Por Manuel Filomeno
Nuevos productos y servicios que generan valor y ofrecen soluciones a la sociedad, innovación, investigación y cultura, la economía del conocimiento se ha convertido en los últimos años en una enorme veta para los jóvenes profesionales.
La economía del conocimiento engloba las actividades económicas que dependen en gran medida del conocimiento humano para crear valor y ofrecer a la sociedad nuevos productos y servicios, los cuales pueden beneficiar a todas las áreas de la producción.
Algunas de las cadenas productivas vinculadas con la economía del conocimiento son: servicios empresariales (profesionales, publicidad, fotografía), educación (pública y privada, todos los niveles), industrias culturales (actividades de edición, impresión, radio y televisión, esparcimiento y culturales), investigación y desarrollo (pública y privada, desarrollo experimental), software y servicios informáticos (consultores en equipos, programación, procesamiento y bases de datos) entre otras.
En el país, la economía del conocimiento está representada por al menos tres sectores:
Startups
En Bolivia, la economía del conocimiento se encuentra mayormente representada, aunque no exclusivamente, por startups, empresas emergentes que buscan traer soluciones tecnológicas a través de nuevos productos, servicios o modelos de negocio innovadores.
Antonio Riveros, CEO de Creotec, indica que a nivel global se está dando la tendencia de buscar escalabilidad, impacto económico y socioambiental a partir de las startups.
“El mundo está yendo hacia una tendencia donde no solamente tienes que ver impacto económico, sino también impacto social y ambiental (…)”, dice.
El Mapeo del Ecosistema de Tecnología Digital de Bolivia 2023 da cuenta que existían 147 startups en ocho de los nueve departamentos del país. La buena noticia es que estas startups están levantando capitales internos y externos, gracias a sus modelos de negocio escalables y al uso de tecnología 4.0.
“No somos muchos, pero la calidad ha mejorado, el ecosistema ha mejorado, ya tenemos casos de éxito con emprendimientos que están levantando más de un millón de dólares”, dice Riveros, pues existe una creciente oferta de startups que se están abriendo campo en el venture capital (capital de riesgo) y realizando un importante impacto en el mercado.
Las startups están marcando el camino de la cuarta revolución industrial en Bolivia a partir del uso de herramientas tecnológicas como el blockchain, big data o inteligencia artificial, entre otras. “Estamos en la mejor época para emprender en tecnología”, por eso los emprendedores bolivianos no se pueden quejar.
Los campos en los que operan estos emprendimientos van desde la banca y servicios financieros (Fintech), pasando por la educación (Edtech), hasta la logística y el cuidado del medioambiente.
Economía creativa
Otro de los campos en los que la economía del conocimiento tiene una fuerte influencia en el país es la conocida como “economía naranja” o economía creativa, la cual se caracteriza por tener a la creatividad como principal materia prima, contrarrestando antiguos paradigmas de gestión y extracción de recursos.
“La economía creativa supone un cambio de paradigma sobre los modelos extractivistas y netamente comerciales, plantea otros caminos, no depredadores, para generar riqueza”, indica Rolando López, estratega de gestión y transformación empresarial y vicerrector de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Para López, la economía creativa surge de dos corrientes principales: la anglosajona, representada por instituciones como Harvard, y la economía naranja, impulsada desde la región latinoamericana. Ambas corrientes convergen en la creación de un tejido económico basado en la creatividad, la cultura y la tecnología.
Creatividad, habilidades, ingenio y talento, tanto individual como colectivo, son los ingredientes fundamentales de la economía creativa, que es capaz de generar productos y servicios que fusionan valores económicos y culturales que, en interacción con la innovación y la tecnología, generan puestos de trabajo, ingresos, desarrollo económico local y ganancias, cuyo principal poder tiene su fundamento en la propiedad intelectual.
La economía creativa abarca la cultura (arte, entretenimiento, gastronomía, arquitectura, diseño, moda y publicidad, entre otros) y el conocimiento (investigación y desarrollo, educación, informática, telecomunicaciones, alta tecnología, robótica y nanotecnología o inteligencia artificial, entre otros).
Desarrollo
Otro de los rubros de la economía del conocimiento que crecen en el país es el desarrollo de programas informáticos y aplicaciones. En base a estudios de la Fundación Novus y el Cluster Tecnológico de Cochabamba, existen más de 161 empresas tecnológicas que se dedican al desarrollo de software en el departamento, con más creándose cada año.
De acuerdo con el Censo de Economía Naranja, realizado por el Instituto de Progreso Económico y Empresarial (IPPE) de Unifranz y la Federación de Entidades Empresariales de Cochabamba (FEPC), el desarrollo de software es una de las siete actividades principales de la economía creativa en el departamento de Cochabamba, junto con la gastronomía, la moda, la artesanía, la educación creativa, las editoriales y la industria de productos.
“El desarrollo de software ha tenido un impacto significativo en Cochabamba, que se destaca a nivel Bolivia como la principal ciudad en términos de exportación de software. Estamos hablando que esta actividad genera alrededor de 30 millones de dólares anuales, según varios reportes”, explica Sergio Valenzuela, docente de la carrera de Ingeniería de Sistemas de Unifranz.