náuseas, problemas digestivos y cambios en el estado de ánimo. Audalia fue consciente de esto antes de comenzar su tratamiento y decidió estar lo más preparada posible.
«El primer ciclo de quimioterapia fue en agosto de 2018. Desinfectamos mi casa, me despedí de mis plantas, mis perritos, todo era muy incierto. Cuando terminó, no sentí cambios físicos, pero ya en el segundo ciclo empecé a notar algunos efectos», relata. A pesar de esto, decidió seguir trabajando después de cada ciclo de quimioterapia. «Después del tercer ciclo, se cayó mi cabello, pero ya tenía una peluca hecha con el cabello de mis sobrinas. Nadie notaba la diferencia», dice con una sonrisa.
Una nueva perspectiva de vida
Sin embargo, más allá de los efectos físicos, lo que realmente cambió fue su perspectiva de vida. «Es como una segunda oportunidad», reflexiona. El diagnóstico inevitablemente la acercó a la idea de la muerte, pero al superarlo, algo dentro de ella cambió. Ahora cada día es un regalo, y ha aprendido a cuidar mejor su cuerpo y su alimentación, además de valorar los controles médicos que le permiten mantenerse un paso adelante en la batalla contra el cáncer.
También aprendió que el cáncer no es un castigo. «Es una enfermedad que puede afectar a cualquiera. No se trata de enfrentarlo sola», afirma. Compartir su experiencia con su familia y amigos fue un alivio emocional. «Hablar sobre el cáncer te libera. Recibes apoyo y cariño, y eso te da fuerzas para continuar”, enfatiza.
Para la doctora Tapia, en estos casos, es clave generar una red de apoyo emocional médico-paciente y con la familia. “¿Por qué? Porque al ser un paciente que tiene cáncer lo puede tomar de una manera mortal, porque no sabemos cómo va a evolucionar la enfermedad”.
Sin embargo, la mejor manera de evitar este mal es con la detección temprana. Un simple ejercicio de autoexploración, hecho en la cama, palpando los senos, puede marcar la diferencia. Si las formaciones aparecen en las axilas, el tumor ya tiene un avance significativo, por lo que actuar antes puede hacer que el tratamiento sea menos doloroso y menos costoso, indica la académica.
“Todas las mujeres, desde niñas, deben aprender a autoevaluarse. Si se detecta alguna anormalidad o un nódulo, deben aproximarse con el ginecólogo o especialista de esta área para obtener un diagnóstico oportuno”, puntualiza.
La OMS alerta que el cáncer de mama afecta a mujeres de cualquier edad a partir de la pubertad, pero las tasas son mayores entre las mujeres adultas. En 2022, se diagnosticaron 2,3 millones de casos de cáncer de mama en mujeres a nivel mundial y se registraron 670.000 defunciones por esta enfermedad.
Un futuro lleno de esperanza
Hoy, mientras cursa su quinto año desde el diagnóstico, Audalia aún espera la confirmación definitiva de la remisión del cáncer. Los últimos controles han sido prometedores, y su médico le ha dado esperanzas de que la enfermedad no ha vuelto.
«Amanecer cada día es un regalo», repite con optimismo. Aunque su batalla contra el cáncer no ha terminado del todo, asegura que enfrenta el futuro con el mismo entusiasmo y esperanza que la han acompañado en este largo camino.
Para esta guerrera, el cáncer le enseñó que la vida es frágil, pero valiosa. Y cada día adicional es una oportunidad para disfrutar plenamente.