El arte, una herramienta para sanar, comprender y transformar la salud mental

La relación entre el arte y la salud mental ya no se limita al plano terapéutico o expresivo. En los últimos años, se consolidó como una poderosa herramienta dentro de la investigación cualitativa, capaz de abrir nuevas puertas hacia la comprensión de fenómenos complejos como el trauma, el bienestar emocional y las enfermedades no transmisibles (ENT).
Lita Domínguez, directora de la carrera de Diseño Gráfico y Producción Crossmedia de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, asegura que las prácticas artísticas no sólo enriquecen el proceso de investigación, sino que también lo humanizan, involucrando activamente a las comunidades y visibilizando sus vivencias.
“El arte es una forma de conocimiento que permite acceder a experiencias subjetivas, muchas veces invisibilizadas por los métodos tradicionales de investigación”, explica la académica, para quien las metodologías como la arts-based research (investigación basada en las artes) están ganando terreno dentro de los estudios en salud mental, especialmente por su enfoque interdisciplinario y participativo.
En el corazón de esta metodología se encuentra la idea de que la creación artística no es solo una forma de expresión, sino también de análisis y documentación. A través de medios como la pintura, la música, la escritura creativa, el performance o la producción audiovisual, los investigadores pueden recolectar y codificar datos de una manera que trasciende lo verbal o lo cuantitativo.
“El arte permite explorar dimensiones emocionales, simbólicas y culturales que muchas veces no emergen en entrevistas o encuestas”, agrega Domínguez.
La salud mental, al estar profundamente entrelazada con factores sociales, emocionales y culturales, encuentra en el arte un canal efectivo para ser investigada desde adentro, con la voz de los propios actores.
En este sentido, el arte no solo actúa como medio, sino también como fin porque lo que se crea dentro del proceso investigativo es al mismo tiempo testimonio, reflexión y propuesta de cambio.
Este interesante enfoque es abordado en el marco de la investigación y gestión comunitaria de enfermedades no transmisibles (ENTs), que llevan adelante la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia, la Universidad Rafael Landívar de Guatemala, la Universidad Franz Tamayo, Unifranz de Bolivia y la Queen Mary University de Londres, en colaboración con el Instituto Nacional para la Investigación de Salud y Atención del Gobierno Británico (NIHR, por sus siglas en inglés).
Uno de los ejemplos más significativos de este enfoque es el trabajo del NIHR en la región que incorporó metodologías artísticas en investigaciones relacionadas con enfermedades no transmisibles, como es el caso de la que se realiza en el municipio de San José de Chiquitos, del departamento de Santa Cruz.
El arte permite conocer hábitos de vida
En comunidades afectadas por patologías como la diabetes o las enfermedades cardiovasculares, el arte permite generar conversaciones profundas sobre hábitos de vida, barreras en el acceso a servicios de salud y el estigma asociado a ciertas condiciones médicas. En algunos proyectos, los pacientes fueron invitados a crear piezas artísticas que narraran sus trayectorias de salud. Estas producciones no sólo fortalecieron el autocuidado, sino que también informaron a investigadores y responsables de políticas públicas, proporcionando una mirada más contextual y humana de la enfermedad.
Este enfoque innovador es respaldado por un creciente cuerpo de evidencia científica. Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicado en 2019 analizó más de 900 estudios que demostraron cómo las intervenciones artísticas tienen un impacto positivo en la salud mental.
En el mismo, se identificaron beneficios como la reducción de la ansiedad, la depresión y el estrés, así como mejoras en la calidad de vida y en la cohesión social. En países como el Reino Unido, actividades artísticas comunitarias han demostrado construir resiliencia y redes de apoyo, aspectos cruciales para enfrentar tanto trastornos mentales como ENT.
Lita Domínguez enfatiza que “el arte ofrece una forma de visibilizar lo intangible, lo que no se puede medir fácilmente con números, pero que tiene un enorme peso en la vida de las personas”.
Esta capacidad del arte para darle forma y cuerpo a lo emocional convierte a las metodologías artísticas en aliadas estratégicas de la investigación en salud mental, especialmente cuando se busca empoderar a los participantes y construir conocimientos desde sus propias experiencias.
Además de su función expresiva y terapéutica, el arte como herramienta de investigación fomenta la democratización del conocimiento. A diferencia de otros métodos que muchas veces posicionan al investigador como único generador de saber, las prácticas basadas en el arte promueven una lógica horizontal, donde las personas investigadas también son creadoras de significado.
“Esta es una de las principales fortalezas de la investigación artística: reconoce la inteligencia emocional, creativa y cultural de las comunidades, integrándolas como co-investigadoras del proceso”, sostiene Domínguez.
Otro aporte clave de este enfoque es su capacidad para generar materiales comunicativos y pedagógicos de alto impacto. Las piezas artísticas creadas durante la investigación —murales, cortometrajes, instalaciones, entre otros— pueden circular en espacios públicos, exposiciones o plataformas digitales, sensibilizando a la sociedad sobre temas de salud mental y rompiendo estigmas persistentes.
Para que esta metodología siga expandiéndose, es fundamental que las universidades, centros de investigación y organizaciones de salud reconozcan su legitimidad.
“Debemos seguir promoviendo el uso del arte como una herramienta rigurosa, no como algo anecdótico o decorativo. Su potencial para generar conocimiento profundo y movilizador es enorme, sobre todo en contextos donde las emociones, los vínculos sociales y la identidad cultural juegan un rol central en la salud”, finaliza la directora de Diseño Gráfico de Unifranz.
El arte, en definitiva, no solo cura, también investiga, comunica y transforma. Desde la pintura que da voz a una experiencia traumática hasta el performance que cuestiona las estructuras de poder en el acceso a la salud, las expresiones artísticas se consolidan como un lenguaje potente para abordar los desafíos de la salud mental.
Más allá de lo estético, el arte revela lo humano en toda su complejidad y se posiciona como un puente entre la ciencia, la emoción y la acción social.